jueves, 23 de diciembre de 2010

CAPÍTULO 32 (PARTE 1)

LUNES
Desperté un poco antes que ella, lo que me dio tiempo, una vez más, a verla dormir. Me di cuenta de que con su mano agarraba el borde de mi camiseta; y sonreí. Le aparté un poco el pelo de la cara, pensando en lo guapa que estaba. Aquellos pequeños gestos se habían convertido en todo un ritual, repetido en cada ocasión que dormía con ella y que yo despertaba antes.
Inconscientemente me acerqué para abrazarla. Fue entonces cuando despertó. La noté cansada. Se giró apoyándose sobre un costado; mirándome.
Sentí que buscaba algo en mi mirada, en mi cara, en mi sonrisa de buenos días. Pero no supe ni pregunté el qué, tal vez porque tuve miedo de oír la respuesta.
Me agarró una mano y noté cómo temblaba y dudé de si lo hacía por frío o por miedo; pero en aquel silencio, por si acaso, me acerqué para darle calor.
Y de pronto esa canción vino a mi mente, Long live de Taylor Swift. Había llorado sin apenas darme cuenta la primera vez que escuché esa canción, sin comprender muy bien entonces a qué se debían aquellas lágrimas, porque esa canción movía ciertos sentimientos en mi interior. Y sentí una de las frases como si estuviera escrita por mí: “I said remember this moment, in the back of my mind. The time we stood with our shaking hands.” Y de alguna forma, tras pensar en esa frase noté aún más cómo temblaba.
- Buenos días mi amor – le susurré al oído. Sin abrir los ojos supe que sonreía. Y tuve la mayor sensación de calor que he tenido nunca; un calor que no tiene nada que ver con alta temperatura o deseo sexual, un calor más personal y probablemente más profundo y difícil de encontrar, aquel que solo sentirá el que haya amado de tal forma que le sea imposible describir la fuerza de ese sentimiento, aquel que sientes cuando eres consciente de que estás viviendo un momento con el que siempre habías soñado.
Mi mayor propósito en esta vida desde que la conocía era hacerla feliz, tal vez por eso me contuve, pero en aquel instante tuve ganas de levantarme y romper a llorar. Tal vez ese sentimiento vino impulsado por el recuerdo de otra de las frases de aquella canción ,que establecía una simbiosis especial entre mi situación y el significado de dicha frase: “I said remember this feeling. I passed the pictures around of all the years that we stood there on the side – lines wishing for right now.” Y como cantaba Taylor Swift repasé mentalmente todos los momentos en los que había deseado con todas mis fuerzas ser parte de algo, ser parte de un sueño.
Por eso tuve ganas de llorar. Porque fui consciente de que lo que no tenía que pensar era: “he encontrado justo a la persona a la que buscaba y la vida es tan cruel que es posible que vaya a perderla”; sino: “la vida me ha dado la oportunidad de encontrarla y debo estar siempre agradecida por haber podido vivir a su lado, por haber compartido mi amor con ella, por haber cumplido un sueño”
¿Cuánta gente se pasa la vida en busca de un sueño sin llegar nunca a alcanzarlo? ¿Cuántos viven sin saber con qué soñar?
Yo era afortunada, sabía lo que quería y, al menos por ahora, lo tenía. Siempre pensé que el mayor secreto de la felicidad es el darte cuenta de todas esas pequeñas o grandes cosas por las que eres afortunado y que a la gran mayoría de la población se le escapan.

sábado, 16 de octubre de 2010

CAPÍTULO 31

Nos levantamos del banco después de un rato. Yo aún estaba en shock. Ella parecía no haberse recuperado de un shock permanente y, sin embargo, parecía predispuesta a vivir la vida sin miedo y sin rencores. Parecía, pese a todo, feliz.
- ¿Cómo puede ser? – se giró sin saber muy bien a qué me refería yo. Me agarró llevándome hasta el tronco de un árbol, en el que nos apoyamos – No tienes miedo – susurré incrédula.
- ¿Por qué iba a tenerlo?
- ¿Y si pasa algo?
- He vivido.
Entrecerré los ojos con frustración intentando comprenderla.
- No me entiendas mal, Amy. No quiero que pase nada, no me quiero ir. Desearía no dejarte nunca, ni a mi familia, ni a mis amigos. – levantó la mirada poniéndola a la altura de la mía – Pero si pasa algo… he vivido. Es decir, he experimentado y he sentido y soñado y he amado. He intentado darlo todo a quien tenía que dárselo. Quiero seguir haciéndolo en los tres días que quedan para la operación. Y quiero que tengas claro que si he de irme me voy orgullosa, de mi, de ti, de mi vida; y que me habría encantado compartirla para siempre contigo.
- Será para siempre; pase lo que pase siempre estarás conmigo.
Me abrazó besándome el cuello y apoyando las manos en el árbol.
- Y tú conmigo.

Tras dar una vuelta por Pontevedra, fuimos a su casa y después a la mía a pedirle a nuestros padres que nos dejaran dormir juntas las cuatro noches antes de la operación: deseo concedido. ¿Qué padre en esas circunstancias no le habría dicho que sí a su hija?
Esa noche, cuando estuvimos solas planeamos escaparnos juntas el martes, a la casa que sus padres tienen en la playa. Secretamente preparé también una sorpresa que darle ese día.
- Ven – dijo sentándose al borde de la cama.
Me acerqué a ella dejando mis cosas en el suelo. Me quedé de pie justo delante y me abrazó, apoyando su cabeza entre mi pecho y el estómago .Me agaché para besarle la cabeza.
- Siento lo que he hecho – dijo sin separarse.
- Shhh. Lo importante es que lo hemos arreglado. Así que olvídalo, quiero disfrutar estos tres días para que cuando despiertes en el hospital después de la operación pienses en mí y sonrías.
Se levantó, sorprendiéndome. Y me abrazó ahora con más fuerza.
- ¿Vamos a la cama? – susurré después de un rato.
Como única respuesta ella se separó y me besó suavemente. Y sin poder evitarlo sentí que ahí empezaba algo nuevo, una carrera de tres días para llenarla de fuerza y amor antes de la operación, para empaparme de su olor y sus gestos, de su risa y sus besos, del sentimiento que con ella compartía; una carrera hacia lo desconocido y, tal vez, aunque me odié por pensarlo, hacia el adiós.
Cuando ese sentimiento me atravesó la agarré por el cuello y la besé con toda la intensidad que conocía, que mi cuerpo era capaz de transmitir. Y fue un poco como aquellas primeras veces que nuestros labios se juntaron, como aquel primer beso en el ascensor de mi casa. Solo que habían pasado varios meses y ella ya no era aquella chica casi desconocida por la que me sentía atraída. Ella era la chica a la que amaba, la chica con la que quería compartir todo lo que tenía y lo que era, la chica de mis sueños.
- Creo que nunca te lo he dicho – susurré tumbándola en la cama, acariciándola mientras besaba su cuello – conozco de memoria tu cuerpo, cada rasgo, cada lunar, cada cicatriz, cada marca… y cada historia que hay detrás de ellas.
Después de un instante añadí:
- Pero me gustaría ser parte de alguna de esas marcas.
Sabía que era lo más raro que había dicho en mi vida, pero por su forma de mirarme y porque no hizo ningún gesto de incomprensión, ella pareció entenderme.
- ¿Te harías un tatuaje conmigo? – dijo después de unos segundos.
Asentí.
- Mañana compro un permanente y durará unos días, después de la operación lo hacemos de verdad.
Sonreí.
No hizo falta que dijéramos sobre qué íbamos a hacerlo. Ambas lo sabíamos.
Se quedó dormida poco después. Estaba agotada y poco a poco se le fueron cerrando los ojos. Estuve despierta viéndola dormir, abrazándola, tratando de acompasar mi respiración a la suya, como si por eso fuéramos a estar más unidas. Solo entonces comprendí que lo que de verdad une a dos personas es que coincidan en el tiempo, sintiendo lo mismo el uno por el otro; que lo que de verdad me unía a Britney era que compartíamos un sentimiento; era yo la que en ese momento estaba despierta acariciándola con la mirada, pero podría haber sido ella y la escena hubiera sido igual, hubiera significado lo mismo. Nada podría unirnos más que eso.
Y entenderlo, de alguna forma, me reconfortó. Solo entonces me quedé dormida.

lunes, 30 de agosto de 2010

CAPÍTULO 30 (PARTE 2)

- No te pedí un tiempo porque de verdad quisiera estar con otra – comenzó a explicarse – ni porque no te quisiera como antes, ni porque no tuviera claro ninguna de esas dos cosas.
- ¿Entonces qué pasó?
- Sé que no lo entiendes… pero intentaba protegerte.
- ¡¿De qué?! ¡¿De quién?!
Se echó hacia atrás en el banco, subiendo las piernas y rodeándolas con los brazos.
- De mí – no pude evitar ver como se mordía el labio. Y de hecho, fue lo único que vi – Amy, no estoy mejorando. Fui al médico hará una semana… y el cáncer se ha extendido.
- ¿Por eso quisiste que nos diéramos un tiempo? –dije aún sin entender.
- Sí, solo quería darte espacio…darte no sé…la oportunidad de olvidarme, la oportunidad de vivir una vida normal.
- ¿No lo entiendes? Me has dado la oportunidad de vivir la única vida que querría vivir, la vida a tu lado.
Creo que esa frase es lo más importante que le había dicho a alguien en mi vida. Y tal vez por eso o por la intensidad con que lo dije o por las lágrimas que empezaban a inundar mis ojos por lo que acababa de anunciarme, noté como en dos segundos el muro enorme que Britney había intentado levantar entre las dos se venía abajo.
Me abrazó hundiendo su cara en mi cuello. Y me perdí allí, vagando entre su perfume y su respiración agitada, durante un tiempo indefinido. Rompió a llorar. Y yo no pude contenerme tampoco. Tenerla entre mis brazos era como volver a la vida; aun sabiendo que estaba más cerca de la muerte.
Me separé un poco y junté mis labios con los suyos. La besé… entre sus lágrimas y las mías, entre nuestros miedos compartidos, entre la esperanza y la impotencia. Sin saber cómo sentirme.
Y en lo único en lo que fui capaz de pensar fue en una canción, La cura de Franco Battiato. Y en que aquélla, que era una de mis canciones favoritas, reflejaba a la perfección en cada frase el amor incondicional y protector que quería y necesitaba ofrecerle a ella en ese momento. Cuando esa noche escuché la canción en mi cama, en la soledad de mi habitación, había una frase en concreto que me hacía llorar más que cualquier otra: “E guarirai da tutte le malattie. Perchè sei un essere speciale e io avrò cura di te” (“Y curarte de todas las enfermedades. Porque eres un ser especial y yo cuidaré de ti”). Porque esa frase me hacía sentir la mayor impotencia que había sentido jamás… por no poder curarla…por no poder salvarla; porque solo entonces fui consciente de que, a veces, querer con toda tu alma, no es suficiente. Yo había estado a su lado y la había ayudado en todo lo que había podido pero, inevitablemente, el cáncer seguía su camino y me había arrollado dejándome en la cuneta, llevándose a Britney cada vez más lejos de mí, más lejos de aquí.
Cerró los ojos un instante y apoyé suavemente mis labios en sus párpados. Cuando volvió a abrirlos estábamos tan cerca que nuestras pestañas prácticamente se rozaban.
- Prométeme – susurré sin moverme – que no vas a volver a hacer esto, que no vas a alejarme solo porque creas saber lo que es mejor para mí.
Volvió a besarme. En un determinado momento, entrelazando su mano con mi pelo me susurró al oído.
- Sabes que eres lo que más he querido, ¿verdad?
Y no sé si fue por su forma de decirlo pero estuve a punto de volver a echarme a llorar… pero justo entonces sus labios volvieron a buscar mi boca con ansiedad, mientras con una mano en mi espalda trataba de acercar mi cuerpo aún más al suyo, si eso era posible.
Cuando se menciona la palabra cáncer suele asociarse mentalmente a: quimioterapia, hospitales, calvicie, dolor, muerte. Pero en mi cabeza “muerte” siempre había estado en un segundo plano, muy lejos de la realidad. Incluso el día en que me enteré de que Britney estaba mal o cuando la notaba débil o veía las consecuencias de la quimio… la muerte fue siempre para mí algo imposible, algo demasiado alejado para llegar a tocarnos realmente. Y en ese banco supe que tal vez había llegado el momento de crecer, de madurar, de asumir que en la vida no todo tiene un final feliz. Tal vez me estaban dando la entrada para asistir a nuestro último concierto. Y fui consciente de la importancia de ese momento, de que si ella no se hubiera decidido a decirme la verdad a lo mejor yo no habría asistido a ese posible final. Y si había un final, por doloroso que pudiera ser, quería estar presente, formar parte de él, consumirlo hasta la última calada.
- ¿Y hay algo que se pueda hacer? – pregunté rompiendo lo que sería en el futuro uno de los silencios más dolorosos de mi vida.
- Van a operarme.
- ¿Cuándo?
- El jueves.
Jueves. Eso nos daba tres días y medio. Tres días cuando puedes no volver a ver a la persona a la que amas, no son suficientes. Pero si me paraba a pensarlo… toda una vida no sería suficiente.

