martes, 27 de julio de 2010

CAPÍTULO 27 (PARTE 4)

18 horas antes:
- Deja la mochila en mi habitación – me dijo Vero – te espero en el salón.
Y no sé muy bien por qué pero en cuento entré por la puerta, en cuanto vi su cama y sus cosas, me sentí como en mi propia casa. Y fue sin duda el mejor sentimiento en lo que llevaba de día.
- No quiero hablar de ella – dije entrando en el salón – ni que me la menciones ni nada.
- Vale. ¿Entonces no me vas a contar lo que ha pasado?
- No… solo quiero pasarlo bien, olvidarme por un día, bueno, por una noche, de lo que siento por ella.
- ¿Y cómo se supone que voy a conseguir eso?
- No lo sé.
- Empecemos por ir a comprar alcohol.

17 horas antes:
En el súper tuvimos que pedirle a uno de los chicos de dieciocho años que estaba en la cola que nos comprara el alcohol.
Una vez fuera de allí decidimos ir directamente a casa de Vero las dos solas, aprovechando que sus padres no estaban.

15 horas antes:
- ¿Me pones otra? – dije estirando el vaso vacío hacia ella.
- Bueno, pero cálmate; que yo casi me acabo de sentar y tú ya vas a empezar la tercera copa.
- Es que tardabas tanto…
- Estaba haciéndote la cama para luego.
- Haber avisado y te ayudaba. Y… ¿entonces no dormimos juntas?
- No sé, como quieras. Pero repito, baja el ritmo que además a ti el vodka te sube mucho.
- Fuiste tú la que propuso comprar.
- Para que no pensaras en ella…
- Bueno… pues si no lo bebemos el alcohol no hace magia.
Se rió irónicamente.
- Y si lo bebemos tampoco.
- Pero te hace creer que sí.


A partir de las13 horas antes:
Era aproximadamente la una de la madrugada. Vero había puesto música y la última vez que miré, a la botella de vodka le quedaba más o menos la mitad.
Llevábamos bailando y bebiendo gran parte de la noche. Y tengo que reconocer que me lo estaba pasando genial.
- Tengo hambre – dijo yendo hacia la cocina. Y me llamó desde allí.
………

En algún momento que fui al baño escuché el móvil sonando desde la habitación en la que había dejado la mochila.
- ¿No lo coges?
- Es ella. Voy a apagarlo.
Fui allí y tras comprobar que sí era Britney, apagué el móvil sin querer mirar los mensajes o contestar a las llamadas.
………

Recuerdo haber visto a Vero tirada en el suelo en algún momento, aunque no sé bien por qué.
………

Lucky de Jason Marz y Colbie Caillat empezó a sonar, y como era una canción lenta, Vero me agarró para bailarla juntas.
………

En algún momento se nos acabó la mezcla y, para no beber vodka solo, llamamos a Diego por si quería venir y traernos de paso alguna cerveza de la tienda abierta veinte cuatro horas.
………

- ¿Por qué tendremos tan mala suerte? – dijo Vero tambaleándose y echándose después en el sofá.
- ¿Tan mala suerte?
- En el amor.
- Ah… Tampoco tenemos tan mala suerte.
- Habla por ti, Amy.
- Venga….
- ¿Qué? Tú tienes a Britney.
- Y tú me tienes a mí.
………

Cancer de “My Chemical romance”.
- Quita esa canción por Dios – dije suspirando.
………

Diego llegó con unos amigos y una chica morena guapísima. En cuanto ella entró Vero y yo nos miramos como buscando con la mirada la opinión de la otra; no hacía falta decir más.
………

Vero me cogió la mano para que fuera a ver la luna desde la ventana.
………

Cuatro de la mañana; la última vez que miré el reloj.


No recordaba nada más cuando me desperté semidesnuda al lado de Vero esa mañana. Había inmensas lagunas en mi memoria sobre esa noche como consecuencia del alcohol y solo conseguía recordar esos instantes aislados.

CAPÍTULO 27 (PARTE 3)

38 horas antes:
La película había acabado y Vero se marchaba ya a su casa así que la acompañé hasta la puerta.
- ¿Estás bien Amy? – dijo girándose en el umbral.
- No mucho.
- ¿Problemas con Britney?
- Sí, pero no me apetece hablar de ello ahora, de verdad.
- Vale.
- Cuando lo haya procesado o entendido mejor te llamo.
- Ven aquí.
Me abrazó debajo de la puerta. Metí las manos dentro de su abrigo para rodearle la espalda y hundí el rostro en su cuello. Sentí que al menos alguien estaba intentando estar ahí para mí.
- Quédate – le susurré.
- ¿Qué?
- Quédate a dormir.
- No puedo, no avisé en casa ni nada.
- Es verdad, vale.
- Lo siento – dijo volviendo a abrazarme – Sabes que me quedaría todos los días si pudiera. Pero si quieres ven mañana a casa. Mis padres tienen una boda en León y se quedan a dormir allí.
- Vale.
Me despedí de ella prometiendo que hablaríamos a la mañana siguiente, sábado.

