martes, 30 de marzo de 2010

CAPÍTULO 15 (PARTE 3)

Comí fuera con ella porque no quería volver pronto a casa. Y llamé a Britney sobre la una o así pero tenía el móvil apagado. Era raro en ella pero supuse que le habría costado tanto como a mí dormir la noche anterior y que probablemente aún seguía en la cama, agotada por los acontecimientos y tal vez también por la enfermedad. Le dejé un mensaje en el buzón de voz diciéndole que me llamara cuando lo oyera y que la quería con toda mi alma, que nunca se olvidara de eso aunque yo entrara en pánico o me comportara como una idiota.
Vero me miró sacudiendo la cabeza.
- ¿Qué?
- Ojalá algún día tenga yo lo que Britney y tú tenéis – dijo apartando rápidamente la mirada. Alargué la mano a través de la mesa para coger la suya.
- Lo tendrás.
El camarero nos interrumpió y ya no volvimos a hablar del tema, ni de nada importante en realidad, tal vez porque ya habíamos hablado demasiado durante toda esa mañana.


Después de comer comenzamos a pasear y nos dirigimos hacia el río de nuevo, no sé si inconscientemente o a propósito pero cuando me quise dar cuenta estábamos allí. Me quedé un rato pensando y mirando el móvil, comprobando si Britney me había devuelto la llamada o mandado algún mensaje. Vero se giró y se dio cuenta.
- No te rayes, cuando encienda el móvil y oiga tu mensaje llamará.
Me acerqué a ella que estaba en el borde del río y la abracé por detrás.
- Que mierda de día… - dije susurrando.
- Hombre gracias…
- ¡Boh! Ya sabes que no lo digo por ti.
- Si quieres me voy a ver si el día mejora – lo dijo de coña pero apartándose de mí.
- No digas tonterías anda.
Me sonrió, todavía apartada de mí. Después de un rato extendió la mano cogiendo la mía y poniéndola alrededor de su cintura para que la abrazara por la espalda, como antes.
- ¿Qué puedo hacer para animarte? – dijo después de un rato.
- Canta – le susurré al oído.
- Venga…ya sabes que me da corte cantarte.
- Por favor…
Prácticamente se lo supliqué. Nunca entendí porque le costaba tanto cantar delante de alguien porque tiene una voz increíble. Siempre pensé que podría ser cantante si quisiera. Lo conseguía muy pocas veces, pero cuando lograba que cantara para mí me relajaba muchísimo su dulce voz y me olvidaba de todo, era como escapar a otro mundo; y eso era tal vez lo que más necesitaba en ese momento.
- Ok – dijo por fin, cediendo.
Estuvimos un rato en silencio mientras ella pensaba qué canción cantarme. De repente empezó a tararear la música muy bajito al principio, ascendiendo poco a poco. La reconocí nada más empezar porque a ambas nos encantaba y creíamos que era una canción que describía de forma perfecta una amistad a lo largo del tiempo. Dejé de pensar y me concentré en su voz y en lo bien que sonaban cada una de las frases cuando ella las decía.
"El mismo camino que nos ha visto crecer,
El mismo camino que nos une y nos separa,
El mismo que un día, sueño vuelvo a recorrer.
El mismo y los mismos; no quiero que cambie nada.
Las mismas palabras que me unieron a ti ayer,
Las mismas palabras que nos juntarán mañana.
Los mismos sentidos que ahora vuelven a encender
Aquellos recuerdos que ahora me atan a tu espalda.
La vida no es igual sin ti. Sin ti la vida ya no es nada.
¿De qué me serviría vivir si al final no te encontrara?
Nos prometimos junto al mar nunca cambiar
Y aquellas olas hoy ahogaron las palabras.
Ahora que todo vuelve al fin a su lugar
Desde esta playa ganaremos mil batallas.
Desde hoy y por siempre, mis amigos sois el fuerte
Y tú el arma de mi suerte.
La vida no fue igual sin ti.
Conmigo aquí no estarás solo.
Ya sé de qué sirvió vivir, si al final lo tengo todo.”
[El mismo camino. Amaral.]

En cuanto empecé a oír su voz envolviendo las palabras, cerré los ojos y me transportó a otro mundo, uno en el que todo iba bien, en el que yo estaba allí, feliz, escuchando a mi mejor amiga cantar con el ruido del agua del río de fondo, un mundo en el que no hubiera estado llorando casi toda la noche, uno en el que Britney no tuviera cáncer.

CAPÍTULO 15 (PARTE 2)