CAPÍTULO 30 (PARTE 1)

Cuando por fin llegó a mi lado y se agachó para darme dos besos me pareció lo más raro y antinatural del mundo que no me besara en la boca. Para mí eso se había convertido en lo normal, en lo que siempre debió ser; porque cuando besaba a Britney estaba mostrando la versión más sincera de mí misma. Pareció que ella sentía lo mismo por la cara de incomodidad que puso tras rozar tan solo mi mejilla con sus labios.
Se sentó a mi lado. Y antes de levantar la vista del suelo añadió:
- Ni en un millón de años conseguiré sentirme bien estando a tu lado sin poder besarte.
Le salió casi de carrerilla, casi de forma espontanea… como si no hubiera tenido que pasar por su cerebro antes, como si viniera más bien del corazón.
- No tienes por qué pasar ni un segundo a mi lado sin besarme – contesté casi en un susurro.
Suspiró.
Y durante un tiempo ninguna dijo nada, ninguna hizo ademán de moverse. Ella estaba sumida en su mundo y yo, secretamente, luchaba con todas mis fuerzas para que su mundo y el mío fueran el mismo. Pero en algún momento había que dar el paso porque si lo que Britney tenía que decirme iba a ser doloroso para mí, lo sería igual más tarde o más temprano.
- ¿Y bien? ¿Qué tenías que contarme? – dije clavando la mirada en los árboles lejanos. Preparándome para el golpe. Preparándome para intentar no exteriorizar los efectos que sus palabras pudieran tener en mí.
Esperó un poco antes de contestar. Y se volvió hacia mí en el banco, a pesar de que yo no la mirara.
- La chica de ayer… la que te abrió la puerta…
- La rubia de la toalla ¿no? – dije con el tono más borde que pude conseguir.
- Sí… No es lo que crees, Amy.
- Ya…
- Es Brooke… mi prima. Vive en Nueva york y vino a visitarme unos días.
- ¿De verdad? – seguía sin conseguir creerla del todo.
- Sí. Y no estábamos juntas en la ducha si fue lo que pensaste. Ella ya había salido y yo me metí.
- ¿Entonces ella no es la razón de todo esto?
- No.
¿Me estaba diciendo la verdad? Me sorprendió como, a pesar de todo, yo no concebía el no creerla, el no confiar en ella.
- Entonces… - no sabía cómo decírselo; por primera vez en mi vida las palabras parecían haberme abandonado, tal vez porque nunca había tenido tanto miedo a lo que ella pudiera contestar.
- Dime - ¡Ahg! Era tan jodidamente dulce…
- Entonces ¿qué me ocultas? – fue en ese instante cuando decidí que había llegado el momento de enfrentar la verdad y de volver a mirarla a los ojos.
- ¿Qué te oculto de qué?
- Britney… dijiste que ibas a contarme toda la verdad, así que si no piensas hacerlo me voy ya.
Antes incluso de que me diera tiempo a pensar en levantarme, contestó:
- Espera. Te lo voy a contar todo. Te voy a decir la verdad.
Tuve que contener las ganas de abrazarla.

viernes, 20 de agosto de 2010

CAPÍTULO 29

Estaba sentada en el banco en el que había quedado con Britney dentro de diez minutos. Por delante de mí pasó una pareja bastante joven con un niño de unos dos años, al que probablemente llevaban a jugar a los columpios que había en ese mismo parque. Me quedé observándoles un rato, sin poder evitarlo. Parecían felices; ellos y el niño. Había cierta complicidad entre los tres, cierta conexión que no se da en todas las familias, sino tan solo en aquellas que están realmente unidas. Y sin pensarlo la pregunta vino a mi mente como llegada de la nada: ¿tendríamos Britney y yo algún día una familia así? ¿Seríamos alguna vez las protagonistas de aquella escena?
Y en ese momento me sentí un poco como Forrest Gump en su banco de madera esperando al autobús. Entre el pasado y el futuro más inmediato. Rebobinando su historia mentalmente, contándosela al que quisiera escucharla pero, al mismo tiempo, consciente de su momento actual y preparado para afrontar lo que esté por llegar.
Me acordé entonces de una frase de esa película: “Mi mamá siempre decía que la vida es como una caja de bombones, nunca sabes lo que te va a tocar.” Y es cierto. No tenía ni idea de qué iba a pasar con mi vida. ¿Qué iba a estudiar en la universidad? ¿Cómo viviría yo dentro de diez o veinte años? ¿A que me dedicaría? ¿Tendría familia? ¿Qué tenía que contarme hoy Britney? ¿Superaríamos esta fase? ¿Lo dejaríamos definitivamente? ¿Saldría alguna vez con una chica que no fuera ella? ¿Volvería a amar a alguien que no fuera ella? ¿Dejaría de amar a Britney algún día? ¿Estaríamos juntas años más tarde en ese mismo banco y felices?
El sol caía ocultándose poco a poco a lo lejos, proporcionando esa luz anaranjada tan característica del atardecer. La vi bajar las escaleras del parque con unos vaqueros y un largo jersey gris. Los últimos rayos de sol del día brillaban sobre las hojas de los árboles, creando extraños reflejos que resaltaban su pelo rubio. Era absolutamente preciosa.
¿A quién pretendía engañar? Yo no quería estar sin ella; no imaginaba un futuro separadas. Y, una vez más, supe que, al igual que Forrest, yo no tenía que quedarme en ese banco eternamente, supe que no tenía por qué seguir esperando al autobús, que podía levantarme y correr como él hacia donde quería ir. Y justo en ese momento tomé mi decisión: dijera lo que dijese Britney, yo iba a seguir luchando por ella.

viernes, 13 de agosto de 2010

CAPÍTULO 28

Me incorporé en la cama y empecé a recoger mi ropa del suelo. Mientras empezaba a vestirme Vero volvió a despertarse.
- ¿Se puede saber qué haces?
- Vestirme. ¿Se puede saber qué ha pasado?
- No te acuerdas de nada ¿no? – dijo riéndose.
- De poco. Pero no sé cómo acabamos aquí.
- Tranquilízate, no nos hemos acostado.
- ¿No? – dije poniéndome de pie.
- Si nos hubiéramos acostado te acordarías, cariño.
No pudimos evitar echarnos las dos a reír.
- ¿Qué es lo último que recuerdas? – preguntó.
- No sé… cuando me enseñaste la luna por la ventana, creo.
- Bueno – se sentó en la cama, apoyando la espalda en el cabecero de madera – pues… ¿sabes la chica que vino con Diego?
- ¿La morena guapísima?
- Sí. Bueno… pues nos liamos.
- ¿Si? ¿Cuándo?
- Tú estabas dormida en el sofá. Y Diego ya se había ido.
- Bueno ¿y qué pasó? – dije volviendo a sentarme. Más que nada porque no entendía como de liarse con esa chica había pasado a estar en la cama conmigo casi desnuda.
- Pues eso, que estábamos bailando y liándonos en el salón y te despertaste. Así que te dije que te vinieras a la cama. Y… bueno que cuando llegué ya estabas desvestida.
- Pero espera ¿y qué pasó con la chica?
- Nada – dijo mirando hacia otro lado.
Y supe interpretar perfectamente esa mirada.
- Anda, cuéntame.
- Pues que ella quería que lo hiciéramos y… yo no.
- ¿Y eso? – pregunté realmente sorprendida.
- Es que es lo de siempre. Me lio con un chico o con una chica, lo hacemos una noche y ya está… nunca llego a sentir nada más. Y te dije que quería intentar que eso cambiara. Así que lo voy a intentar de verdad.
- ¿Entonces le pediste que se fuera?
- Sí. Y no veas lo que me costó…
Me eché a reír porque la entendía perfectamente; la chica era guapísima por lo que yo recordaba.
- Estoy orgullosa de ti – Ahora fue ella la que se rió.
- Bueno, pues eso, que llegué aquí y estabas casi desnuda. Me iba a marchar, pero es que te levantaste de la cama y me tumbaste en ella.
- ¿Qué?
- Sí. Y bueno…como no encontraba el pijama me metí solo con la ropa interior porque estabas pesadísima con que me tumbara ya.
- ¿Y por qué no me pusiste algo de ropa? – dije con algo de sospecha en la voz.
- No me dejaste Amy. Porque además de obligarme a que me tumbara, me abrazaste hasta que te quedaste dormida. Y no sabes lo difícil que es intentar dormir contigo sin sujetador y abrazada a mí.
Me puse un poco colorada.
- Lo siento.
- No pasa nada. Pero queda terminantemente prohibido que durmamos juntas cuando hemos bebido.
- Trato hecho – dije riendo.
Me levanté de la cama y me puse a buscar mi móvil entre todas las cosas que estaban por allí tiradas. La noche anterior lo había apagado nada más llegar a casa de Vero porque quería evitar a Britney y porque quería evadirme de la realidad. También ésa fue la razón por la que nos habíamos emborrachado. Pero había llegado el momento de volver al mundo real, a ese del que inútilmente había intentado escapar.
Encendí el móvil y había diez llamadas de Britney, algunas realizadas desde su casa y otras desde el móvil. También tenía tres mensajes:
El primero: No es lo que crees, no te montes ninguna paranoia por favor.
"Tarde" - pensé.
El segundo: Contéstame. Tenemos que hablar.
Y el tercero: Cuando quieras volver a hablar conmigo, llámame. Estoy dispuesta a quedar y a contarte toda la verdad.
¿Toda la verdad? Nunca creí que oiría esas palabras de ella; nunca creí que llegaríamos a un punto en el que tuviéramos que confesar lo que habíamos estado ocultando… nunca pensé que me iba a ocultar nada… hasta aquel día en que me dijo que quería espacio, hasta ese momento en el que supe que algo se callaba.
Había llegado el momento de volver a hablar con ella y aclararlo todo, de verla y decidir, de volver a estar a su lado como antes, tan unidas que era casi imposible delimitar quién era quién… o de alejarme definitivamente de ella.
Cogí el teléfono y marqué su número casi mecánicamente, como si tuviera grabados los movimientos necesarios en los dedos después de haberla llamado tantas veces, como si el número fuera tan solo uno de los miles de fragmentos de ella que ya estaban dentro de mí.

martes, 27 de julio de 2010

CAPÍTULO 27 (PARTE 4)

18 horas antes:
- Deja la mochila en mi habitación – me dijo Vero – te espero en el salón.
Y no sé muy bien por qué pero en cuento entré por la puerta, en cuanto vi su cama y sus cosas, me sentí como en mi propia casa. Y fue sin duda el mejor sentimiento en lo que llevaba de día.
- No quiero hablar de ella – dije entrando en el salón – ni que me la menciones ni nada.
- Vale. ¿Entonces no me vas a contar lo que ha pasado?
- No… solo quiero pasarlo bien, olvidarme por un día, bueno, por una noche, de lo que siento por ella.
- ¿Y cómo se supone que voy a conseguir eso?
- No lo sé.
- Empecemos por ir a comprar alcohol.

17 horas antes:
En el súper tuvimos que pedirle a uno de los chicos de dieciocho años que estaba en la cola que nos comprara el alcohol.
Una vez fuera de allí decidimos ir directamente a casa de Vero las dos solas, aprovechando que sus padres no estaban.

15 horas antes:
- ¿Me pones otra? – dije estirando el vaso vacío hacia ella.
- Bueno, pero cálmate; que yo casi me acabo de sentar y tú ya vas a empezar la tercera copa.
- Es que tardabas tanto…
- Estaba haciéndote la cama para luego.
- Haber avisado y te ayudaba. Y… ¿entonces no dormimos juntas?
- No sé, como quieras. Pero repito, baja el ritmo que además a ti el vodka te sube mucho.
- Fuiste tú la que propuso comprar.
- Para que no pensaras en ella…
- Bueno… pues si no lo bebemos el alcohol no hace magia.
Se rió irónicamente.
- Y si lo bebemos tampoco.
- Pero te hace creer que sí.