27 horas antes:
Me había despertado temprano esa mañana, a pesar de que aún seguía algo cansada. Llamé a Vero para explicarle lo que pasaba con Britney y se quedó tan sorprendida como yo. Tampoco se creía que de la noche a la mañana sus sentimientos hubieran podido cambiar tanto. Pero me aconsejó que intentara hablar con ella una vez más, que intentara demostrarle por enésima vez que fuera lo que fuera lo que le ocurría me tenía allí, podía contármelo sin tener que inventarse esas cosas, sin tener que apartarme de ella.
Durante esa mañana, intentando estudiar, lo único que fui capaz de hacer es recordar un montón de momentos y frases compartidas con Brit y que ahora, simplemente, no encajaban con aquello: un día, mientras veíamos una película en la que aparecía una boda, ella diciéndome que la nuestra sería mucho más bonita; ella grabando nuestros nombres en un puente; ella hablando sobre cómo serían nuestros hijos; apuntando en el calendario de su ordenador el día en el que haríamos cinco años, decorando mentalmente nuestra casa… sonriendo, llorando, planeando, soñando… pero siempre juntas, siempre pensando que nuestra relación iba continuar en el tiempo. Nunca la oí plantearse la posibilidad de que eso no fuera a ser así. Nunca utilizaba el singular cuando hablaba de futuro; éramos una y el plural impregnaba esa supuesta visión. Y aunque solo fuera por eso, aquella situación y su comportamiento no encajaban.

21 horas antes:
Hacia las cinco de la tarde me vestí para bajar a casa de Britney a intentar hablar con ella. No quería mostrarme débil o resultar patética, pero tampoco que jugara conmigo. Y, de todas formas, ¿a quién pretendía engañar? Tal vez ella a mí ya no, pero yo aún la necesitaba, aún me sentía vacía sin ella.

20 horas antes:
Podría haber ideado mil cosas que decir o hacer para intentar que todo siguiera como antes, pero para mí en esa situación lo único sincero y que me salía de dentro era decirle lo mucho que la quería.
Podía haber imaginado mil escenas en su casa, desde que pulsé el timbre hasta que cogí el ascensor para volver a la mía, pero probablemente ninguna se habría acercado a lo que pasó en realidad.
No fueron sus ojos los que vi cuando la puerta se abrió, ni sus manos las que se posaron sobre el pomo. No era su pelo el que caía mojado sobre los hombros que yo ahora veía, ni era su cuerpo el que estaba envuelto en una toalla blanca. No era Britney. Nunca había visto a aquella chica rubia de ojos marrones; no la conocía de nada, pero parecía tener nuestra edad.
- ¿Está Britney? – dije sorprendida.
- Está en la ducha.
¿En la ducha? Aquella chica, definitivamente, acababa de salir de la ducha cuando llamé. Y Britney estaba allí. Había visto su casa por dentro y no había más de un baño. No hacía falta pensar mucho para llegar a una conclusión.
Las frases de Britney del día anterior retumbaron en mi cabeza: “necesito que lo dejemos, al menos un tiempo”, “pero nos han pasado demasiadas cosas en muy poco tiempo y a lo mejor no estaba preparada para tanto”, “tal vez fingía”, “necesito tiempo para pensar y tal vez para salir con otra gente”. ..
Salir con otra gente… ¿era esa chica “otra gente”?
- Quieres pasar para esperarla – me dijo ella, aunque lo oí desde lejos, como si no fuera conmigo.
Era guapa; en ese momento, jodidamente guapa.
- No gracias.
Me giré y volví a entrar en el ascensor.
¿Era eso lo que de verdad pasaba? ¿Estaba Britney viendo ya a otra?
Mientras las puertas del ascensor se cerraban no pude evitar darme cuenta de que aquello me había destrozado.

CAPÍTULO 27 (PARTE 2)