Se separó un poco, con los ojos algo llorosos y se echó hacia atrás en el banco. Pero, tal vez porque al darme cuenta de esas cosas mi conciencia no estaba tranquila, no quise alejarme de ella así que me senté de lado en el banco, apoyando la cabeza en su hombro y rodeándole el estómago con el brazo. Noté que miró hacia abajo, probablemente sorprendida, pero no la miré y ella no preguntó nada, simplemente empezó a acariciarme el brazo con el que la abrazaba.
Y me quedé allí, intentando pensar por qué durante tantos años había estado tan estúpidamente ciega como para no ver que tal vez Vero me necesitaba más de lo que yo creía o de lo que estaba dispuesta a decir, de que necesitaba a su mejor amiga. La abracé más fuerte. Y entonces empecé a pensar en las razones de que durante un tiempo hubiera estado más apartada de Vero. Las únicas que se me ocurrieron fueron que tal vez ahora, como estaba con Britney, pasaba menos tiempo con Vero y la llamaba menos. Y me prometí a mí misma que eso cambiaría en ese preciso momento. Luego pensé en cómo eran las cosas antes… y no entendí por qué tampoco entonces me había dado cuenta de lo que realmente le pasaba a Vero. Y de pronto estaba tan claro…si miraba muy dentro de mí podía ver con claridad y certeza que todo se basaba en mi propio miedo. Cuando ella me contó que es bisexual yo ya llevaba mucho tiempo confusa y preguntándome si yo también lo era pero sin atreverme a asumirlo o a confesármelo a mí misma. Y tal vez me alejé un poco de ella o no le di la suficiente atención o el suficiente cariño, por miedo a que mis propias dudas salieran a la luz si ella o yo llegábamos a sentir algo más que amistad, por miedo a perder esa amistad por una estupidez o confusión.
Allí, sentada en aquel banco abrazada a Vero, me arrepentí muchísimo de haber fallado de algún modo a mi mejor amiga por mi simple y estúpida cobardía. Y además fui consciente de que daba igual que hubiera mantenido esa distancia física durante algún tiempo con ella, porque en el fondo había algo mucho más importante que me nos mantenía unidas; era igual a mí en muchas cosas pero incluso aquellas que eran diferentes hacían que nuestra forma de ser fuera tan compatible, de algún modo extraño y aunque suene incomprensible, las diferencias nos hacían iguales. Como dos partes de una misma persona, de una misma alma. Y eso cuando eres adolescente y aún no estás preparado para asumirlo, entenderlo o procesarlo, asusta. Incluso allí, en el parque del río, cuando por fin fui capaz de aceptar que era así, seguía asustándome.
Y entonces Vero interrumpió de pronto mis pensamientos.
- ¿Crees que soy capaz de enamorarme? A lo mejor ese es el problema.
- Todo el mundo es capaz de enamorarse…
- ¿Todo el mundo?
- Sí. Otra cosa es que quieran reconocerlo o que encuentren a la persona adecuada. ¿Cuál de los dos es tu caso? – dije en broma, suponiendo al cien por cien que simplemente ella no había encontrado aún a la persona de la que enamorarse.
- No lo sé – dijo volviendo a apartar la mirada fingiendo que observaba el río. Me sorprendió que dijera eso.
- ¿Cómo que no lo sabes?
- Da igual…yo me entiendo. Y ahora dime- añadió rápidamente para cambiar de tema - ¿qué te pasa a ti?
- ¿Lo preguntas para no contestar?
- Lo pregunto porque quiero saberlo – dijo dulcemente.
Saqué mi brazo que aún estaba alrededor de ella, levanté la cabeza apoyada en su hombro y me incorporé en el banco, alejándome un poco de ella.
- Necesito decírtelo, supongo que por eso vine aunque sabía que me ibas a notar rara y que ibas a preguntar. Es Britney – la voz se me entrecortó – tiene…
- ¡¿Un lío?! – preguntó Vero mitad asombrada mitad indignada.
- ¡Ojalá…! Creo que lo preferiría. Tiene cáncer.
Hubo un breve minuto de indecisión por su parte, supongo que pensando en que no quería creerme, pero sabiendo que yo no bromearía con algo así. Y de todas formas bastaba con mirar mis ojos rojos para saber que era verdad…
Me acarició la cara y recogió un mechón de pelo detrás de mi oreja, mirándome a los ojos. Levanté la mirada por fin para encontrarme con la suya. Y vi el dolor en sus ojos, dolor que era reflejo de los míos, el dolor que Vero sintió por Britney, por mí. Le expliqué todo lo que había pasado el día anterior sin demasiadas palabras, sin adornos. Le dije la verdad, que tenía miedo y que al principio me había comportado como una idiota al dejar que Brit me consolara cuando debería ser al revés. Y volví a llorar, sin poder y sin querer evitarlo; necesitaba desahogarme con alguien. Pero los que parecían reacios a llorar eran mis ojos, que me escocían con cada lágrima nueva y que estaban cada vez más rojos. La abracé y simplemente me quedé a su lado durante un montón de tiempo, sintiendo sus manos en mi espalda, en mi pelo, acariciando mi cara. Volvimos a ponernos en la misma postura que antes, yo abrazándola, rodeando su estómago y apoyando la mano en la cintura y la cabeza en su hombro. Pasó un montón de tiempo y no nos movimos ni hablamos porque no era lo que ninguna de nosotras necesitaba en ese momento.
Me di cuenta esa mañana en el río de que una de las pocas cosas que podía consolarme en el mundo era el olor del perfume de Vero y el contacto de su piel con la mía. Usaba esa misma colonia desde hace años, desde la primera vez que yo se la regalé y le encantó. Y su olor era para mí un recuerdo asociado inmediatamente a Vero, a nuestra amistad.

CAPÍTULO 15 (PARTE 1)

A la mañana siguiente de saber que Britney tenía cáncer me desperté temprano y sin ganas de hacer nada. Había quedado con Vero para dar una vuelta y ponernos al día, evidentemente antes de que sucediera todo aquello. Y ahora no me apetecía salir de casa ni tener que enfrentarme a los ojos de Vero y que se diera cuenta de lo asustada que estaba. Pero ella había insistido en que tenía ganas de verme y que necesitaba hablar conmigo y no quería fallarla así que me vestí y salí de casa, unos treinta minutos antes de la hora acordada con Vero, así tendría tiempo para pensar. Quedamos en una zona de jardín, al lado del río, que estaba bastante apartada.
Yo estaba cansada, con los ojos rojos y con aspecto de haber dormido poco. Y cuando Vero llegó me di cuenta de que supo nada más verme que me pasaba algo, pero no la dejé preguntar y le pedí que me contara por qué había querido quedar para hablar.

- Lo mío es una tontería Amy y lo tuyo parece importante así que dime.
- ¡Lo que te pase a ti también es importante! Y te prometo que quiero saber por qué tenías tantas ganas de quedar.
- Bueno… por varias cosas, no solo para hablar. Últimamente como estás con Britney y yo con Pablo no nos vemos mucho. Y te echo de menos.
- Yo también te echo de menos – dije sentándome a su lado en el banco y cerrándome bien la sudadera, sintiendo el frío calándose en mis huesos.
- Le he dejado – dijo de pronto.
- ¿Por qué? – No me hizo falta preguntar si se refería a Pablo; la había entendido sin que lo dijera.
Suspiró.
- No lo sé. Creo que simplemente no íbamos a ningún lado. No me he enamorado de él ni fue un flechazo ni nada de eso… yo… no sé, ya me conoces; necesito estar con alguien, necesito cariño y abrazos y besos y demás. Pero él ya empezaba a sentir algo más y no es justo que siga con él solo porque no quiero estar sola. Hace dos semanas me dijo que me quiere. Y quise decirle que yo a él también, pero no pude porque no era cierto. Y no quiero mentirle, hacerle daño o que crea que juego con él así que la única opción era dejarlo.
Se quedó mirando hacia el río, pensativa.
- Has hecho bien Vero, si no sientes lo mismo no podías engañarle…has hecho lo mejor.
- ¿De verdad lo crees?
Asentí. Estuvimos un tiempo calladas. Ella pensando en su vida y en Pablo y yo pensando en Britney pero también, tengo que reconocerlo, en Vero.
- No quiero seguir así – dijo ella después de un buen rato – No quiero seguir saliendo con gente solo porque no sepa estar sola. No quiero hacer daño, porque al final yo también lo paso mal. A partir de ahora se acabó lo de las relaciones cuando en realidad no siento nada, porque les doy falsas esperanzas.
- ¿Y vas a aguantar? – No lo dije con maldad pero realmente dudaba de que Vero pudiera estar mucho tiempo sin relaciones.
- Sin relaciones sí, sin sexo…
Me reí porque eso era exactamente lo que yo estaba pensando.
- Pero puedo tener sexo sin compromiso – explicó – sin tener que empezar una relación solo porque nos hayamos acostado o porque me haya liado con esa persona. Así ni ellos ni yo nos creamos falsas esperanzas.
- Me parece lógico. Pero… ¿cómo vas a encontrar el amor así?
- Cuando encuentre a alguien adecuado para mí, alguien por quién sienta amor de verdad lo sabré. Y en ese caso todo será distinto, no será sexo sin compromiso ni un calentón en una discoteca. Entonces y solo entonces, cuando me enamore, tendré una relación estable.
La miré mitad sorprendida, mitad maravillada por su capacidad de arreglar su vida en dos segundos.
- ¡Aish! Mi pequeña rompecorazones – dije de coña abrazándola.