A partir de las13 horas antes:
Era aproximadamente la una de la madrugada. Vero había puesto música y la última vez que miré, a la botella de vodka le quedaba más o menos la mitad.
Llevábamos bailando y bebiendo gran parte de la noche. Y tengo que reconocer que me lo estaba pasando genial.
- Tengo hambre – dijo yendo hacia la cocina. Y me llamó desde allí.
………

En algún momento que fui al baño escuché el móvil sonando desde la habitación en la que había dejado la mochila.
- ¿No lo coges?
- Es ella. Voy a apagarlo.
Fui allí y tras comprobar que sí era Britney, apagué el móvil sin querer mirar los mensajes o contestar a las llamadas.
………

Recuerdo haber visto a Vero tirada en el suelo en algún momento, aunque no sé bien por qué.
………

Lucky de Jason Marz y Colbie Caillat empezó a sonar, y como era una canción lenta, Vero me agarró para bailarla juntas.
………

En algún momento se nos acabó la mezcla y, para no beber vodka solo, llamamos a Diego por si quería venir y traernos de paso alguna cerveza de la tienda abierta veinte cuatro horas.
………

- ¿Por qué tendremos tan mala suerte? – dijo Vero tambaleándose y echándose después en el sofá.
- ¿Tan mala suerte?
- En el amor.
- Ah… Tampoco tenemos tan mala suerte.
- Habla por ti, Amy.
- Venga….
- ¿Qué? Tú tienes a Britney.
- Y tú me tienes a mí.
………

Cancer de “My Chemical romance”.
- Quita esa canción por Dios – dije suspirando.
………

Diego llegó con unos amigos y una chica morena guapísima. En cuanto ella entró Vero y yo nos miramos como buscando con la mirada la opinión de la otra; no hacía falta decir más.
………

Vero me cogió la mano para que fuera a ver la luna desde la ventana.
………

Cuatro de la mañana; la última vez que miré el reloj.


No recordaba nada más cuando me desperté semidesnuda al lado de Vero esa mañana. Había inmensas lagunas en mi memoria sobre esa noche como consecuencia del alcohol y solo conseguía recordar esos instantes aislados.

CAPÍTULO 27 (PARTE 3)

38 horas antes:
La película había acabado y Vero se marchaba ya a su casa así que la acompañé hasta la puerta.
- ¿Estás bien Amy? – dijo girándose en el umbral.
- No mucho.
- ¿Problemas con Britney?
- Sí, pero no me apetece hablar de ello ahora, de verdad.
- Vale.
- Cuando lo haya procesado o entendido mejor te llamo.
- Ven aquí.
Me abrazó debajo de la puerta. Metí las manos dentro de su abrigo para rodearle la espalda y hundí el rostro en su cuello. Sentí que al menos alguien estaba intentando estar ahí para mí.
- Quédate – le susurré.
- ¿Qué?
- Quédate a dormir.
- No puedo, no avisé en casa ni nada.
- Es verdad, vale.
- Lo siento – dijo volviendo a abrazarme – Sabes que me quedaría todos los días si pudiera. Pero si quieres ven mañana a casa. Mis padres tienen una boda en León y se quedan a dormir allí.
- Vale.
Me despedí de ella prometiendo que hablaríamos a la mañana siguiente, sábado.

27 horas antes:
Me había despertado temprano esa mañana, a pesar de que aún seguía algo cansada. Llamé a Vero para explicarle lo que pasaba con Britney y se quedó tan sorprendida como yo. Tampoco se creía que de la noche a la mañana sus sentimientos hubieran podido cambiar tanto. Pero me aconsejó que intentara hablar con ella una vez más, que intentara demostrarle por enésima vez que fuera lo que fuera lo que le ocurría me tenía allí, podía contármelo sin tener que inventarse esas cosas, sin tener que apartarme de ella.
Durante esa mañana, intentando estudiar, lo único que fui capaz de hacer es recordar un montón de momentos y frases compartidas con Brit y que ahora, simplemente, no encajaban con aquello: un día, mientras veíamos una película en la que aparecía una boda, ella diciéndome que la nuestra sería mucho más bonita; ella grabando nuestros nombres en un puente; ella hablando sobre cómo serían nuestros hijos; apuntando en el calendario de su ordenador el día en el que haríamos cinco años, decorando mentalmente nuestra casa… sonriendo, llorando, planeando, soñando… pero siempre juntas, siempre pensando que nuestra relación iba continuar en el tiempo. Nunca la oí plantearse la posibilidad de que eso no fuera a ser así. Nunca utilizaba el singular cuando hablaba de futuro; éramos una y el plural impregnaba esa supuesta visión. Y aunque solo fuera por eso, aquella situación y su comportamiento no encajaban.

21 horas antes:
Hacia las cinco de la tarde me vestí para bajar a casa de Britney a intentar hablar con ella. No quería mostrarme débil o resultar patética, pero tampoco que jugara conmigo. Y, de todas formas, ¿a quién pretendía engañar? Tal vez ella a mí ya no, pero yo aún la necesitaba, aún me sentía vacía sin ella.

20 horas antes:
Podría haber ideado mil cosas que decir o hacer para intentar que todo siguiera como antes, pero para mí en esa situación lo único sincero y que me salía de dentro era decirle lo mucho que la quería.
Podía haber imaginado mil escenas en su casa, desde que pulsé el timbre hasta que cogí el ascensor para volver a la mía, pero probablemente ninguna se habría acercado a lo que pasó en realidad.
No fueron sus ojos los que vi cuando la puerta se abrió, ni sus manos las que se posaron sobre el pomo. No era su pelo el que caía mojado sobre los hombros que yo ahora veía, ni era su cuerpo el que estaba envuelto en una toalla blanca. No era Britney. Nunca había visto a aquella chica rubia de ojos marrones; no la conocía de nada, pero parecía tener nuestra edad.
- ¿Está Britney? – dije sorprendida.
- Está en la ducha.
¿En la ducha? Aquella chica, definitivamente, acababa de salir de la ducha cuando llamé. Y Britney estaba allí. Había visto su casa por dentro y no había más de un baño. No hacía falta pensar mucho para llegar a una conclusión.
Las frases de Britney del día anterior retumbaron en mi cabeza: “necesito que lo dejemos, al menos un tiempo”, “pero nos han pasado demasiadas cosas en muy poco tiempo y a lo mejor no estaba preparada para tanto”, “tal vez fingía”, “necesito tiempo para pensar y tal vez para salir con otra gente”. ..
Salir con otra gente… ¿era esa chica “otra gente”?
- Quieres pasar para esperarla – me dijo ella, aunque lo oí desde lejos, como si no fuera conmigo.
Era guapa; en ese momento, jodidamente guapa.
- No gracias.
Me giré y volví a entrar en el ascensor.
¿Era eso lo que de verdad pasaba? ¿Estaba Britney viendo ya a otra?
Mientras las puertas del ascensor se cerraban no pude evitar darme cuenta de que aquello me había destrozado.

CAPÍTULO 27 (PARTE 2)

48 horas antes:
“Tenemos que hablar”
Leí una sola vez el papel que Britney me había pasado desde el pupitre de atrás. Pero la frase se repitió unas diez veces en mi mente. Tenemos que hablar. Es una de las peores cosas que se le puede decir a tu pareja, porque todo el mundo sabe que “tenemos que hablar” suele implicar algo malo. Me giré para verla y tratar de deducir algo pero no fui capaz de decir nada. Tenía miedo de saber de qué teníamos que hablar. No me pareció enfadada o desilusionada y ni siquiera triste. ¿Preocupada? Tal vez.
Tendría que esperar una hora más, a que acabaran las clases, para saber de qué se trataba. Durante esa hora los minutos parecían quedar suspendidos en el aire, como una hoja en otoño que se aferra hasta el último instante a su árbol, oponiendo cualquier atisbo posible de resistencia ante su inminente caída, ante lo inevitable que está por llegar. ¿Era yo la que me aferraba al presente, intentando detener el tiempo, o era el mundo? Fuera quien fuera inevitablemente el momento llegó.
- ¿Qué pasa? – dije mientras salíamos de clase.
- Aquí no. Te lo cuento fuera.
Tardamos cinco minutos como mucho en salir del instituto y llegar a un banco alejado, donde poder hablar a solas. Pero todo ese trayecto desde la clase al banco se me quedó grabado, como una película, como una anticipación de lo que estaba por llegar. Cinco minutos, tal vez menos, pero los recuerdo como a cámara lenta: salimos de clase y ella se agachó para coger su paraguas, pasamos por delante de los baños de los que salieron dos chicos haciendo el idiota, bajamos las escaleras y una amiga pasó a mi lado y me saludó, en la puerta del instituto dejé pasar a un profesor y luego salimos, miré el cielo nublado cuando estuvimos fuera, ella suspiró antes de sentarse en el banco. Miles de detalles enanos que configuraban tan solo mi recuerdo de cinco minutos de mi vida, de mi relación con Britney, pero de alguna forma siempre fueron cinco minutos simbólicos. Porque por su mano temblorosa cuando me pasó el papel, por la forma de evitar mi mirada cuando me giré, por cómo caminaba a mi lado intentando cuidadosamente no rozarse conmigo… supe antes de que aquella conversación empezara que algo así iba a pasar.
- Sabes que te quiero… - dijo, en lo que, sin duda, no era un buen comienzo.
- Y yo a ti.
Otro suspiro. Y seguía sin levantar la mirada, seguía evitando rozarme, seguía a kilómetros de allí.
- Pero necesito…
No lo digas. No lo digas. No lo digas.
- Necesito que lo dejemos – continuó – al menos un tiempo.
Me quedé helada. No lo entendía. Algo había pasado; algo que no alcanzaba a comprender; algo que había cambiado el presente, el pasado y el futuro; que había alterado el orden lógico de las cosas dando como resultado un mundo en el que David no venciera a Goliat, en el que los Beatles, los Rolling o Nirvana nunca hubieran tocado, en el que Armstrong nunca hubiera pisado la luna, en el que Julieta cuando encontró muerto a Romeo no se hubiera clavado un puñal para morir a su lado… un mundo sin rock, sin magia, sin esa cosa inexplicable y trastornadora a la que algunos llaman amor… un mundo sin ella a mi lado.
- ¿Qué ha pasado? – pregunté en cuanto pude reaccionar.
- Nada.
- Nada no. Me estás diciendo que quieres que nos demos un tiempo pero hasta hace nada todo parecía ir bien. ¿Qué ha cambiado?
- No lo sé Amy. Pero nos han pasado demasiadas cosas en muy poco tiempo y a lo mejor no estaba preparada para tanto. Y el cáncer, no sé, me ha ayudado a darme cuenta de que solo tengo 17 años… y estoy en una relación estable, y me siento como si ya estuviéramos casadas y no sé si es lo que quiero – No fue por lo que dijo sino por cómo lo dijo; por ese tono despectivo, alejado y ajeno con el que definió nuestra relación.
- Pensé que esto también te hacia feliz a ti, que las dos lo queríamos.
- Pues tal vez te equivocaste – fue seca, cortante; no parecía Britney.
- Pero hace tan solo tres días pasaste la tarde en mi cama acostándote conmigo y hablando durante horas. Y creo que pocas veces te he visto tan feliz – inconscientemente sonreí ante ese recuerdo.
- Tal vez fingía.
Alaska, Suecia, Noruega, Rusia o Finlandia en pleno invierno a no sé cuántos grados bajo cero eran menos fríos que el jarro de agua que me cayó encima con esa frase. Pero al mismo tiempo una parte de mí se incendió; una que sentía impotencia porque notaba a Britney más alejada de mí que nunca, que sentía rabia por cómo me estaba tratando, que estaba cabreada con el mundo y con ella, pero sobre todo, que estaba confundida, que no entendía nada. Fuego y hielo. A la vez.
Me acerqué a ella.
- Britney ¿qué está pasando? ¿qué estás haciendo? – puse suavemente una mano sobre su pierna pero la apartó – sé que has pasado por muchas cosas y que no ha sido fácil pero no lo pagues conmigo, no me trates así, incluso aunque hayas dejado de quererme…
- Yo no he dejado de quererte – me interrumpió y por un instante, mientras dijo eso vi la duda brillando en sus ojos y lo que fuera que estaba pasando desapreció, lo que fuera que tuviera preparado estuvo a punto de desmoronarse y por un momento ella estuvo a punto de volver a ser la chica con la que llevaba meses saliendo.
Reduje poco a poco la distancia entre las dos y le acaricié levemente la mejilla pero justo cuando estábamos tan cerca que casi podía besarla, la nueva versión de Britney volvió a emerger y se apartó.
- Amy, de verdad, necesito tiempo para pensar.
No supe qué decir.
- Y tal vez – continuó - para quedar con otra gente.
- ¿Con eso te refieres a salir con otra gente?
- Sí.
Solté una risa irónica mientras me ponía de pie. Aquello era demasiado. Me faltaba poco para romper a llorar pero no quería que me viera así.
- No sé quién eres – susurré antes de irme.

