martes, 30 de marzo de 2010

CAPÍTULO 15 (PARTE 2)

Se separó un poco, con los ojos algo llorosos y se echó hacia atrás en el banco. Pero, tal vez porque al darme cuenta de esas cosas mi conciencia no estaba tranquila, no quise alejarme de ella así que me senté de lado en el banco, apoyando la cabeza en su hombro y rodeándole el estómago con el brazo. Noté que miró hacia abajo, probablemente sorprendida, pero no la miré y ella no preguntó nada, simplemente empezó a acariciarme el brazo con el que la abrazaba.
Y me quedé allí, intentando pensar por qué durante tantos años había estado tan estúpidamente ciega como para no ver que tal vez Vero me necesitaba más de lo que yo creía o de lo que estaba dispuesta a decir, de que necesitaba a su mejor amiga. La abracé más fuerte. Y entonces empecé a pensar en las razones de que durante un tiempo hubiera estado más apartada de Vero. Las únicas que se me ocurrieron fueron que tal vez ahora, como estaba con Britney, pasaba menos tiempo con Vero y la llamaba menos. Y me prometí a mí misma que eso cambiaría en ese preciso momento. Luego pensé en cómo eran las cosas antes… y no entendí por qué tampoco entonces me había dado cuenta de lo que realmente le pasaba a Vero. Y de pronto estaba tan claro…si miraba muy dentro de mí podía ver con claridad y certeza que todo se basaba en mi propio miedo. Cuando ella me contó que es bisexual yo ya llevaba mucho tiempo confusa y preguntándome si yo también lo era pero sin atreverme a asumirlo o a confesármelo a mí misma. Y tal vez me alejé un poco de ella o no le di la suficiente atención o el suficiente cariño, por miedo a que mis propias dudas salieran a la luz si ella o yo llegábamos a sentir algo más que amistad, por miedo a perder esa amistad por una estupidez o confusión.
Allí, sentada en aquel banco abrazada a Vero, me arrepentí muchísimo de haber fallado de algún modo a mi mejor amiga por mi simple y estúpida cobardía. Y además fui consciente de que daba igual que hubiera mantenido esa distancia física durante algún tiempo con ella, porque en el fondo había algo mucho más importante que me nos mantenía unidas; era igual a mí en muchas cosas pero incluso aquellas que eran diferentes hacían que nuestra forma de ser fuera tan compatible, de algún modo extraño y aunque suene incomprensible, las diferencias nos hacían iguales. Como dos partes de una misma persona, de una misma alma. Y eso cuando eres adolescente y aún no estás preparado para asumirlo, entenderlo o procesarlo, asusta. Incluso allí, en el parque del río, cuando por fin fui capaz de aceptar que era así, seguía asustándome.
Y entonces Vero interrumpió de pronto mis pensamientos.
- ¿Crees que soy capaz de enamorarme? A lo mejor ese es el problema.
- Todo el mundo es capaz de enamorarse…
- ¿Todo el mundo?
- Sí. Otra cosa es que quieran reconocerlo o que encuentren a la persona adecuada. ¿Cuál de los dos es tu caso? – dije en broma, suponiendo al cien por cien que simplemente ella no había encontrado aún a la persona de la que enamorarse.
- No lo sé – dijo volviendo a apartar la mirada fingiendo que observaba el río. Me sorprendió que dijera eso.
- ¿Cómo que no lo sabes?
- Da igual…yo me entiendo. Y ahora dime- añadió rápidamente para cambiar de tema - ¿qué te pasa a ti?
- ¿Lo preguntas para no contestar?
- Lo pregunto porque quiero saberlo – dijo dulcemente.
Saqué mi brazo que aún estaba alrededor de ella, levanté la cabeza apoyada en su hombro y me incorporé en el banco, alejándome un poco de ella.
- Necesito decírtelo, supongo que por eso vine aunque sabía que me ibas a notar rara y que ibas a preguntar. Es Britney – la voz se me entrecortó – tiene…
- ¡¿Un lío?! – preguntó Vero mitad asombrada mitad indignada.
- ¡Ojalá…! Creo que lo preferiría. Tiene cáncer.
Hubo un breve minuto de indecisión por su parte, supongo que pensando en que no quería creerme, pero sabiendo que yo no bromearía con algo así. Y de todas formas bastaba con mirar mis ojos rojos para saber que era verdad…
Me acarició la cara y recogió un mechón de pelo detrás de mi oreja, mirándome a los ojos. Levanté la mirada por fin para encontrarme con la suya. Y vi el dolor en sus ojos, dolor que era reflejo de los míos, el dolor que Vero sintió por Britney, por mí. Le expliqué todo lo que había pasado el día anterior sin demasiadas palabras, sin adornos. Le dije la verdad, que tenía miedo y que al principio me había comportado como una idiota al dejar que Brit me consolara cuando debería ser al revés. Y volví a llorar, sin poder y sin querer evitarlo; necesitaba desahogarme con alguien. Pero los que parecían reacios a llorar eran mis ojos, que me escocían con cada lágrima nueva y que estaban cada vez más rojos. La abracé y simplemente me quedé a su lado durante un montón de tiempo, sintiendo sus manos en mi espalda, en mi pelo, acariciando mi cara. Volvimos a ponernos en la misma postura que antes, yo abrazándola, rodeando su estómago y apoyando la mano en la cintura y la cabeza en su hombro. Pasó un montón de tiempo y no nos movimos ni hablamos porque no era lo que ninguna de nosotras necesitaba en ese momento.
Me di cuenta esa mañana en el río de que una de las pocas cosas que podía consolarme en el mundo era el olor del perfume de Vero y el contacto de su piel con la mía. Usaba esa misma colonia desde hace años, desde la primera vez que yo se la regalé y le encantó. Y su olor era para mí un recuerdo asociado inmediatamente a Vero, a nuestra amistad.

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