Cuando la solté y me separé un poco fue ella la que volvió a abrazarme, apretando su cuerpo al mío con fuerza. Y la dejé. Me di cuenta de que por eso había querido quedar conmigo, no para contármelo porque eso podría haberlo hecho por teléfono sino para abrazarme, para que alguien la reconfortara. Siempre lo había sabido, Vero es una persona que tal vez por el divorcio de sus padres o por su propio carácter necesita mucho cariño aunque no siempre dé esa impresión o sea capaz de decirlo. Y busca en las relaciones esporádicas ese cariño que no siempre le dan las personas de su entorno habitual. Y en ese entorno me incluyo a mí. En ese momento, mientras me abrazaba apoyando su cabeza en mi hombro y mientras tenía su boca rozando mi cuello fui consciente de que a veces no estaba lo suficientemente pendiente de Vero como ella necesitaba, me di cuenta de que a lo mejor si le hubiera dado un poco más de cariño no habría tenido esa colección increíble de relaciones esporádicas. Y me sentí jodidamente mal. No entendía por qué no me había dado cuenta antes, por qué no había sido mejor amiga.

jueves, 18 de marzo de 2010

CAPÍTULO 14 (PARTE2)

Cuando reaccioné y pude ver que me estaba comportando como una niña de tres años cambié por completo mi actitud, me sequé las lágrimas y quise consolarla, abrazarla, decirle que yo estaba allí con ella y que no me iría a ningún lado, ni por eso ni por nada. Me quedé allí el resto del día, hablamos e intenté hacer como que no me afectaba para que ella estuviera bien. Incluso en algunos momentos, en parte, llegamos a olvidarlo y conseguimos reír, más o menos como lo hubiéramos hecho unos días antes.
No quería irme de allí. Era estúpido pero la simple idea de ir al baño y separarme de ella unos instantes me daba miedo. Quería ver su preciosa y cegadora sonrisa, quería que la tuviera grabada para siempre y estar allí para asegurarme de que así era.
Supongo que conociendo mi primera reacción de pánico mucha gente pensará: ¿alguna vez te planteaste dejarla, te diste cuenta de que un cáncer era demasiado para una relación de instituto? La respuesta es: rotunda y claramente no. Es cierto que me acojoné al principio y que siendo egoísta, mi cabeza alguna vez quiso que saliera corriendo, me dijo que tarde o temprano iba a sufrir, que aquello me pasaría factura. Pero mi corazón nunca me habría permitido dejarla. Ni en esa situación, ni en ninguna. La quería. Amaba a Britney Spencer, por encima de todo. Solo quería devolverle ahora una milésima parte de todo lo que ella me había dado, de la vida que yo no conocía y me había enseñado, de una felicidad que a su lado se había multiplicado por mil.
Me costó muchísimo despedirme de ella aquella noche cuando, llegado el momento, tuve que irme a mi casa.
- ¿Estarás bien? – le dije mientras me metía en el ascensor, hasta el que había querido acompañarme, y le daba al botón para que no lo llamaran.
- Sí – dijo cogiéndome por la chaqueta que llevaba encima del vestido y acercándome a ella – Gracias por ser tan perfecta, por estar hoy aquí, por existir.
Me besó, suavemente al principio, como si volviéramos a descubrirnos la una a la otra ahora que había cosas nuevas en nuestras vidas, con más pasión después, al darnos cuenta de que en realidad lo importante seguía siendo igual, seguíamos sintiendo lo mismo.
- ¿Puedo preguntarte algo? – dije al fin, después de callármelo toda la tarde y parte de la noche. Ella asintió - ¿Pensabas decírmelo? – Lo dije con un tono serio que dejaba ver claramente a qué me refería.
Dudó un instante, pude verlo en sus ojos. Me agarró de la mano y me sacó del ascensor en vistas de que aún no podíamos despedirnos y de que probablemente alguien más en el edificio usaba ese ascensor. Nos sentamos en las escaleras.
- A tu madre se le escapó que le dijiste que me lo habías contado ayer, pero no lo hiciste. Así que me pregunto si pensabas hacerlo o no – insistí.
- No lo sé, si te soy sincera. En parte, a veces, creía que lo mejor para ti era no decírtelo, dejarte y alejarme de ti para no joderte la vida con algo así.
- ¡¡¡¿Qué?!!! ¿Ibas a dejarme?
- ¡No! A veces creía que era lo mejor para ti, pero soy demasiado egoísta y creo que nunca podría haberte dejado, me dolería demasiado, no tendría fuerzas para luchar contra esto. Así que decidí que tenía que contártelo, que al fin y al cabo somos una pareja, para lo bueno y para lo malo y que te merecías saber la verdad.
- ¿Cómo sé que puedo creerte? ¿Cómo sé que si a tu madre no se le hubiese escapado hoy me lo habrías contado tú?
- Porque soy yo y te digo la verdad. Siempre. No te habría invitado a mi casa para que conocieras a mis padres si pensara dejarte ¿no crees?
No contesté, la creía. Solamente la besé, pasándole la mano por la espalda para acercarla a mí.
- Te quiero – le dije sin apenas separar sus labios de los míos.
- I love you too.
Sonreí. Ambas sabíamos que me encantaba que me dijera “te quiero” en inglés. Volvimos hacia el ascensor y volví a entrar, esta vez sí, para irme. Le guiñé un ojo justo antes de que el ascensor se cerrara y lo último que vi fue su sonrisa radiante como respuesta. Después la puerta se cerró y bajé a mi casa.

No cené ni hablé con nadie aquella noche. Sé que Naira me había notado rara porque me preguntó un par de veces qué me pasaba, pero yo no estaba preparada aún para hablarlo así que le pedí que me dejara sola, prometiéndole que se lo contaría cuando me viese capaz. Me tumbé en la cama, prácticamente nada más llegar a casa y no volví a levantarme.
No sé a qué hora me dormí. Sé que mi madre vino a verme y a desearme buenas noches y que le sorprendió que estuviera en la cama tan pronto y sin hacer nada aparentemente. Pero no preguntó demasiado. Y se lo agradecí.