40 horas antes:
- ¡Te suena el móvil! – me gritó mi hermana desde el salón.
Cogí la pepsi que había ido a buscar y fui corriendo hacia allí. Vero, Naira y yo estábamos viendo una de mis películas favoritas, La boda de mi mejor amigo.
- Era un sms – dijo Vero, que supuse que había reconocido la melodía que tengo para los mensajes.
Cogí el móvil de la mesa y lo leí sentándome en el sofá.
“Siento cómo te he tratado hoy. Pero sigo pensando lo que dije. Por favor, no me odies.”
Era contradictorio: por una parte me pedía perdón, pero por otra Britney no se arrepentía de lo que había dicho sobre nuestra relación y sobre salir con otra gente. Contesté lo único que tenía claro en ese momento:
“Jamás podría odiarte”

CAPÍTULO 27 (PARTE 1)

Oí el despertador a lo lejos, amortiguado por algo que debía tener encima. El sonido me retumbó en la cabeza y por instinto me llevé las manos a ésta como si así el dolor se fuera a ir. Volví a meterme debajo de la manta, pensando que tal vez así la alarma pararía de sonar. Y, milagrosamente, dejé de escucharla; aunque más bien porque alguien la apagó. Me costó abrir los ojos, pero cuando lo hice la vi vestida solo con ropa interior negra y con el despertador en la mano. Segundos después volvió a tumbarse en la cama. Y yo volví a cerrar los ojos. Me di cuenta de que esa sensación en el estómago y esa sed eran las consecuencias que siempre padezco cuando tengo resaca. Fue entonces cuando me pregunté por qué la tenía y cuando fui realmente consciente de que acababa de ver a Vero a medio vestir apagando el despertador y tumbándose en la misma cama que yo. ¿En la misma cama? ¡¿sin ropa?! Miré hacia abajo tan solo para confirmar que también estaba semivestida, pero yo ni si quiera tenía el sujetador puesto.
Una luz roja de alarma se encendió inmediatamente en mi cabeza. Quité el edredón de un tirón y me incorporé de golpe.
- ¿Qué coño pasó ayer?
Sin moverse apenas y volviendo a taparse con el edredón, Vero contestó:
- Shhhh. Más bajo por Dios, que me estalla la cabeza.
- Perdona.
¿Qué había pasado? ¿Lo habíamos hecho? ¿Por qué sino estábamos semidesnudas juntas? ¿Se acordaba ella de algo? Porque yo ni siquiera recordaba haber bebido.
Me dispuse a bajar de la cama y, justo como una señal ante ese último pensamiento, pisé una de las muchas botellas de cerveza que había por el suelo. Definitivamente sí, habíamos bebido.

lunes, 28 de junio de 2010

CAPÍTULO 26

- ¿Qué haces? – llegué a clase y vi a Britney escribiendo. Pensé en que no había nada que hacer de ninguna asignatura por eso me sorprendió.
- Escribo.
- No me digas… yo que creí que bailabas.
- Tú y tu ironía – dijo de forma dulce.
Me acerqué apoyándome en su mesa y besándola brevemente.
- Buenos días.
Abrió los ojos tras el beso y la vi sonreír. Llevaba una camiseta blanca de tirantes, debido al calor que hacía y un colgante de cuerda negra alrededor del cuello, con el símbolo de la paz en gris. El pelo suelto, que acababa de echarse hacia atrás en un gesto muy típico de ella, le caía sobre los hombros. A pesar de la enfermedad y de la quimio, a pesar de todo, seguía siendo preciosa.
- Buenos días.
- Dime… ¿qué escribes?
Me senté en su regazo y empezó a forcejear conmigo para cerrar la libreta antes de que pudiera leer nada.
- He empezado un diario.
A pesar de que ya no forcejeábamos porque ya había decidido no intentar leerlo si no me dejaba, seguí sentada sobre ella, abrazándola.
- ¿Y no voy a poder leerlo?
- Algún día…
- ¿Algún día?
- Sí, el último día del año te lo daré.
- ¿El último día?
- Lo decidí ayer, cuando lo empezaba. Lo escribo para ti. Y el último día del año te lo daré, pase lo que pase. Pero tienes que prometerme que tú no intentarás leerlo antes, pase lo que pase.
- Te lo prometo.
- ¿Seguro?
La miré a los ojos y me di cuenta de que estaba hablando en serio.
- Seguro.
No volví a verla escribiendo ese diario. Ninguna de las dos volvió a mencionarlo. Supongo que para que nos fuera más fácil cumplir nuestras promesas. De alguna forma aquel día fue tan solo un sueño, un espejismo que vendría a mi mente en algunos momentos en el futuro. Pero intenté no pensar en ello o en lo que estaría escribiendo; por eso dejé aquella conversación en puntos suspensivos.
Ella no cumplió su promesa, porque no me dio el diario el 31 de diciembre; llegó a mis manos antes de ese día. Pero yo sí cumplí la mía y no leí ni una palabra hasta el día en que le prometí que lo haría.

lunes, 21 de junio de 2010

CAPÍTULO 25 (PARTE 2)

Once de la noche. Sábado. Vero y yo en el cine, viendo una mierda de película que ya llevaba una hora de duración y que no había conseguido que me riera ni una vez cuando, se supone, que el objetivo de una película cómica es hacer que el espectador se ría.
- ¿Nos vamos? – dijo Vero mirando hacia mí.
- Sí, por favor.
Bajamos las escaleras a oscuras y esperé a estar fuera de la sala para decirle:
- ¡Que coñazo de peli!
Se echó a reír.
- Estaba esperando a ver si decías algo de irnos, pero ¡Jesús! Ya llevábamos una hora y no aguantaba más, así que pensé: lo digo yo y punto.
- Menos mal, porque yo también estaba esperando a que dijeras algo…
- Y sabes por qué aguantamos toda una hora ¿no? – dijo mientras salíamos a la calle.
- Porque la chica estaba buena.
- Eeeexacto.
Ambas empezamos a reír de nuevo.
- Pero ya era demasiado coñazo – añadió – incluso aunque estuviera la chica.
- Ya.
- Y al fin y al cabo para ver a una tía buena te tengo a ti.
- ¡Vero!
- ¿Qué? ¿Ahora tengo que fingir que no lo eres? Y yo que pensé que estábamos en una sociedad abierta y todo eso…
- ¡Boh!
Me agarré a ella mientras cruzábamos la calle a modo de agradecimiento por lo que había dicho.

- Bueno ¿y tú cómo estás? – preguntó Vero cuando nos sentamos en una cafetería cerca del cine.
- ¿Cómo estoy de qué?
- ¿Creíste que no iba a darme cuenta del día que era, que iba a pensar que era una casualidad que me llamaras justo hoy para salir a hacer algo juntas?
- No sé a qué te refieres.
- Ya – dijo con tono irónico – Tampoco sabes que hoy es 5 de abril ¿no?
Suspiré. ¿Realmente creí en algún momento que no se iba a dar cuenta?
- Ok, tienes razón.
- ¿Por qué tratas de ocultármelo? Todos los años hacemos algo juntas este día y todos los años tratas de hacer cómo que no pasa nada.
- Porque no es fácil para mí.
Se levantó de su sitio y se sentó en el banco en el que estaba yo, a mi lado.
- Ya lo sé, Amy. Pero a estas alturas, después de tantos años juntas, también deberías saber que no puedes ocultarme nada y, sobre todo, que no tienes por qué hacerlo.
Intentó acariciarme pero tan pronto como acercó la mano a mi pelo me acerqué a ella apoyando la cabeza en su hombro y abrazándola.
- ¡Agh! Odio este día. No sé por qué pero siempre me afecta, por mucho tiempo que haya pasado, aunque ya lo tenga superado, en esta fecha siempre me parece que vuelvo a estar en el mismo punto que entonces – dije casi susurrando.
- Es normal que el aniversario de la boda de tus padres te afecte, aunque ya no estén juntos, aunque hace años que lo has asumido. Simplemente te pones a pensar en cómo habrían sido las cosas si no se hubieran separado, a mí me pasa lo mismo en el aniversario de los míos.
- ¿De verdad?
- Claro. La única diferencia es que yo ese día te llamo y te digo que estoy mal y necesito animarme en cambio tú haces como que no pasa nada, hasta que yo consigo sacártelo. Pero bueno, sabes que yo te quiero igual.
Sonreí, porque para bien o para mal, tenía razón. Pero lo cierto es que con esa frase Vero había resumido gran parte de mi carácter: por un lado tengo esa tendencia a no contarlo todo, o a tardar en hacerlo, a dejar que sean los demás quienes vayan descubriéndome (lo que a veces supone pérdidas de tiempo, malentendidos…); y por otro lado, es verdad que esa fecha me afectaba especialmente, no porque se hubieran divorciado, porque eso al fin y al cabo sucede en muchas familias, sino por lo que vino después (por los años de peleas, porque mi padre se fue de la ciudad, a cientos de kilómetros de aquí, por las situaciones incómodas, las navidades, cumpleaños, cenas, celebraciones, tristezas… no compartidos).
Porque siempre tuve claro que lo que más me había afectado en la vida no era que mis padres no estuvieran juntos, sino que mi padre no estuviera conmigo, que no se portara como un padre. Odiaba cuando después de que yo dijera que vivía con mi madre y mis hermanos o después de que siempre los mencionara solo a ellos, alguien me preguntaba “¿y tu padre?”. Odiaba tener que decir “no vive aquí”. Pero lo que más odiaba no era que no viviera aquí sino tener la completa certeza de que esas personas que preguntaban, con el tiempo, si se relacionaban conmigo, se darían cuenta de que él no solo no vivía aquí, sino que nunca estaba aquí, era una ausencia permanente en mi vida. Era como la entrada que conservas de aquel concierto al que al final no pudiste ir, como las fotos de anuario de los compañeros de último curso a los que nunca volviste a ver, como los sueños que tanto perseguías cuando eras niño y que no alcanzaste, como el momento que nunca lograste olvidar pero que nunca volvió a repetirse, como un final abierto que no es el que esperabas, como un libro sin acabar, como un borrón en una carta que nunca llegaste a descifrar, como un “te quiero” no escuchado o nunca dicho, como una voz olvidada por el paso del tiempo, como un viaje interrumpido. Siempre estuvo ahí, pero porque yo le tuve presente, no porque realmente estuviera. Fue una sombra de lo que debió ser. Y una sombra, permanente año tras año, puede dificultar tu visión. Tal vez ahora, años después, yo seguía sin ver las cosas claras.
Y lo cierto es que con mi padre tan solo recuerdo algunos escasos momentos memorables. Existentes, sí, pero escasos para tratarse de la influencia positiva de un padre en su hija durante 16 años y, sobre todo, lejanos. Recuerdos como el de habernos tirado por un tobogán de agua en un hotel, como el de ir cantando juntos canciones de Laura Pausini y los Back street boys en el coche cuando me llevaba a la playa, como el de un día en que aún estaba en casa y no tenía que trabajar y me cogió en brazos para jugar juntos al ordenador, como cuando me levantaba en el aire y bailaba conmigo o como cuando venía a recogernos para pasar el fin de semana juntos. Pero la verdad es que son vagos recuerdos que tal vez incluso estén idealizados por el paso del tiempo o que no sean del todo reales sino producto de lo que alguien me contó o de una foto.
Hace tiempo descubrí unas cartas que mi padre le escribió a mi madre cuando estaba de misión con el ejército en Bosnia. Mi madre las guardó por si algún día mis hermanos o yo queríamos leerlas, pero nadie sabe que lo he hecho. En ellas descubrí que cuando habla de cómo sonaba mi voz por teléfono o de cómo se acordó de mí cuando vio en una película que el peluche del niño se llamaba como mi primer peluche, Howie; mostraba una ternura enorme por la forma en que se refería a mí, por la forma de hablarle a mi madre. Nunca supo mostrarme esa ternura. Y siento que él ya no es esa persona y que, desgraciadamente, yo nunca llegué a conocerle cuando aún lo era. Pero, pese a quien pese y a pesar de todo lo que ocurrió después, en esos recuerdos escasos que conservo, él era un héroe para mí. No he llegado a entender cómo pudieron estropearse tanto las cosas, cómo llegó a ser tan solo una sombra. Como leí en Beatriz y los cuerpos celestes de Lucía Etxebarría: Imposible determinar a qué edades corresponden estos recuerdos. Imposible precisar en qué momentos se desgajó ese frágil cordón que nos unía. Imposible convenir cuándo tomé partido por mi madre y empecé a odiarle. Imposible averiguar hasta qué punto le quise, pero una semilla de dolor en el recuerdo me hacía sospechar que sí le quise mucho, cuando era muy pequeña, de esa forma absoluta en que todos los niños adoran a sus padres.

CAPÍTULO 25 (PARTE 1)

ABRIL 2009:
Había quedado con Britney en su casa para hacer juntas los deberes. Cuando llegué estaba sola. Llevaba un pijama puesto por la parte de abajo y una camiseta para hacer deporte.
- ¿Estás bien? – dije.
- Sí, solo cansada.
- Si quieres puedo irme y te dejo dormir,
Me agarró del brazo para que me acercase a ella y no me fuera hacia la puerta.
- Me gusta tumbarme en la cama cuando tú también estás en ella. ¿Puedes hacer allí los deberes mientras descanso?
- Claro.
Sonrió dulcemente agarrando mi mano para llevarme a la cama. Me senté apoyada en la cabecera de la cama y tapada con el edredón, mientras ella se tumbaba a mi lado. La dejé dormir unos veinte minutos intentando no hacer ruido o no moverme demasiado, mientras hacía los deberes.
Noté una mano en mi pierna. Miré hacia abajo. La vi sonriendo aún medio dormida. Me agaché para darle un beso en la mejilla, dejando que mi pelo cayera sobre su cara. Y entonces abrió los ojos. Nos quedamos un rato sin decir nada, simplemente mirándonos.
- No lo digas.
- ¿El qué? – preguntó sorprendida.
- Sea lo que sea no lo digas.
- No sabes lo que iba a decir.
- Ya. Pero tienes esa mirada… esa que pones cuando vas a decir algo que sabes que no quiero oír.
- Me conoces demasiado bien – por un momento creí que iba a acabar la frase ahí – pero quiero decirlo, aunque tú no quieras oírlo.
- ¿Por qué?
- Porque a lo mejor aunque ahora no quieras oírlo dentro de un tiempo mirarás atrás y recordarás que lo dije.
Se quedó callada unos instantes y empecé a tener curiosidad.
- ¿Qué era?
- Solo iba a decir que no quiero que nunca olvides este momento, esta sensación, lo que has sentido cuando me has visto despertarme y te has agachado a darme un beso.
Estuve a punto de echarme a llorar. Me levanté de la cama cabreada, sentimentalmente alterada y mientras daba vueltas sin sentido por la habitación empecé a hablar.
- ¿Por qué me haces esto? ¿No entiendes que cada vez que me hablas como si fueras a irte me rompes el alma?
- No puedo evitarlo.
- ¿No entiendes que es como una patada en la conciencia, que me jode un montón oírte decir eso… que el efecto es más fuerte que mil anfetas y trescientos tequilas?
Se levantó de la cama para encontrarse conmigo. Ahora yo ya estaba llorando. Y me contestó casi gritando.
- ¿Y tú no entiendes que necesito hacerlo? ¿Crees que me apetece, que me gusta sentirme así? Tú no sabes lo que es levantarte cada día luchando por vivir. Tú no sabes lo que es levantarte una mañana de la cama y no saber si volverás a acostarte esa misma noche.
Me acerqué un poco intentando agarrarla por el pijama para atraerla hacia mí, pero no me dejó. Siguió hablando:
- ¿No entiendes que nunca me perdonaría a mí misma no haberte dicho todo lo que siento? Para mí tampoco es fácil…
No aguanté más, me abracé a ella llorando y, entre lágrimas, creo que le susurré “lo siento” unas mil veces.

miércoles, 2 de junio de 2010

CAPÍTULO 24 (PARTE 3)

- Vale, aquí es. Ciudad distinta, continente distinto.
Nos habíamos parado delante de una fuente de piedra, con luces dentro del agua que como ya eran las nueve de la noche, estaban encendidas. Estábamos en la parte vieja de la ciudad, en la que las casas no eran demasiado altas y estaban hechas todas de piedra.
- Vamos a pedir un deseo – dije buscando en mis bolsillos a ver si llevaba alguna moneda.
Miró alrededor y a la fuente antes de aventurarse a decir:
- ¿La Fontana de Trevi?
- Exacto. Roma.
- Nunca había estado en Italia antes.
- Ni yo.
Se acercó a mí agarrándose a mi cintura, acomodando su cuerpo sobre el mío. Podría pasarme así horas.
- Pido uno por las dos – dije mirándola y levantando la moneda, pero sin soltarla a ella.
- Claro.
Evidentemente no lo dije en alto. No creía mucho en eso de que si dices en voz alta lo que deseas nunca se te cumple, pero era demasiado importante como para correr riesgos. Decirlo en voz alta, además, lo convertía en algo real. Cada vez que hablábamos de ello, que había una evidencia de que eso estaba ahí, se iba haciendo más y más real en mi subconsciente. Creo que por eso casi no hablábamos del cáncer. A veces lo afrontaba, como antes, en su habitación, cuando le pregunté si estaba teniendo efectos secundarios. Pero otras veces intentaba ignorar las señales… intenté no fijarme el día que dormimos en casa de Diego en esas heridas que se le estaban formando en la espalda, intenté no darle importancia cuando la veía irse corriendo al baño y la escuchaba vomitar, intenté no darme cuenta de que su cuerpo, ahora apoyado en el mío, estaba por momentos completamente agotado. Creo que el miedo, en algún momento, había empezado a jugar un papel importante en mi vida e, inevitablemente, en la suya también. Ella, que era la persona más valiente que había conocido. ¿Pero cómo no tener miedo?
“Que Britney se cure” dije mentalmente antes de tirar la moneda a la fuente. Lo repetí varias veces en mi cabeza mientras veía la moneda por el aire, mientras caía en el agua provocando unas ligeras ondas, mientras la veía hundirse y quedarse en el fondo de piedra.
Por suerte ella interrumpió mis negativos y masoquistas pensamientos.
- Ahora me toca a mí llevarte a un sitio.
La miré sorprendida pero asentí y dejé que me guiara.


Me llevó a la zona del río, y nos detuvimos en uno de los puentes que cruzan por encima el río.
- ¿Y bien? – dijo con expectación.
La miré y me fijé bien en donde estábamos para intentar averiguar donde quería hacerme creer que nos encontrábamos. Pero no tenía ni idea.
- Venga… ¿no lo reconoces? El puente sobre el río, totalmente iluminado, los barcos que surcan el agua y hacen un pequeño recorrido alrededor de la ciudad, llenos de turistas ansiosos por reencontrarse con sus sueños.
- ¿Con sus sueños?
- Con los sueños que tenían sobre esta ciudad, con la imagen que de ella se habían creado.
- Sigo sin saber dónde estamos.
- Las luces – continuó – el ambiente bohemio, el romanticismo…. ¿Cómo puedes no reconocer tu ciudad?
- París.
- París.
Bajamos del puente y comenzamos a pasear lentamente por la orilla del río, abrazadas.
- Te prometí que un día te llevaría de nuevo a París. Y hoy, que estamos aquí, tengo que decirte que siempre estaré en deuda con esta ciudad.
- ¿Por qué? – pregunté rápidamente.
- Porque gracias a ella volviste a creer en el amor, si no, tal vez, hoy no estaríamos aquí.
La agarré del abrigo atrayéndola hacia mí para poder besarla. Se acomodó apoyándose en la barandilla.
- Gracias por traerme Brit.
- Gracias por venir – Sonreí – Y además tenía que hacerlo, tú ya me llevaste a otras dos ciudades, había que compensar un poco.
- Cierto.
Intercambiamos una breve sonrisa antes de seguir nuestro paseo por París.

CAPÍTULO 24 (PARTE 2)

La llevé al parque más grande de nuestra ciudad, que tampoco es que fuera muy grande, pero era lo que había.
- Vale, ya estamos – dije una vez allí, mientras seguíamos caminando entre los árboles.
- ¿Ya estamos?
- Sí. Es aquí.
- ¿Y cuál es tu idea? ¿Qué querías enseñarme?
- ¿No lo ves? Mira a tu alrededor.
Se giró brevemente pero bastante confusa.
- Yo lo veo todo como siempre.
- ¿En serio? – Intenté hacerme la loca - ¿De verdad no lo ves Brit?
- ¿El qué?
- Todo.
Cogí suavemente su mano para apuntar con ambas manos juntas al horizonte.
- ¿No ves aquellos rascacielos enormes a lo lejos; brillantes, imponentes, sobrecogedores? – Apunté a propósito a un sitio en el que no se veía nada más que el cielo - ¿No ves a toda esta gran cantidad de gente paseando? – Me giré haciendo un gesto con los brazos; estábamos completamente solas - ¿No oyes a los músicos tocando a lo lejos, a los perros ladrando? ¿No oyes los murmullos de las conversaciones de la gente?
Soltó mi mano con una expresión medio sorprendida medio asustada. Me hizo gracia que mi actitud la estuviera desconcertando.
- ¿No ves estos árboles enormes? – proseguí – Éstos que salen en muchas películas; cuando el protagonista deportivo sale a hacer ejercicio, cuando la chica guapa pero con poco dinero pasea por aquí a los perros de otros y casualmente se encuentra al amor de su vida, cuando el típico niño rico recién salido del Upper East Side decide venir aquí a fumar un poco de hierba con sus amigos.
Al ver que seguía en silencio y con una expresión de diversión continué.
- Dime la verdad, ¿no ves esos lagos enormes, esas preciosas fuentes siempre en funcionamiento…? ¿No ves la pista de hielo, aún funcionando a pesar de que estamos ya empezando marzo?... ¿Aún no sabes dónde estamos? ¿En qué parque, de qué ciudad, de qué país?
- Estás loca – dijo riendo.
- Oh… ¿Me habré traído a este viaje a mi amante en vez de a mi novia?
- Idiota – me pegó suavemente sin dejar de sonreír – Sí, lo sé, Central Park, Nueva York, Estados Unidos.
- Menos mal… creí que habías perdido el avión.
Negó con la cabeza al aire como indicando que yo estaba completamente loca, pero me abrazó dos segundos después.
- Sé que es una tontería – susurré en su oído sin separarme de ella – y que algún día iré contigo realmente a todos esos sitios de tu mural, incluido Central Park, pero quería hacerte sentir durante un instante que ya estábamos allí, lejos de las preocupaciones, lejos de todo. Disfrutando de un sitio precioso.
Me besó entrelazando su mano con mi pelo.
- ¿Cómo se puede ser tan idiota y tan romántica a la vez? – dijo tras separarnos.
- Soy así… A lo mejor tenías que haberte fijado en otra chica más cuerda, más sensata, más realista o menos impulsiva.
- Me gusta que seas tú. Y me gusta haberme fijado en ti. Y ahora – dijo cambiando de tema y de tono de voz - ¿Seguimos nuestro viaje por el mundo?
- Claro. Aún quiero enseñarte otro sitio antes de que dejemos Nueva York.


Dimos la vuelta a la esquina y me paré.
- Aquí estamos – dije con los brazos abiertos abarcando la calle que estaba ante nosotras – Atenta a esta calle enorme, llena de teatros con grandes entradas y puertas. Estamos rodeadas de gente caminando, de taxis amarillos en la carretera…
Seguimos caminando.
- Mira – dije señalando sobre nosotras – son los grandes carteles de neón, luminosos, que anuncian el nombre de los espectáculos.
Justo en ese momento llegamos a la altura de dos cines antiguos, uno en cada calle, abandonados. En una de las cristaleras en las que antaño lucían los carteles del último gran éxito, ahora solo reposaba un viejo cartel, consumido y desgastado por el tiempo, de una película estrenada hace años.
- Es la calle del talento – proseguí – la calle del teatro, de los musicales, del espectáculo, de la magia ¿de?
- Broadway – dijo sonriendo y siguiéndome el juego.
- Eeeexacto.
Me cogió la mano y seguimos paseando un rato más por Broadway, admirando el lujo de una de las calles más famosas de Manhattan, pensando en la cantidad de talento que había pasado por allí, en que personas como James Dean, Katharine Hepburn, Orson Welles o Grace Kelly habían estado en ese mismo espacio en el que ahora nos encontrábamos, en esa calle que hace esquina con la 7ª avenida en Times Square, en uno de los mayores símbolos de Manhattan. Mientras, yo seguía pensando en nuestro próximo destino.