Fue una noche interminable. Cuando por fin me dormí, soñé que estaba en una habitación cerrada, con un tío que me apuntaba con una pistola. Él tenía la cara borrosa así que no sabía quién era, solo que tenía una pistola y que podía matarme. El tío empezó a chillarme, moviendo la pistola delante de mí, algo que me dio muchísimo miedo. Entonces Britney apareció y se puso delante de mí, como protegiéndome con su cuerpo. El hombre borroso la amenazó pero ella no se apartó a pesar de mis súplicas. Y el tío disparó. Vi su cuerpo caer al suelo y el sonido retumbó en mi cabeza como si se tratara de una bomba. Vi la vida apagándose velozmente en sus ojos y temblé, de miedo, de frío; porque de pronto entendí que me había quedado sola en el mundo, que nunca más tendría su calor. La abracé en sueños y mis manos se empaparon con su sangre, que salía a demasiada velocidad por el orificio por el que había entrado la bala.
Creí que la había perdido para siempre, realmente lo creí. Y fue el sentimiento más devastador y angustioso que había tenido. Britney había muerto y la vida tal y como la conocía había acabado.

Me desperté sudando, totalmente mojada. ¡Estaba llorando! Llorando en la realidad por un sueño. Fue la primera de las muchas noches que soñé con la muerte de Britney.

CAPÍTULO 14 (PARTE1)

Nunca piensas que va a pasar algo así. Y es extraño, porque es muy posible, es decir, a millones de personas se les diagnostica cáncer cada año. Pero nunca crees que te puede tocar a ti o a alguien cercano. No lo piensas, pero está ahí.
Nunca supe lo que era el miedo hasta ese momento. Creía saberlo pero en realidad no tenía ni idea. Ese miedo, el miedo a perder a una de las personas a las que más quieres, no es comparable a ninguno que hubiera sentido antes.
Britney me llevó a su habitación, dejando a su madre en la cocina. A pesar de mi sorpresa inicial al recibir la noticia, intentó tranquilizarme y explicarme qué era exactamente lo que le pasaba. En una de las pruebas que se había hecho la semana anterior le habían diagnosticado un pequeño tumor en una zona del cerebro. Precisamente por tener un tamaño muy reducido operarse para intentar extraer el tumor era muy arriesgado, ya que estaba en una zona a la que iba a costar acceder. Los médicos no le aconsejaban que se operase. Creían que con un tratamiento de quimioterapia conseguirían eliminarlo. Pero a Britney esa idea también le asustaba.
Estuvimos encerradas en su habitación, hablando, durante… no sé, horas. Me confesó que estaba aterrada; tenía miedo de no tomar la decisión correcta. Todo el mundo le recomendaba no operarse pero a ella también le asustaba que la quimioterapia no fuese suficiente y al final perdiese su tiempo tumbada en una cama o vomitando en un baño, sin fuerzas, sin su vitalidad. Tenía miedo de perderse a sí misma. Y yo también lo tenía; pero no lo dije.
Dejé que me lo explicara todo, sin interrumpirla, sin decir casi nada. En su habitación, con la puerta y las ventanas cerradas solo se escuchaban sus palabras, envueltas por su dulce voz, intentando suavizar las cosas, intentando animarme. Solo sus palabras. Aunque juraría que podía oír el ruido de cada una de mis lágrimas al chocar con el edredón de su cama y que escuchaba los latidos de mi corazón; creo que habría podido contarlos. Dicen que cuando sufres un dolor inmenso, realmente indescriptible, la capacidad de todos tus sentidos se multiplica: tu piel siente cosas totalmente nuevas, escuchas sonidos que nunca antes habías podido apreciar y ves detalles que antes se te escapaban.
No sé si realmente pude oír todo eso aquel día, por qué sus besos se grababan a fuego, de una forma especial, en mis labios o por qué mi piel al contacto con su mano se estremecía más que nunca mientras me contaba aquello. A lo mejor fue todo pura imaginación o una exaltación de mis recuerdos reales. Soy sincera y por eso digo que no lo sé con certeza; pero así es como lo recuerdo y por eso lo cuento así.
De pronto me di cuenta de que era ELLA la que intentaba tranquilizarme, animarme e, incluso, hacerme reír. Se supone que tenía que ser YO la que estuviera consolándola, la que le diera ánimos para luchar, para vivir. Pero con Britney a veces las cosas, simplemente no eran como se supone que deberían ser, porque ella no hacía algo solo porque se suponía que era lo correcto, ella hacía algo porque quería hacerlo, porque lo sentía, ni más ni menos.
Creo que eso fue lo que me enamoró de ella, su pasión, sus ganas de VIVIR la vida, no de pasar por ella sin más sino de vivirla.
Tal vez eso fuera lo más duro y difícil de aceptar, ¿cómo alguien con tanta fuerza, tanta vitalidad, tantas de ganas de comerse el mundo, podía tener cáncer? Ese día se me grabó en el cerebro que la vida no es justa, por mucho que haya quien se empeñe en decir que sí, que el tiempo pone a todos en su sitio, que la vida te devuelve lo que das. ¡JA! Por mi experiencia la vida no es justa. Y punto. Al próximo que me diga que lo es, le cuento lo justo que fue ver a mi novia temiendo que podía morirse con diecisiete años; al próximo que me lo diga le pego. Y punto. Algo así nunca es justo, pero mucho menos si tienes diecisiete años y toda la vida por delante.

sábado, 13 de marzo de 2010

CAPÍTULO 13 (PARTE 2)

Su madre entró en la cocina y me pidió que le ayudara a cortar el pastel de chocolate mientras Britney iba poniendo los platos del postre y el helado en el salón. Brit se fue dándole antes un beso a su madre y fue un gesto que me encantó. En ese momento pensé: ¿cómo es posible que haya gente que no entienda por qué la quiero tanto?
Me quedé a solas con Mary y mientras yo cortaba la tarta se quedó quieta un momento mirándome. Me giré y me dijo en voz muy baja para que no lo escucharan los del salón:
- ¿Sabes? Estoy muy contenta de que te haya conocido – me quedé en shock, no me esperaba para nada esa conversación – Eres una chica estupenda.
Me abrazó cariñosamente. Y juro que si Michael Jackson resucitado hubiera entrado por la puerta haciendo el moonwalker me habría sorprendido menos.
- Cuando volvimos del médico – dijo volviendo a separarse – la vi con tan pocas esperanzas, con tan poca ilusión, que no parecía ella. No parecía mi hija – una lágrima empezó a rodar por su mejilla para acabar mojando el cuello de la camisa – Se encerró en su habitación, solo salía para coger comida, e ir al baño. Y pensé que estábamos perdidos… que si ella no quería luchar no había nada que hacer.