CAPÍTULO 24 (PARTE 1)

MARZO 2009:
- ¿Qué tal el examen? – preguntó Britney dulcemente cuando llegué a su casa.
Me había pasado los dos días anteriores estudiando así que no nos habíamos visto desde el día después a su cumpleaños, cuando hacia las diez de la mañana nos fuimos de la casa de Diego, antes de que sus padres volvieran.
- Creo que bien. Historia se me da bien.
Hizo un gesto con la cabeza mientras soltaba una ligera sonrisita.
- ¿Qué? – pregunté.
- A ti todo se te da bien, pequeña.
- Boh. Sí claro… ambas sabemos mejor que nadie que no todo se me da bien.
- No perdona, yo sé mejor que nadie que todo se te da bien – lo dijo con una sonrisa pilla en la cara así que no pude evitar reírme también.
La abracé tirándola despacio sobre la cama.
- ¡Au! – Lo dijo muy bajo pero la oí.
- ¿Estás bien?
- Me duele la espalda.
- ¿Y eso?
- Tengo una herida. Es por la quimio.
Me quedé pensativa. Sé que no habíamos hablado mucho del tema salvo lo necesario pero me di cuenta de que debía preguntar más a menudo si estaba bien, física y mentalmente.
- ¿Algún efecto más?
- No… solo cansancio y de vez en cuando dolor en los brazos o en las piernas.
La miré detenidamente. Intentando, tal vez, decir con la mirada más de lo que era capaz de decir con palabras.
- Abrázame – susurró.
Y al instante estaba sobre ella. Apoyando la cabeza en su hombro. Presionando mi cuerpo con el suyo todo lo fuerte que pude sin hacerle daño.
Cuando nos separamos nos quedamos un rato mirándonos sin movernos; ella sentada en la cama y yo prácticamente sentada encima. Durante un segundo observé su mural, lleno de sitios que no conocía y en los que ella tampoco había estado aún.
- Tengo una idea.
Me vino a la cabeza de repente. Intentando encontrar algo que la hiciera sentirse mejor.
- ¿Qué es? – preguntó curiosa.
- Ya lo averiguarás – le cogí la mano y la ayudé a levantarse – Venga, vamos.
- ¿Me la vas a enseñar ahora?
- Claro.
Una expresión de alegría iluminó su rostro. Me besó rápidamente mientras cogía su abrigo y nos dirigíamos a la puerta.

domingo, 30 de mayo de 2010

CAPÍTULO 23

Me quedé mirando al techo en silencio, intentando grabar a fuego en mi mente esa sensación. Esa sonrisa imborrable en mi cara. Ese sentimiento de satisfacción, de ilusión por el futuro, de emoción por lo compartido con ella, de agradecimiento al mundo por haberla puesto en mi camino, de felicidad.
Miré a mi derecha y allí estaba ella. Tumbada, desnuda, boca abajo. Sabía que no estaba dormida a pesar de que tenía los ojos cerrados, simplemente estaba descansando. Me puse de lado con la cabeza sostenida por mi mano; con la otra empecé a acariciar su tatuaje, bordeando las estrellas con mis dedos. Deslicé la mano hacia abajo por su espalda y me detuve en la parte donde ésta acaba. Me acerqué para besarla en la mejilla. Nunca la había visto tan hermosa.
- Acaba de venirme a la mente una canción. Bueno, una parte de una canción. – dije
- ¿Y por qué ahora?
- Porque me recuerda a ti.
- ¿Cuál es?
- Alive, de Black Eyed Peas.
- No la conozco.
- Pues deberías – dije de coña.
- ¿Me la cantas?
- Si venga…
- Por favooor – me lo pidió con una cara de perrito abandonado que no fui capaz de rechazar.
Empecé a cantar sin poder, eso sí, evitar ponerme colorada:
“I got so much love for you, darling. And I… I wanna let you know how I feel. Cause is true that I love you, and it’s true, you’re the only one. And I do, I adore you. And it’s true girl, you make me feel alive.”
- Acabo de pensar – dijo después de unos segundos en silencio – en una canción que también me recuerda a ti. Es Someone de The Rembrandts. ¿La conoces?
Recordé que ese grupo se había hecho famoso por interpretar la canción de mi serie preferida, Friends, pero no conocía esa canción.
- A ellos sí, pero la canción no.
Y sin más empezó a cantarla:
“When there was no one left for me to turn to, when all the world I knew was falling down, oh there were times I could no face the morning. But everything changed since the day that I found… someone to hold me the way that you do, someone who needs me the way I need you, someone to show me a way that is true, someone to love me the way that I love you.”Sonrió agarrándome para que me tumbara a su lado. Apoyé la cabeza en la almohada justo al lado de la suya quedando nuestras caras a pocos centímetros.
- Amy – dijo de repente mirándome a los ojos - ¿crees en las almas gemelas?
Me desconcertó un poco la pregunta porque me pilló por sorpresa.
- No lo sé… No sé exactamente si es el término “almas gemelas” en lo que creo. Creo en… en que hay alguien, tal vez incluso más de una persona, ahí fuera para cada uno; alguien que te haga feliz, que le dé sentido a todo. Y sé que suena dependiente, tal vez demasiado, pero creo que hay una persona, o varias, que de alguna forma te completan. ¿Consiste en eso ser almas gemelas?
- Supongo que sí… es en lo que creo yo también.
Sonreí.
- ¿Y a qué vino esto?
- Estaba pensando en eso. En que antes de conocerte no creía en ello. Pero ahora… como dice la canción que acabo de cantarte, ahora todo es distinto. Te prometo que en el momento en que nos conocimos mi visión sobre muchas cosas cambió.
Me acerqué muy despacio para besarla. Cuando noté que mi respiración, y la de ella, empezaba a entrecortarse me separé.
- Tal vez deberíamos dormir un poco, que mañana tienes quimio y vas a ir agotada.
Suspiró dando a entender las pocas ganas que tenía de dejar lo que estábamos haciendo para ponerse a dormir pero se acomodó más en la cama dejándome a mí también tumbarme para intentar encontrar el sueño. Me abrazó antes de susurrarme:
- Buenas noches, Amy. Y gracias por este cumpleaños. Prometo recordarlo siempre.
Cogí su mano poniéndola alrededor de mi cintura y entrelazando nuestras manos sobre mi estómago.
- Es solo el primero de todos los que pasaremos juntas. Solo el primero.
No dijo nada pero noté sin girarme como sonreía. Y en un gesto muy dulce me apartó el pelo y me besó suavemente en la nuca. Me recorrió un escalofrío y sentí como toda mi piel se alteraba. Nunca había sentido tanto con un gesto tan pequeño. Definitivamente, nunca había amado así.

CAPÍTULO 22 (PARTE 2)

Unos diez o quince minutos después apareció en el salón. Yo había preparado la cena antes y había decorado la mesa con velas y flores. También había comprado un vestido para mí, negro, que dejaba mi espalda al descubierto y que tenía un pequeño lazo en mi nuca, que quedaba oculto tras mi pelo suelto.

- ¡Guau! – dijo al cruzar la puerta.

- He preparado la cena.

Se acercó a mí, puso sus manos por encima del vestido y mirándome provocativamente, dijo:

- ¿Y pretendes que consiga cenar cuando vas así vestida?

- Es algo que tendrás que soportar… - le mordí suavemente el cuello sentándome a la mesa.

- ¿Cómo has conseguido todo esto: organizar todas las pistas, que tengamos esta casa toda la noche para nosotras…?

- Tengo mis recursos. Aunque hay algo que ha fallado.

- ¿El qué?

- Se supone que tendríamos que tomar la cena antes que el postre – mostré una pícara sonrisa, me refería a la hora y media que habíamos pasado en la cama – Pero no aguantaba más sin estar contigo.

- No pasa nada… ¿Sabes? Siempre me ha encantado repetir postre…

- Jeje.



Cuando estábamos acabando los spaghetti que yo había preparado se quedó quieta, mirándome, callada.

- ¿Qué pasa? – dije sonriendo.

Y con la misma sonrisa contestó, pensativa:

- Amanda Spencer.

Entre risas conseguí contestar:

- ¿Qué?

- Cuando era pequeña solía imaginar cómo sería el nombre de mi marido pero con mi apellido. Ya sé que no tiene ningún sentido porque en realidad en Estados Unidos son las mujeres las que cambian de apellido, pero yo ya iba a contracorriente.

- ¿Y ahora imaginas el mío? – pregunté sin dejar de reír.

- Sí, Amanda Spencer.

-Suena bien.

Me senté sobre su regazo besándola suavemente.
- Declaro – dije antes de volver a posar mis labios en los suyos – oficialmente inaugurada la noche internacional del postre – volví a besarla – Puede degustar el menú de la casa tantas veces como quiera, hasta que salga el sol.

Se echó a reír.

- Adoro el buffet libre – Y agarró suavemente mi nuca acercando nuestros labios.

¡Me cuesta tanto describir una milésima parte de todo lo que Britney me hacía sentir! Durante aquella noche que pasamos juntas no recuerdo haber sentido miedo en ningún momento, a pesar del cáncer, a pesar de todo. Aquello era más grande que una enfermedad. Aquello era más grande que el tiempo y el espacio. Aquel día supe que pasara lo que pasase, yo no iba a perder a Britney porque, de alguna forma, siempre estaría conmigo. Ya era parte de mí.

Es el recuerdo más nítido que conservo, esa sensación de unión atemporal, infinita. Su expresión pensativa antes de que yo preguntara. Amanda Spencer. Su risa mezclada con algo de vergüenza y una dulzura indescriptible mientras me lo contaba. Amanda Spencer. Sus dientes mordiendo su labio inferior. Su pelo rubio sobre el vestido azul. Iluminada a pesar de la escasa luz de la noche. Amanda Spencer. Su perfume. Las velas. Sus dedos recorriendo el borde de la copa. Amanda, sí, Amanda Spencer.

CAPÍTULO 22 (PARTE 1)

Volví a la habitación con una botella de agua en la mano. Eran las once de la noche. Me tiré en la cama de golpe provocando su risa.

- ¿Se puede saber qué haces? – dijo quitándome la botella de las manos y dejándola en el suelo después de beber un breve sorbo.

Me eché encima de ella, intentando forcejear. Pero en lugar de intentar pelear Britney me agarró con fuerza por la cintura acercándome a ella y aprovechando para besarme. Traté de soltarme pero su presa me lo impedía y poco a poco fui cediendo y dejando que su boca encontrara lo que tanto buscaba, la mía. Tras un rato vagando por su cuerpo, por sus besos, me separé y me tumbé a su lado.

- Amy – dijo después de un instante de silencio – cuéntame algo que nunca me hayas contado.

Estuve bastante tiempo en silencio, abrazándola y pensando en ello, porque no se me ocurría nada así de buenas a primeras. Finalmente dije:

- ¿Te he contado alguna vez cómo me gustaría que fuera mi boda? En el caso de que quisiera casarme…

- No. Cuéntame.

- Pues… a ver, ya sabes que para mí lo importante es el hecho de querer pasar el resto de tu vida con esa persona, de querer compartirlo todo; así que me da igual quien nos case o si legalmente esa boda tiene algún valor… para mí lo importante es eso, la unión. Pero me gustaría que, sea como sea la boda, fuera en París.

- ¿En París?

Asentí.

- Ya sé que ya te he hablado de París mil veces, pero nunca te he explicado esto. Es una ciudad… especial. Me pareció tan atractiva, tan bohemia y al mismo tiempo tan romántica… Pienso que yo había dejado de creer en el amor cuando mis padres se separaron, siendo yo aún una enana. Y creo que volví a creer en el amor cuando llegué a París. La gente, las luces, el Sena, los puentes, los parques… no sabría decirte por qué, pero creo en París y en lo que representa. Pienso que Bogart tenía razón, al final, siempre nos quedará París.

Se quedó observándome con una expresión super dulce en la cara. Cogí la sábana y me metí debajo riendo.

- Lo siento, he sido demasiado cursi, de nuevo.

- Te repito que lo cursi está infravalorado.

Se metió debajo de la sábana conmigo.

- ¿El mundo se ve mejor desde aquí? – mientras lo preguntó se acercó a mí acomodando su cabeza en mis hombros.

- Todo se ve mejor desde aquí – la atraje hacía mí para que se diera cuenta de que me refería a cuando ella estaba – Bueno, te toca. Algo que nunca me hayas contado.

- Siempre he querido hacerme otro tatto, pero nunca me he atrevido, o no encontraba algo que valiera la pena llevar para siempre en la piel.

- ¿Y lo has encontrado ya?

- Sí. Quería que fuera algo especial, algo relacionado contigo, con nosotras. Pero a la vez distinto, no ponerme simplemente tu nombre o tu inicial, algo más original.

- ¿Y…?

- Quiero tatuarme la palabra “Angie”.

- ¿Es tu próxima novia?

Me pegó suavemente mientras se echaba a reír.

- Cuando chocamos en el portal, cuando nos vimos por primera vez, ibas escuchando “Angie” de los Rolling.

- ¡No puedo creer que te acuerdes de eso!

- ¡Ja! – dijo con aires de superioridad - Yo me acuerdo de todo.

La besé.

- ¡Puf! Somos dos empalagosas… ¡Y me encanta!

Sonrió mientras empezaba a acariciarme la cara.

- Tengo una última sorpresa – dije de repente.

- ¿Más?

- Es una tontería… Date una ducha primero, ponte el vestido que te compré y luego vete hacia el salón. Te espero allí.

Me levanté de la cama con la ropa interior puesta y me fui hacia el otro lado de la casa.

viernes, 21 de mayo de 2010

CAPÍTULO 21 (PARTE 4)

Vi, desde el baño del bar, como al llegar y no verme ni encontrar ninguna pista se sintió un poco desconcertada. De todas formas se sentó, apoyando la bolsa con la película en el asiento de al lado. Me metí en el baño del fondo y dejé la siguiente pista justo cuando le mandé un sms avisándola de que tenía que ir a ese baño. Me escondí en el primer baño hasta que la oí pasar. Me marché de allí antes de que saliera.
Le había dejado encima de la tapa del wáter un pequeño estuche de maquillaje que en realidad contenía una llave. En la parte de atrás de la puerta dejé escrito a lápiz: descubrirás más tarde para qué sirve la llave. De momento sal, paga lo que has pedido y vete al palco blanco que hay frente al instituto. Estás tan solo a tres pistas de verme. P. D. Borra esto.