Intenté que no se diera cuenta de que no me enteraba de nada porque quería saber de qué me estaba hablando, aunque en el fondo a esas alturas y a pesar del shock instantáneo, en parte ya sabía lo que me estaba diciendo.
Se giró para coger una servilleta y secarse las lágrimas espontáneas.

- Y entonces llamaste tú, el jueves – continuó diciendo – Le dije que eras tú y por primera vez quiso salir de la habitación y hablar por teléfono, por primera vez quiso hablar con alguien. Creo que volví a ver un poco de ilusión en sus ojos. Y te lo debo a ti.
Ahora fui ya la que tuvo que girarse. No quería que se diera cuenta de que estaba en estado de shock.
- Cuando volvió ayer a casa y me dijo que te lo había contado todo – la dejé seguir hablando sin decirle que no había visto a Britney el día anterior - y que aún así venías hoy a comer y que seguíais juntas supe al instante que eras una persona maravillosa. La mayoría de las chicas de tu edad habrían huido si su novia les dice que acaba de saber que tiene cáncer. Y en cambio estás aquí haciéndola reír.
Me agaché para coger un plato y que no viera que yo también empezaba a llorar. Cáncer. Cáncer. Cáncer.
- Gracias, de verdad que no se que habría hecho mi hija sin ti – Volvió a abrazarme y esta vez sí que se dio cuenta, inevitablemente, de que estaba llorando.
Me quedé quieta en medio de la cocina, apoyada en la mesa. Sin poder pensar en nada más que en esa palabra: cáncer.
No recuerdo muy bien cuánto tiempo transcurrió o qué pasó exactamente. Creo que Mary me preguntaba una y otra vez si estaba bien, empezando a darse cuenta de que había metido la pata porque yo no sabía nada. Pero lo único que recuerdo con claridad es que yo tenía los ojos empañados, las pestañas mojadas y la vista clavada en el suelo. Realmente no era capaz de pensar, de tranquilizar a Mary o de moverme. El miedo me estaba paralizando completamente.
Cáncer. ¿Por qué ella? Cáncer.
Vi a Britney en el marco de la puerta, consciente por mi cara de que ya lo sabía todo.
Una lágrima más cayó al suelo, una de las muchas que perdí aquel día.
Britney tenía cáncer. La vida había cambiado.

CAPÍTULO 13 (PARTE 1)

ENERO – FEBRERO 2009:
Cuando volvimos de las vacaciones de Navidad noté que Britney estaba un poco rara, le dolía muchísimo la cabeza y muy a menudo y siempre estaba cansada. Al parecer esas molestias venían de un tiempo atrás pero no había querido quejarse demasiado; el problema es que había empeorado y ahora le costaba hasta concentrarse.
Tras tres semanas luchando con ella todos los días conseguí, finalmente, convencerla de que se lo contara a sus padres para que la llevaran a hacerse una revisión. Le comenté que podían ser migrañas, algo que sería bastante común y que seguramente le darían algo para aliviar el dolor.
Me chantajeó hasta que accedí. Hicimos el trato de que ella iría al médico si yo iba a comer un día a su casa para conocer a sus padres. Ella hacía mucho que quería presentármelos pero a mí me daba mucha vergüenza. Pero bueno, pensé que valdría la pena pasar un mal trago a cambio de que ella fuese de una vez al médico.
Se hizo unas pruebas el tercer sábado de Enero así que el siguiente fin de semana fui a su casa a comer. Me sentía rara porque sospechaba que a Britney le pasaba algo conmigo o con su familia, porque llevaba casi una semana desaparecida; me había llamado un par de veces pero hablamos durante muy poco tiempo y no nos habíamos visto ni una vez. Así que me moría por verla para hablar y preguntarle, por fin, si le había pasado algo.
Me había puesto un vestido negro que no era la típica prenda que te pones a diario pero tampoco era demasiado elegante; no quería parecer pija ni destacar demasiado pero quería causarles una buena impresión a los padres de mi novia. Ya conocía a la hermana de Brit porque me la había presentado hace un tiempo y había quedado con ellas un par de veces; nos llevábamos muy bien y eso me daba un poco más de confianza.
Pasé la primera parte de la cena bastante nerviosa pero luego me relajé y empecé a sentirme como en mi propia casa. Me hablaron de cómo era su vida en Willmington y de por qué se habían mudado, de lo que les parecía Pontevedra y de un montón de cosas más. Me sorprendió que el padre, Brian, hablara tan bien español a pesar de haber nacido en Chicago y de haber vivido casi toda su vida en Willmington. Evidentemente tenía bastante acento estadounidense pero aún así no sería comparable, en el sentido de patético, a si yo intentara hablar en inglés como él lo hace en español. De hecho en un momento determinado de la comida me acordé de una vez en la que Vero y Diego se pusieron a imitar el acento británico en plena calla (y bastante mal por cierto) y tuve que contenerme la risa para que Brian no creyera que me reía de él.
Me empecé a llevar especialmente bien con Mary, la madre de Britney. Cuando, justo antes de traer el postre, empezaron a contar anécdotas de cuando Brit era pequeña noté que el ambiente se había enrarecido un poco pero juro que no sabría decir por qué. Me quedé muy confundida porque lo había notado, pero no entendía nada. Ella se dio cuenta y para intentar disimular le preguntó a su madre si podíamos ir a coger el helado. Mary le dijo que sí así que nos levantamos y nos dirigimos a la cocina.
- ¿Te lo estás pasando bien? – me dijo mientras me cogía de la cintura para besarme.
- ¡Eh! Que están tus padres ahí…
- ¿Y?
- Pues que pueden venir y me moriría de vergüenza.
- Pero te echaba de menos. Tus labios, tu pelo, tu cuerpo – dijo mientras me abrazaba.
- ¿Y por qué llevas desaparecida estos días si me echabas de menos?
Se apartó para ir a sacar el helado del congelador.
- He estado un poco ocupada.
Me sonó completamente a excusa pero no quise ponerme a discutir allí, en la cocina y con sus padres y su hermana en la habitación de al lado.

jueves, 4 de marzo de 2010

CAPÍTULO 12 (PARTE 3)

Después de un rato bostecé sin poder evitarlo, puse la mano delante porque abrí un montón la boca.
- ¡Mamma mia! ¿A qué hora os dormisteis Simba?
- ¿Y tú que eres Timón?
- Nah, soy Pumba que tenía más marcha. Diego es Timón. Y, en serio, ¿a qué hora? Porque tienes una pinta de sobada...
- No dormí.
- ¡¿Nada?! Si que había ganas...
Ahora fui yo la que se puso un poco colorada.
- ¿Cuántas veces lo hicisteis?
- No pretenderás que conteste ¿verdad?
Puso los ojos en blanco.
- Pero si sabes que me lo vas a decir tarde o temprano.
Lo pensé un segundo y me di cuenta de que tenía razón, mi mente era débil en cuanto a Vero y sabía que siempre acababa diciéndoselo todo. Así que me acerqué y le susurré al oído el número, lo que sin duda dejaría satisfecha su curiosidad.