Me metí en una cafetería que estaba cercana al palco para poder verla llegar sin ser descubierta, los cristales estaban hechos de tal forma que cuando estabas dentro veías el exterior, peo no al revés. Vi su sonrisa desde lejos en cuanto vio el globo que había colgado en el pasamanos de la escalera. En el suelo del palco (lo siento por el vandalismo, pero si es por amor… todo se perdona) escribí con spray rojo: Recuerda esta noche como el principio de SIEMPRE.
La llamé.
- Hi love! – contestó al segundo toque.
- Estás preciosa.
Se giró mirando alrededor, buscándome con la mirada, pero los cristales me protegían.
- No intentes buscarme. O te quedas sin mí todo el día.
- Vaaale – dijo girándose de nuevo hacia el palco – Pero entonces tienes que prometerme que hoy dormimos juntas.
- Hecho.
- ¿De verdad?
- Sí.
- ¿Cómo? ¿Dónde?
- Céntrate. ¿Te gusta el globo?
Se echó a reír.
- Sí, mucho.
- Bueno, pues tienes que estallarlo.
Ahora fui yo la que no pudo evitar soltar una carcajada.
- ¿En serio? Me da penita…
- O él o yo esta noche baby, no puedes tenernos a ambos.

Colgué y un segundo después la vi guardando el móvil y explotando el globo. Me levanté rápidamente de la silla.

En el globo había un papel que le decía que tenía que ir hasta la entrada del bar de en frente. Le dejé justo en las escaleras un paquete dentro de una bolsa de papel. Y di la vuelta a la cafetería por el lado contrario a por el que ella vendría para no verla. En la bolsa escribí: no abras el paquete que hay dentro. Vete a casa de Vero (ya sabes donde es) y timbra; ella te abrirá y te dirá lo que tienes que hacer.

En el paquete dentro de la bolsa había un vestido precioso, azul claro, perfecto para ella. Le dije a Vero que le mandara ponérselo y que le diera la siguiente pista: “Coge mi MP4, lo tienes en el bolsillo pequeño de tu bolso. Sal a la calle y enciéndelo, abriendo la carpeta con tu nombre. Dirígete a la casa de Diego ¿Qué donde es? Justo delante de donde mantuvimos esta conversación:

Yo: Cuando encuentre la clase de amor que busco te lo diré y así sabrás que tipo de persona soy.
Tú: Cuando encuentres esa clase de amor, lo sabré antes de que me lo digas.

P.D. Si recuerdas dónde es podrás encontrarme. Número de portal de la calle 15. Entra y dame un toque cuando lo hayas hecho. Estás a una pista de mí.”

El Mp4 tenía un montón de canciones románticas pero era, principalmente, para que no se aburriera por el camino. Cuando recibí un toque le mandé por el ascensor la última pista. Eran un pack de cervezas Mahou, la misma marca que las del día de nuestro primer beso. Encima puse un sobre y dentro el siguiente párrafo: “Todo empezó en un ascensor, con cervezas en el suelo y tu boca en la mía. Eso fue, exactamente, hace seis meses menos dos días. Diego vive en el piso 2 en la puerta B (si eso no es una señal…). Sube y déjame sentir lo mismo que aquel día.”
Oí como abrió la puerta. Yo la esperaba en la habitación de Diego que me había ayudado a llenarlo todo de velas. Le mandé un sms cuando oí la puerta: Sigue los postits. Pegué uno al lado de la puerta y los demás por las paredes del pasillo hasta la habitación. Ponían, entre todos: Bien- veni –da – al – día – más – especial – de – tu – vida. El último estaba justo en la puerta de la habitación.
- ¿Demasiado cursi? – dije desde la cama.
- ¿Esto? – dijo moviendo los posits en su mano.
- Todo.
- No. Lo cursi está infravalorado.

CAPÍTULO 21 (PARTE 3)

La desperté con un sms a las once de la mañana siguiente: Good morning baby. Are you ready? Desde este momento continúa el día más especial de tu vida. Pista: Espero que tengas dinero.
Dije lo del dinero para que mirara en la cartera; allí le había dejado un billete de cinco euros que tenía escrito por detrás: Si esto fuera una película escribiría mi nombre y mi número y lo lanzaría al mundo confiando en que algún día lo encuentres [argumento de “Serendipity”]. Pero el destino ya ha actuado, el destino nos hizo chocar el primer día, literalmente. No nos hicimos ninguna herida, pero si hubiera pasado… ¿qué habríamos usado?
Tiritas. Britney siempre llevaba un paquete de tiritas en el bolso para cuando los zapatos le hacían daño. Dentro metí un tarro individual, muy pequeño, de mantequilla, acompañado de una nota: Vete a desayunar.
Con ayuda de la madre de Britney lo había organizado todo: compré croissants y los llevé sobre las 10, su madre le hizo tortitas, zumo natural y café. Además le compré una rosa. Lo dejamos todo encima de la mesa, preparado para cuando ella apareciese.
Me llamó después muy emocionada dándome las gracias.
- ¿Sabes? – dijo después de llevar un rato hablando – Mi madre dice que eres la novia perfecta.
Me eché a reír.
- Dale las gracias de mi parte.
- Aish, hasta te ganas a mis padres…
- Hombre claro, son importantes para ti, así que para mí también. Además así todo será más cómodo cuando seamos mayores y nuestras familias se junten en Navidad.
- Me late el corazón a mil por hora cuando pienso en el futuro contigo.
- Pues haz el favor de relajarte, no te vaya a dar un ataque al corazón.
- Boh.
- Jeje. Bueno, come con tus padres y con tu hermana y estate un poco con ellos. A las seis tienes que estar en la plaza de la fuente de los niños si quieres verme hoy. La siguiente pista llegará a ti.
Y una vez más, antes de que dijera nada, colgué.

Le había pedido a Vero que a las seis de la tarde le llevara la siguiente pista a Britney. Tras contarle todo el plan aceptó, con algo de pereza por tener que salir solo para eso pero encantada de ayudarme.
La pista que Vero debía entregarle se trataba de un sobre en el que iba mi entrada de cine de “La última casa a la izquierda” y una tarjeta: La guardé de recuerdo por ser nuestra primera cita a solas. Vete al Hiper Froiz a la sección de películas y remueve nuestra primera película juntas.
- Va hacia allí – me dijo Vero por teléfono en cuanto se despidió de Britney. Eso me daba unos cinco minutos para preparar la siguiente pista y esconderme para que no me viera. Por si acaso alguien la cogía me quedé vigilando hasta que llegó.
Detrás de uno de los dos DVDs que había de “La última casa a la izquierda” dejé un folio escrito:

“Leí una vez que El cine es una ruina en la Mesopotamia del siglo I a.d.C.; un avión que se estrella contra el monte K2 en el siglo XXII d.C.; es una amor imposible alrededor de una torre Eiffel destruida por las bombas de aviones ultramodernos, con un tiempo indefinible; es una expedición donde todo el mundo discute acerca de una puta radio que nadie tiene; es la carrera de un monstruo indefinido, hambriento, para alcanzar el alimento; los dos únicos espectadores sentados cada uno en una butaca roja e incómoda, en cada punta del cine en el que, en su pantalla, bailan Travolta y Truman que firman la última declaración de independencia de un país que ya no es suyo.

Pero ¿sabes lo que yo creo? Que no importa la escena: Bruce Willis armado hasta los dientes y encerrado en un edificio en La jungla de Cristal, Tom Hanks hablando con una pelota de volleyball en Náufrago, Julia Roberts tratando de robarle el novio a Cameron Díaz en La boda de mi mejor amigo, Leonardo DiCaprio bebiendo el veneno en Romeo y Julieta, de William Shakespeare, Meg Ryan fingiendo un orgasmo en una cafetería en Cuando Harry encontró a Sally o ella misma cruzándose con Tom Hanks en el aeropuerto sin saber que estaban predestinados a encontrarse, por fin, en el Empire State de Nueva York en Algo para recordar. Con cualquiera de ellas se aprecia lo mágico que es el cine. Tú eres igual o más mágica aún.
Tanto si la película de mi vida es Noviembre dulce, como si es Sexo en Nueva York, como si es Pretty Woman, tú ya eres la coprotagonista.
P.D. Compra la película y vete al bar donde solemos quedar. “

CAPÍTULO 21 (PARTE 2)

Sábado 23 de Febrero, cumpleaños de mi novia. A las 00:00 del viernes la llamé convirtiéndome en la primera persona que la felicitaba (aunque parezca mentira, me hizo ilusión).
- Durante unos meses serás la mayor de la relación – dije bromeando.
- Soy la mayor de la relación todo el año cariño.
- Ya, bueno… pero es que cuando ahora digas que tienes 17 y yo 16 pareceremos más distanciadas en edad, pero cuando tenemos la misma la gente no se da cuenta…
Me dio la razón riendo.
- Amy, gracias por hacer de este año algo tan especial, estás consiguiendo que sea el mejor de mi vida a pesar de… ya sabes.
El cáncer. Lo sabía. ¿Cómo olvidarlo?
- También está siendo el mejor año para mí. Y para ver tu regalo tienes que empezar por conectarte a internet y entrar en mi canal de youtube.
- ¿Qué? ¿Qué hay?
- Lo verás cuando entres… así empieza el día más especial de tu vida.
Colgué el teléfono antes de que ella pudiera decir nada más, para dejarla con la intriga.
Le había hecho un vídeo con fotos nuestras e imágenes grabadas y con nuestra canción de fondo. A modo de descripción del vídeo solo puse: “El mundo está en las manos de aquellos que tienen el coraje de soñar y correr el riesgo de vivir sus sueños” (Paulo Coelho). Lo mejor que pude hacer es correr el riesgo. Gracias por ser un sueño hecho realidad. P.D. Si quieres descubrir la segunda sorpresa abre el cajón derecho de tu armario (lo de que abras el armario no era irónico xD). La única forma que tienes de verme es que sigas todas las pistas. Te llevarán hasta mí…

En el cajón del armario, en el bolsillo de una cazadora de verano (para que tuviera que buscarlo más) metí su regalo. Tenía que ser una prenda que supiera que no iba a usar próximamente para que no lo descubriera antes de tiempo. Lo había guardado dos días antes cuando estuve allí y ella en un momento determinado se fue al baño.
Era un pequeño paquete que me habían dado en una joyería cuando compré una pulsera. Dentro había un anillo prácticamente igual al que me ella me había dado por mi cumple, acompañado de una nota: “Compré uno muy parecido al que me regalaste a propósito. Ya sé que matrimonio y compromiso son palabras mayores. Pero hace tiempo que me comprometí a estar contigo hasta el final. Y al fin y al cabo, el matrimonio no es más que una forma de unión, tanto religiosa como civil. Hay muchas formas de estar unida a alguien; y no me hace falta un cura o un juez que me digan cuánto y en qué forma estamos unidas. Si lo que marca la diferencia entre esto y matrimonio es que necesitas que te jure amor eterno delante de tu familia o con una ceremonia especial, sabes que lo haría… aquí o en Hawái, en un bar o en un castillo… Como Shakespeare dijo una vez: no es amor el amor que muda cuando mudanza encuentra. Ante la adversidad y cuando todo cambia, el verdadero amor permanece.”
Se conectó al Messenger en cuanto acabó de leerlo.
- ¿Te ha gustado? – pregunté nerviosa.
- ¿Qué si me ha gustado? Si te tuviera delante te comía a besos. ¿No puedes bajar un rato?
- No, no, no. Tienes que seguir todas las pistas para poder verme.
- ¿Y cuál es la siguiente?
- Tendrás que esperar.
- Agg ¡Que mala eres!
- Sabes que te encanta…
- Más de lo que crees…
Seguimos hablando hasta las cuatro de la mañana. Vimos a la vez una de sus películas preferidas, “Serendipity”, comentándola por Msn.
- Britney – escribí en un momento determinado, justo después de que la pareja protagonista se despidiera después de su primer encuentro - ¿cómo es posible que una de tus películas favoritas sea “Serendipity” si no crees en el destino?
- Bueno… hace tiempo que empecé a creer en el destino.
- ¿Ah sí? ¿Cuándo?
- El 25 de Agosto.
Sonreí mirando a la pantalla cuando lo escribió.