Lo pasé muy bien durante toda la excursión y cuando volvimos faltaban muy pocos días para Nochebuena. Pasé gran parte de las Navidades en familia. Poco a poco la situación en casa iba mejorando y mi madre parecía estar empezando a aceptar que yo estaba con Britney y hasta me preguntaba por ella de vez en cuando. En los días de Navidad y Nochebuena Britney se fue a Madrid y volvió para fin de año. Era el primer fin de año que yo salía y tenía muchas ganas de estar con Britney, Vero y Diego. Cené con mi familia y después de las campanadas mi hermana y yo nos preparamos para irnos. Me había comprado un vestido negro precioso, con los zapatos a juego y me moría de ganas de ver a Brit con su vestido, que no había querido enseñarme hasta esa noche. Cuando bajé con mi hermana al portal, donde nos esperaba mi novia, estaba muy nerviosa. Incluso antes de salir del ascensor vi su reflejo en el espejo del portal y fue suficiente para que mi mente se quedara totalmente en blanco durante unos minutos; estaba deslumbrante. Tenía el pelo un poco ondulado y le caía sobre los hombros y sobre el precioso vestido de un violeta oscuro.
Fuimos a la discoteca de la que habíamos comprado todos una entrada para esa noche. Y nos encontramos a los demás en la puerta. Pasé casi una hora felicitando el año a la gente a la que nos encontrábamos, charlando y bebiendo. Y durante esa primera hora casi no pude estar a solas con ella ni cinco minutos. En un momento en que nadie nos prestaba atención me quedé mirándola medio embobada. Britney se dio cuenta, sonrió mientras me cogía la mano y me susurró al oído para que la oyera por encima de la música:
- Vamos a bailar anda que no aguanto ni un minuto más sin abrazarte.
Nos alejamos de la barra para meternos más en la pista de baile. Bailamos durante un montón de tiempo y cuando por fin pusieron una canción lenta la abracé. Ya nos daba igual la gente, lógicamente ya no había de qué esconderse.

Y desde que la abracé prácticamente no volví a soltarla en toda la noche. Con su vestido, el pelo, sus labios pintados de un color perfecto para ella, su cuerpo…Britney atraía la atención de todas las miradas. Ella parecía no darse cuenta y de hecho solo me miraba a mí. ¿Por qué a mí? ¿Por qué de entre todas las chicas de Pontevedra se había fijado en mí? Después de aquella noche no dejé de preguntármelo durante una semana entera y todavía hoy lo hago… sin encontrar respuesta.
Allí, en la discoteca el día de fin de año, abrazadas, me sentía muy afortunada.
Me acerqué a ella apoyando mi cabeza en su hombro desnudo y cerré los ojos. Sus brazos rodeando mi cintura, sus labios en mi cuello, su olor, la música… ¡Esa sensación, la de aquella noche, no la olvidaré jamás, por muchos años que pasen! La sensación de que si algún día me iba mal en la vida y no le encontraba sentido pensaría en aquel momento y en cómo me sentí y me daría cuenta de que solo por ESO había valido la pena vivir. Por esa noche, porque por primera vez en mi vida me sentía unida a alguien tanto como para confundir donde empezaba ella y donde acababa yo, por ese abrazo interminable al compás de la música, por su piel junto a la mía, había valido la pena vivir.

CAPÍTULO 12 (PARTE 2)

- A ver hablemos de verdad ¿te gustó? - volvió a preguntar poniéndose seria.
Asentí.
- Fue increíble, más especial de lo que esperaba. Al principio estaba muy nerviosa pero me tranquilizó y a partir de ahí todo fue fácil, me dejé llevar...
Me miró con curiosidad pero sin atreverse a preguntar más.
- Ella hizo que fuera divertido, dulce y romántico pero a la vez sensual y sexy.
- Suena bien.
- ESTUVO bien.
Se rió y me sacó la lengua.
- ¿Sabes? Me dais envidia.
Eso sí me sorprendió bastante.
- ¿Por?
- Porque estás enamorada de alguien que también lo está de ti y estáis juntas, os va bien.
- Bueno, pero tú tienes a Pablo.
- Ya, pero no es lo mismo.
- ¿Cuál es la diferencia?
- Pues que yo no estoy enamorada de él, ni él de mí.
- ¿En serio? Creí... no sé, la primera vez que me hablaste de él pensé que esto era distinto.
- Y es distinto, me gusta más que los anteriores. Pero aún así...
- Ya, que no le quieres - añadí.
- Eso mismo. Simplemente no es la persona en la que pienso cuando me voy a dormir, ni necesito hablar con él todos los días, ni siento eso que se supone que hay que sentir.
- ¿El cosquilleo en el estómago y eso?
- Sí.
Se quedó pensativa mirando por la ventana, los árboles nevados pasaban a toda velocidad al lado de la carretera.
- ¿Estás bien? - le pregunté al cabo de un rato.
- Sí, es solo... estoy pensando.
- ¿En qué?
- En que yo nunca tendré una primera vez como la tuya... y me habría gustado.
Me descolocó por completo.
- No por el hecho de que fuera con una mujer - continuó - sino porque fue romántica y especial. A veces tengo la sensación de que nunca me fijaré en la persona adecuada, de que nunca me voy a enamorar.
- ¡Ey! - dije cogiéndole la mano que tenía apoyada en el respaldo de delante - Créeme pasará, solo tienes que esperar a que la persona adecuada aparezca.
- ¿Y si no aparece? ¿Y si siguen viéndome siempre como la chica con la que se lo pasan bien en la cama?
- Mira, nadie en su sano juicio podría estar tan ciego como para no ver que eres increíble.
- Lo dices porque eres mi amiga.
- ¡Lo digo porque es verdad! Para ser sincera, si no fueras mi mejor amiga hace tiempo que te habría entrado.
- ¡Venga ya!
- ¡Vero, por favor! No te das cuenta pero iluminas la habitación cada vez que entras...
Se puso algo colorada y para que se notara menos apoyó la cabeza en mi hombro.