CAPÍTULO 21 (PARTE 1)

Sabía que quería a una persona cuando apreciaba compartir hasta sus silencios. Aquella no era una relación más. La quería y ese hecho irrefutable marcaba todo lo demás: los buenos momentos y los malos. Lo sentía todo a flor de piel: los buenos momentos me llenaban de una forma en que no me había pasado nunca y, al mismo tiempo, las peleas con ella eran más intensas, dolían más.
Había asistido como testigo preferente a la “Revolución Britney”; no, no esa en la que Britney Spears cambió el rumbo de la música de su época, quitándole el puesto descaradamente a Madona como reina del pop, si no esa en la que Britney Spencer había cambiado el rumbo de mi vida, apoderándose del puesto del vacío como dueña de mi alma.
De pronto, su risa rompió el silencio.
- ¿Qué pasa? – dije levantando la vista hacia ella.
- Me encanta cuando pones esa cara de concentración. ¿En qué estabas pensando?
- En Mozart – dije señalando el libro de música que tenía delante y que en esos momentos debería estar estudiando para mi examen del día siguiente.
- Pues debe ser interesante…
- No eres nada sutil con la ironía.
- Ni tú nada sutil cuando piensas en mí y me lo niegas.
Sonreí intentando volver a concentrarme en el libro que tenía delante. Estábamos en mi cama sin aprovechar demasiado esa tarde de domingo porque yo tenía que estudiar. Había pasado una semana desde la reconciliación y todo había vuelto a la normalidad, es más, puede que ahora notara a Brit más cercana a mí. Con Vero también lo había solucionado. Tuvieron una conversación en la que yo no estuve presente y en la que nunca llegué a saber qué se dijeron, pero desde entonces estaban igual de bien que antes de las broncas.
Me rozó la pierna con su pie descalzo intentando llamar mi atención y que le hiciera más caso.
- ¿Sabes lo que hace mucho tiempo que me apetece hacer? ¡Dibujarte!
- ¿Qué? ¡No, que corte…!
- Veeenga. Te prometo que no se lo enseñaré a nadie y además así mientras tú estudias me entretengo.
La miré con reticencia. Se echó sobre mí, insinuante.
- O me dejas o…
Empezó a besarme por el cuello.
- Vaaale – la paré antes de que me dejara llevar por mi cuerpo, quedándome sin estudiar nada.
Con una sonrisa de satisfacción se levantó a coger un block de dibujo y se echó en el lado opuesto de la cama.
Intenté volver a concentrarme en los estudios, pero diez minutos más tarde un nuevo pensamiento captó por completo mi atención: faltaba menos de una semana para el cumpleaños de Britney ¿Le gustaría lo que le había preparado?

viernes, 14 de mayo de 2010

CAPÍTULO 20 (PARTE 4)

Cuando Britney me llamó cinco minutos después para decirme que ya la había escuchado yo ya estaba en el portal de su casa, esperando a que llamara.
- Te quiero – fue lo primero que dijo.
- ¿Te ha gustado?
- ¿Qué si me ha gustado? En cuanto te vea te voy a demostrar cuánto me ha gustado…
- ¿Ah sí? Pues abre la puerta de tu casa y empieza a demostrármelo.
En dos segundos llegó a la puerta. Aún sin colgar el teléfono dijo a través de él:
- Oye te tengo que dejar, que ha aparecido en mi puerta una sexy chica que parece perdida y a lo mejor necesita que alguien la guíe – lo dijo sonriendo insinuante.
Ambas colgamos. Me metió en casa y esperó hasta llegar a su habitación para besarme, porque sus padres estaban en la cocina, al lado de la entrada. Me empujó contra la pared nada más entrar en su cuarto. Con una sonrisa descarada dijo:
- Tengo la impresión de que vas a estar agotada mañana.
- Es difícil agotarme…
Me besó sacándome la cazadora, deslizándola rápidamente por mis hombros y dejándola en el suelo. Me tumbó en la cama tirándose ella encima.
- Britney tía, que están tus padres…
Se levantó y echó el pestillo diciendo:
- Solucionado.
- ¿Y si nos oyen? Y es difícil que no lo hagan.
Yo me había incorporado en la cama. Se sentó en mis piernas, mirando hacia mí.
- ¿Me estás diciendo que vas a ser capaz de contenerte ahora mismo? – se acercó sin llegar a besarme y sin dejar que lo hiciera - ¿de verdad? – me cogió por el pelo suavemente pero echándome la cabeza hacia atrás, empezando a morderme el cuello de forma sensual. Metió la mano por debajo de mi camiseta - ¿Vas a irte sin hacerlo conmigo?
Ya no aguanté más. Comencé a devolverle los besos, le quité la camiseta. Escuchaba como su respiración se hacía más profunda y entrecortada cuando empecé a besarle el cuello, el pecho. Me agarró la cara sin separarse de mí, aún seguía sentada en mis piernas y por lo tanto me miraba desde una posición un poco más alta.
- Dime que me quieres – dijo mirándome a los ojos.
- I love you.
Se levantó para quitarme el pantalón y volvió a ponerse encima. Mientras me acariciaba todo el cuerpo siguió pidiéndome que le dijera frases románticas, frases que borraran lo que había pasado esa mañana. Mientras sus manos recorrían mi espalda, mis pechos, el vientre, el cuello; me susurró:
- Dime que siempre estarás conmigo.
Dejó su mano apoyada justo en el borde de mis bragas, en el vientre.
- Dilo o no sigo – dijo sonriendo maliciosamente.
- Ya sabes que eres lo más importante para mí – metió su mano en mi ropa interior, sin dejar de mirarme a los ojos – Siempre estaré contigo.
Me hizo el amor, sin apartar sus ojos de mí ni un momento, grabando cada momento en su retina, sonriendo, besando, provocando, todo en el momento correcto para hacerlo. En un determinado instante me costó mucho no hacer ruido y para evitarlo, sin querer, le mordí el cuello, dejándole un chupetón considerable.
Luego fui yo la que tomó el control de la situación y la que consiguió que prácticamente tuviera que morder la almohada para no chillar. Cuando volví a mirar el reloj había pasado una hora desde que le mandé el mensaje y estaba empezando a vestirme para volver a mi casa. Ella se levantó, sentándose en la cama y besándome la espalda (yo aún llevaba puesto solo el sujetador).
- ¿Decías de verdad todo lo de la canción?
Me giré para mirarla.
- Completamente en serio.
- ¿Lo de que me ves siendo tu mujer y la madre de tus hijos también?
- Todo Britney, todo. Eso también.
Me acerqué para besarla y volvió a acariciarme y a intentar quitarme la poca ropa que tenía.
- Britney… ¿no me piensas dejar volver a mi casa?
- Hoy no.

CAPÍTULO 20 (PARTE 3)

Durante la hora siguiente no pasó nada especial o digno de mención. En el recreo cuando iba hacia clase con Vero nos cruzamos a Britney, se paró delante de mí y se acercó para susurrarme al oído:
- Voy a esperar todo el tiempo del mundo.
Lo dijo de una forma muy, muy dulce. Se me puso la piel de gallina. Se apartó sonriendo y siguió caminando.
Al llegar a clase, cuando faltaban cinco minutos para que el recreo acabase Vero me dijo que si quería podíamos irnos las tres últimas horas a dar una vuelta y a hablar un poco de lo que pasaba con Britney. Pensé en las clases que me quedaban: en una el profesor nunca nos ponía falta de asistencia y a las otras dos no me importaba faltar.
- Ok. Nos vamos – le dije a Vero.
Antes de salir cogí un lápiz y escribí en la mesa de Britney: Voy a faltar a las tres clases, necesito despejarme un poco. Aunque me voy con Vero, por favor, no pienses mal. Gracias por darme tiempo. Ya hablaremos. Un beso.

Fuimos a tomarnos un café. Nos sentamos hacia el fondo de la cafetería, en una mesa bastante apartada para poder hablar cómodamente.
- A ver… explícame qué ha pasado – dijo cuando la camarera terminó de servirnos.
- ¿A la mañana o ahora?
- TODO.
Sonreí. Era una respuesta tremendamente típica en ella.
- A la mañana se puso celosa porque vio que habíamos dormido en una sola cama.
- Te lo dije… Yo también me habría puesto celosa si hubieras dormido con ella.
- Pues no entiendo por qué. Se supone que cuando estás con alguien confías en esa persona y en que no te va a engañar, ¿qué más da donde duerma?
- Pero no es porque no confíe en ti Amy. Yo poniéndome en su lugar creo que me pondría celosa por el simple hecho de que ella te tuvo esa noche abrazada y yo no. ¿Entiendes? Es envidia no celos o desconfianza.
- Bueno, de todas formas eso fue lo de menos.
Le expliqué la parte de la discusión en la que Brit dijo mi frase “favorita” de la semana y se sorprendió mucho de que hubiera dicho eso. Le conté también lo de que le había pedido tiempo.
- ¿Por qué?
- No sé, lo necesito… me siento rara ahora mismo. Creo que han sido demasiadas cosas en muy poco tiempo y que simplemente me siento saturada: decirle a mi madre que soy lesbiana, tener esa conversación decepcionante con ella, el cáncer de Britney, los celos de ahora, las peleas absurdas…
- Ya, demasiado. ¿Pero le has explicado esto a ella? Porque va a creer que lo que te estás pensando es si dejarla o no.
- No, no se lo he explicado.
- ¿Por qué? ¿Vosotras no lo hablabais todo?
- Sí, pero esto es distinto.
- ¿En qué?
- Pues en que no quiero que piense que me está afectando mucho lo de su cáncer, aunque sea así.
Me miró haciendo un gesto comprensivo con la cara.
- Puf es que la verdad, para una relación en la que te enamoras… y mira que te lo ponen difícil…
- Pues sí…

Nos fuimos a dar una vuelta y después a comer a casa. Pensaba en Britney aunque no quisiera, aunque me hubiera dicho a mí misma y a ella que iba a intentar distanciarme un tiempo para reflexionar de una forma un poco más fría sobre las cosas. Pero con Britney para mí era imposible ser fría; como dice la canción de Jason Marz: “I tried to be chill but you’re so hot that I melted
Me acordé de ella cuando pasamos por delante de la tienda de viajes y en las guías de promoción había una de Estados Unidos; me acordé de ella cuando entramos en una tienda para comprar una revista y en la radio estaba sonando “So What?” de Pink, porque a ella le encanta esa cantante; me acordé cuando Vero comentó una anécdota del verano pasado, porque fue cuando conocí a Brit; me acordé de su sonrisa cuando le dije que me encantaba lo que había visto de Willmington en “Dawson crece”, porque en la revista salía Katie Holmes (actriz principal de la serie)… En definitiva, pensé en ella constantemente sin poder evitarlo; era como si sus recuerdos ya estuvieran mezclados con los míos, como si solo hubiera un “nosotras”, no un “yo” o un “ella”. La gota que colmó el vaso fue cuando, ya por la tarde, cerca de las ocho, estaba escuchando música con Vero después de haber estado estudiando, y sonó “Dangerously in love” de las Destiny’s Child. Al escuchar la letra sentía que reflejaba a la perfección cómo me sentía por Britney, cada frase (salvo una en la que menciona a un tío), cada significado que yo le atribuía era igual que lo que quería decirle. Decidí terminar con ese rollo de intentar estar lejos de ella, con un solo día sin hablarnos me había sobrado para darme cuenta de lo mucho que la echaba de menos y que la necesitaba.
- Quiero hablar con ella – dije sonriendo al darme cuenta.
- ¿Con Britney?
- Sí.
- Ya tardabas en decirlo…
- ¿Por?
- Porque llevas todo el día pensando en ella.
- ¿Cómo lo sabes?
- Los ojos te brillan de forma distinta cuando hablas de ella, y hoy aunque no la has mencionado, no han parado de brillarte así.
- Ya claro, es que me fumé un porro en el baño de la cafetería… - dije de coña.
Se echó a reír mientras yo me levantaba para coger el móvil. Escribí el siguiente sms:
“Escucha Dangerously in love de Destiny’s child. Eso es lo que siento por ti. No necesito más tiempo. Avísame cuando la hayas escuchado. Te echo de menos.”
“Dangerously in love”:
I love you

Baby I love you
You are my life
My happiest moments weren't complete
If you weren't by my side
You're my relation
In connection to the sun
With you next to me
There's no darkness I can't overcome
You are my raindrop
I am the sea
With you and God, who's my sunlight
I bloom and grow so beautifully
Baby, I'm so proud
So proud to be your girl
You make the confusion
Go all away
From this cold and messed up world

I am in love with you
You set me free
I can't do this thing
Called life without you here with me
Cause I'm Dangerously In Love with you
I'll never leave
Just keep lovin' me
The way I love you loving me

And I know you love me
Love me for who I am
Cause years before I became who I am
Baby you were my man
I know it ain't easy
Easy loving me
I appreciate the love and dedication
From you to me
Later on in my destiny
I see myself having your child
I see myself being your wife
And I see my whole future in your eyes
Thought of all my love for you
sometimes make me wanna cry
Realize all my blessings
I'm grateful
To have you by my side

Every time I see your face
My heart smiles
Every time it feels so good
It hurts sometimes
Created in this world
To love and to hold
To feel
To breathe
To love you

Dangerously in love
Can't do this thing
I love you , I love you, I love you
I'll never leave
Just keep on loving me
I'm in love with you
I can not do
I cannot do anything without you in my life
Holding me, kissing me, loving me
Dangerously
I love you
Dangerously in love