CAPÍTULO 12 (PARTE 1)

Esa mañana después de nuestra primera vez, cuando bajábamos por el ascensor del hotel hasta la recepción estaba tan exhausta como feliz. Los profesores nos habían pedido que estuviéramos allí a las ocho y media, antes de ir todos juntos a desayunar. Britney y yo bajamos corriendo creyendo que llegábamos tarde. Cuando la puerta del ascensor se abrió vimos que los profesores aún no habían llegado y que los que tendríamos que esperar seríamos los alumnos.
Britney se fue a saludar a un chico de nuestra clase con el que se llevaba muy bien, mientras yo buscaba a Vero. La encontré en uno de los pocos sillones que había en la recepción. Yo llevaba las gafas de sol puestas porque tenía la vista muy cansada de no haber dormido y las luces me molestaban.
- ¿Noche en vela? - preguntó Vero con una sonrisa canalla haciéndome un sitio en el estrecho sofá.
- La ayudaste a prepararlo ¿verdad?
Puso cara de sorpresa.
- ¿Te lo ha dicho ella?
- No, pero Brit estuvo conmigo casi todo el día ayer así que no pudo prepararlo y además alguien tuvo que encender las velas antes de que Britney y yo llegáramos...
- A veces se me olvida que eres lista...
La abracé y le susurré al oído "gracias por ayudarla".
- Ya sabes que eres la persona a la que más quiero en el mundo; solo quería ayudar a verte aún más feliz.
- ¡Aish! ¿Qué haría yo sin ti?
- Aburrirte - lo dijo haciendo un gesto con los brazos como indicando que era obvio. No pude evitar echarme a reír - Además, me moría por verte con esa cara.
- ¿Qué cara?
- La de "hoy me he follado a la persona a la que amo".
- ¡Vero!
- ¿Qué? - dijo riendo.
Sacudí la cabeza dándole a entender que era un caso perdido.
- ¿Por qué te querré tanto? - dije volviendo a abrazarla.
- ¡Ey, no sobes tanto a mi novia! - dijo Britney de coña.
Vero no se rio y puso mala cara, bien porque no le hizo gracia o bien porque pensó que iba en serio.
Britney me traía un vaso de café de la máquina que había a la entrada del hotel.
- Mmmmm, gracias - dije antes de darle un pico.
- No hay de qué. Lo traje porque pensé que estos no dan llegado y que nos haría falta un poco de cafeína...
Diez minutos después los profesores llegaron y nos fuimos a desayunar. Más tarde, sentadas en el autobús y de camino al lugar que visitábamos ese día, Vero me preguntó por la noche con Britney.
- Y entonces ¿qué? ¿Fue tan maravilloso como esperabas?
- ¿El qué?
- ¡Tu primera vez!
Hablábamos bajito para que no se enteraran los que iban delante en el autobús.
- ¿Qué te hace pensar que no fue una mierda? - le dije. Y reconozco que lo hice con el único propósito de hacerme la interesante y picarla un poco.
- Hombre pues no sé... tal vez lo creo porque ella fue muy cariñosa contigo trayéndote el café, porque la besaste delante de toda la recepción, porque llevas las gafas de sol desde las ocho y media de la mañana, porque tienes una sonrisa increíble pegada en la cara... y bueno, digamos que el enorme chupetón que tienes en el cuello y que intentas esconder con la bufanda no es lo que yo llamo discreto.
- ¿Tanto se nota? - dije llevándome la mano al cuello instintivamente.
- Con la bufanda no, lo que pasa es que en el desayuno te picaba el cuello y te la levantaste para rascarte, por eso lo vi.
- ¿Alguna vez habrá algo que se te escape?
- No sé. Pero cuando intentes ocultarme algo esfuérzate más al menos - dijo con una sonrisa de superioridad. Y lo peor es que tenía razón, no podía ocultarle nada, me conocía mejor que yo a mí misma.

lunes, 1 de marzo de 2010

CAPÍTULO 11 (PARTE 2)

Llegué a la puerta de la habitación y la abrí sin pensarlo, como lo habría hecho en cualquier otro momento. En cuanto crucé la puerta vi una fila de velas en el suelo, con pétalos de rosas en el centro, haciendo un camino hacia la cama. Toda la habitación estaba iluminada con velas. Me giré sorprendida hacia Britney, que estaba mordiéndose el labio inferior, expectante al esperar mi reacción.
- ¿Te gusta? - preguntó.
- ¿Qué si me gusta?
La abracé bajo el umbral de la puerta, aún sin entrar en la habitación.
- Me encanta. Me encanta. Me encanta.
- Me alegro - dijo volviendo a besarme.
- ¿Cómo lo haces?
- ¿El qué?
- Sorprenderme tanto.
- Es... talento natural.
- Hum y modestia natural también.
Le saqué la lengua por haberse puesto tan chulita.
- ¡Ven anda! - dijo dulcemente mientras me cogía la mano y me llevaba a través del sendero de velas y pétalos.
Apoyé la mochila al borde de la cama y me giré para mirarla. Me temblaban las manos por los nervios y ella lo sabía porque tenía una agarrada.
- Tranquila - dijo susurrándomelo al oído.
En ese momento lo supe, supe que íbamos a hacerlo y lo que es más importante, fui realmente consciente de que me moría por acostarme con ella. Estaba preparada. Esa certeza me tranquilizó. Me acerqué a ella y durante un tiempo lo único que hice fue eso, abrazarla.
- Te quiero.
- Yo también te quiero, Britney Spencer.
Se rió sin separarse de mí. La habitación olía fenomenal con una mezcla de olor a nieve, a velas y a su colonia. Nunca había olido un perfume que me gustara tanto como el de Britney, era increíble y me sentía atraída hacia ella al instante de olerlo (lo que a veces, sobre todo en público, podía resultar un problema). Lo curioso es que conocía a otra gente que usaba ese perfume pero no tenía el mismo efecto en mí; lo que lo hacía especial era cómo olía en la piel de Britney.
Cerré los ojos mientras le besaba el cuello y fui bajando las manos, despacio, desde sus hombros hasta la cintura. Agarré la cremallera de su sudadera para abrirla y quitársela.
- ¿Estás segura? - dijo mirándome a los ojos.
Bajé la cremallera y le quité la sudadera, deslizándola por los hombros.
- Segurísima.
Ella hizo lo mismo conmigo y después me saqué también la camiseta que llevaba por debajo. La respiración se me cortó cuando me acarició el vientre, el ombligo, el pecho. Nos tumbamos en la cama. Y simplemente me dejé llevar.
De alguna forma, me sentía segura con Britney y la conocía tan bien que más o menos sabía lo que le iba a gustar; era otra de las ventajas de estar con una chica.
Sin duda siempre recordaré esa noche; cada caricia, cada mirada, cada palabra, cada beso. Suena muy raro pero lo cierto es que me enorgullece haber perdido la virginidad con alguien como Britney. Tuvo muchísimo cuidado toda la noche de que yo estuviera bien, de que no me sintiera incómoda o demasiado nerviosa. Casi no tengo palabras para describir esa primera vez, pero fue en el sitio, el momento y con la persona perfecta; no se podía pedir más. Fue mágico.
Mentiría si dijera que dormimos algo esa noche. Después de hacerlo estuvimos hablando durante mucho tiempo. Y volvimos a hacerlo. Y volvimos a hablar. Todo el proceso varias veces. De hecho creo que cuando sonó el despertador no podía creerme que ya fueran las ocho y tuviéramos que levantarnos. Ese día nos habían despertado temprano para hacer otra excursión a un pueblo cercano.
Aunque estaba totalmente agotada por la falta de sueño (y por otras cosas... pero vamos a dejarlo ahí) cuando me levanté de la cama esa mañana era la chica más feliz del mundo. Me quedé de pie, al lado de la cama, esperando a que ella se levantara y mientras la miraba no podía creerme la suerte que había tenido de encontrarla. Me di cuenta de hasta qué punto había cambiado mi vida en esos tres meses; pasé de estar totalmente perdida a entender por qué lo había estado. No solo había encontrado el camino hacia la felicidad sino que había sido capaz de seguirlo. Creo que fue el primer momento de mi vida en que me sentí plena y feliz conmigo misma y no fue por qué hubiera hecho el amor por primera vez, sino porque amaba a la persona con la que lo había hecho y ahora me sentía más unida a ella que nunca.
Mientras veía a Britney en la cama de ese hotel, con el pelo rubio sobre la almohada y la espalda desnuda; mientras experimentaba por primera vez esa sensación de que podría comerme el mundo, pensé en un texto que había leído alguna vez en algún sitio que ya no recordaba. Ese texto explicaba a la perfección cómo me sentía:

"Felicidad en estado puro, brutal, natural, volcánico, ¡qué gozada! ¡era lo mejor del mundo!... Mejor que la droga, mejor que la heroína, mejor que la coca, chutes, porros, hachís, rallas, petas, hierba, marihuana, cannabis, canutos, anfetas, tripis, ácidos, lsd, éxtasis... Mejor que el sexo, que una felación, que un 69, que una orgía, una paja, el sexo tántrico, el kamasutra, las bolas chinas... Mejor que la nocilla y los batidos de plátano... Mejor que la trilogía de George Lucas, que la serie completa de los Teleñecos, que el fin del Milenium... Mejor que los andares de Ally Mcbeal, Marilyn, la Pitufina, Lara Croft, Naomi Campbell y el lunar de Cindy Crawford... Mejor que el pequeño paso de Amstrong sobre la Luna, el Space Mountain, Papa Noel, la fortuna de Bill Gates, las malas experiencias cercanas a la muerte, la resurrección de Lázaro, todos los chutes de testosterona de Schwarzenegger, el colágenos de los labios de Pamela Anderson, mejor que los excesos de Morrison... Mejor que la libertad... Mejor que la vida".

CAPÍTULO 11 (PARTE 1)

NOVIEMBRE - DICIEMBRE DE 2008:

Mientras el curso transcurría, poco a poco, el instituto entero se fue enterando de nuestra relación. Al principio pensamos en llevarlo en secreto; porque yo llevaba cuatro años estudiando en ese instituto y nunca había visto en él a dos chicas besándose; es más, llevaba dieciséis años viviendo en Pontevedra y creo que como mucho había visto a dos o tres parejas homosexuales besándose en la calle. Pero estábamos en la misma clase y nos sentábamos juntas y a ambas nos costaba mucho no besarnos en todo el día o algo tan simple como cogernos la mano. Por otra parte, no podíamos evitarlo, tonteábamos muchísimo así que no se puede decir que fuéramos exactamente discretas; por no hablar de las decenas de veces que íbamos al baño juntas para liarnos.
El hecho es que poco a poco nos cansamos de disimular y dejamos de hacerlo, ya nos daba igual que la gente se enterara o no, lo único que queríamos era ser nosotras mismas. Así que, como es lógico la gente empezó a darse cuenta de que Britney y yo no éramos solo amigas.
A finales de noviembre casi todo el mundo lo sabía y empezaron los murmullos, las miraditas en los pasillos y los comentarios en clase. Lo cierto es que no se cortaban un pelo, a veces hasta nos señalaban con el dedo cuando estaban dos o más personas hablando por lo bajo (supongo que uno lo sabía y los demás no y se lo estaban contando).
Era una de las únicas cosas que no me gustaban de estar con una chica. No entendía por qué esa diferencia, si hubiera estado saliendo con un chico no se habría creado toda esa curiosidad. Britney estaba acostumbrada a esa expectación y a que la miraran por la calle cuando iba con una chica (la verdad es que a ella la miraban siempre, aunque fuera sola) pero yo no. Y me ayudó muchísimo en esa época e hizo que esa fase fuera más llevadera porque me hacía reír y me daba cariño y además, el simple hecho de estar a su lado, para mí hacía que todo eso valiera la pena.


Durante la semana antes a las Navidades nos fuimos de excursión con el instituto a los Pirineos. Nos alojamos en un hotel pequeño pero muy acogedor. Al lado de la recepción había una sala con sillones alrededor de una chimenea preciosa y todo era de madera. Estábamos en la montaña rodeados de nieve. Por extraño que pareciera era la primera vez que yo veía la nieve y estaba absolutamente emocionada.
Britney, Vero y yo decidimos compartir habitación. Creí que igual Vero estaría algo incómoda por el hecho de estar durmiendo conmigo y con Britney (normalmente dormir con parejas suele ser un verdadero coñazo) pero no pareció importarle y además me comentó que seguramente ella iría a dormir con Pablo. Cuando me lo dijo me dio un ligero codazo señalando a Britney con la cabeza, dando a entender que a lo mejor era el momento para que lo hiciéramos. Lo cierto es que yo ya lo había pensado porque no se me ocurría un sitio más romántico ni un momento mejor para perder la virginidad. Habíamos cumplido hace nada los tres meses y definitivamente quería hacerlo con ella, hasta ahora el único problema una vez decidida yo había sido que nunca encontrábamos el momento porque yo no dormía en su casa ni ella en la mía si estaban nuestros padres. Y nosotras queríamos eso, poder estar juntas toda la noche. Ahora por fin lo teníamos y no se me ocurría nada más que me echara para atrás. Había llegado el momento. Tenía todo lo que necesitaba para estar preparada, la tenía a ella.
La primera noche llegamos tan cansadas que las tres nos quedamos dormidas en cuanto nos tumbamos en la cama. Al día siguiente hicimos una breve excursión por la zona y nos llevaron, por la tarde, a una pista de ski. Al volver al hotel estuvimos un rato sentados en la sala de la chimenea, charlando. Cuando íbamos hacia la habitación porque era la una más o menos y al día siguiente madrugábamos Vero insistió en irse a dormir con Pablo. Más tarde me enteraría de que en realidad Vero ayudó a Britney a prepararme una sorpresa.