48 horas antes:
“Tenemos que hablar”
Leí una sola vez el papel que Britney me había pasado desde el pupitre de atrás. Pero la frase se repitió unas diez veces en mi mente. Tenemos que hablar. Es una de las peores cosas que se le puede decir a tu pareja, porque todo el mundo sabe que “tenemos que hablar” suele implicar algo malo. Me giré para verla y tratar de deducir algo pero no fui capaz de decir nada. Tenía miedo de saber de qué teníamos que hablar. No me pareció enfadada o desilusionada y ni siquiera triste. ¿Preocupada? Tal vez.
Tendría que esperar una hora más, a que acabaran las clases, para saber de qué se trataba. Durante esa hora los minutos parecían quedar suspendidos en el aire, como una hoja en otoño que se aferra hasta el último instante a su árbol, oponiendo cualquier atisbo posible de resistencia ante su inminente caída, ante lo inevitable que está por llegar. ¿Era yo la que me aferraba al presente, intentando detener el tiempo, o era el mundo? Fuera quien fuera inevitablemente el momento llegó.
- ¿Qué pasa? – dije mientras salíamos de clase.
- Aquí no. Te lo cuento fuera.
Tardamos cinco minutos como mucho en salir del instituto y llegar a un banco alejado, donde poder hablar a solas. Pero todo ese trayecto desde la clase al banco se me quedó grabado, como una película, como una anticipación de lo que estaba por llegar. Cinco minutos, tal vez menos, pero los recuerdo como a cámara lenta: salimos de clase y ella se agachó para coger su paraguas, pasamos por delante de los baños de los que salieron dos chicos haciendo el idiota, bajamos las escaleras y una amiga pasó a mi lado y me saludó, en la puerta del instituto dejé pasar a un profesor y luego salimos, miré el cielo nublado cuando estuvimos fuera, ella suspiró antes de sentarse en el banco. Miles de detalles enanos que configuraban tan solo mi recuerdo de cinco minutos de mi vida, de mi relación con Britney, pero de alguna forma siempre fueron cinco minutos simbólicos. Porque por su mano temblorosa cuando me pasó el papel, por la forma de evitar mi mirada cuando me giré, por cómo caminaba a mi lado intentando cuidadosamente no rozarse conmigo… supe antes de que aquella conversación empezara que algo así iba a pasar.
- Sabes que te quiero… - dijo, en lo que, sin duda, no era un buen comienzo.
- Y yo a ti.
Otro suspiro. Y seguía sin levantar la mirada, seguía evitando rozarme, seguía a kilómetros de allí.
- Pero necesito…
No lo digas. No lo digas. No lo digas.
- Necesito que lo dejemos – continuó – al menos un tiempo.
Me quedé helada. No lo entendía. Algo había pasado; algo que no alcanzaba a comprender; algo que había cambiado el presente, el pasado y el futuro; que había alterado el orden lógico de las cosas dando como resultado un mundo en el que David no venciera a Goliat, en el que los Beatles, los Rolling o Nirvana nunca hubieran tocado, en el que Armstrong nunca hubiera pisado la luna, en el que Julieta cuando encontró muerto a Romeo no se hubiera clavado un puñal para morir a su lado… un mundo sin rock, sin magia, sin esa cosa inexplicable y trastornadora a la que algunos llaman amor… un mundo sin ella a mi lado.
- ¿Qué ha pasado? – pregunté en cuanto pude reaccionar.
- Nada.
- Nada no. Me estás diciendo que quieres que nos demos un tiempo pero hasta hace nada todo parecía ir bien. ¿Qué ha cambiado?
- No lo sé Amy. Pero nos han pasado demasiadas cosas en muy poco tiempo y a lo mejor no estaba preparada para tanto. Y el cáncer, no sé, me ha ayudado a darme cuenta de que solo tengo 17 años… y estoy en una relación estable, y me siento como si ya estuviéramos casadas y no sé si es lo que quiero – No fue por lo que dijo sino por cómo lo dijo; por ese tono despectivo, alejado y ajeno con el que definió nuestra relación.
- Pensé que esto también te hacia feliz a ti, que las dos lo queríamos.
- Pues tal vez te equivocaste – fue seca, cortante; no parecía Britney.
- Pero hace tan solo tres días pasaste la tarde en mi cama acostándote conmigo y hablando durante horas. Y creo que pocas veces te he visto tan feliz – inconscientemente sonreí ante ese recuerdo.
- Tal vez fingía.
Alaska, Suecia, Noruega, Rusia o Finlandia en pleno invierno a no sé cuántos grados bajo cero eran menos fríos que el jarro de agua que me cayó encima con esa frase. Pero al mismo tiempo una parte de mí se incendió; una que sentía impotencia porque notaba a Britney más alejada de mí que nunca, que sentía rabia por cómo me estaba tratando, que estaba cabreada con el mundo y con ella, pero sobre todo, que estaba confundida, que no entendía nada. Fuego y hielo. A la vez.
Me acerqué a ella.
- Britney ¿qué está pasando? ¿qué estás haciendo? – puse suavemente una mano sobre su pierna pero la apartó – sé que has pasado por muchas cosas y que no ha sido fácil pero no lo pagues conmigo, no me trates así, incluso aunque hayas dejado de quererme…
- Yo no he dejado de quererte – me interrumpió y por un instante, mientras dijo eso vi la duda brillando en sus ojos y lo que fuera que estaba pasando desapreció, lo que fuera que tuviera preparado estuvo a punto de desmoronarse y por un momento ella estuvo a punto de volver a ser la chica con la que llevaba meses saliendo.
Reduje poco a poco la distancia entre las dos y le acaricié levemente la mejilla pero justo cuando estábamos tan cerca que casi podía besarla, la nueva versión de Britney volvió a emerger y se apartó.
- Amy, de verdad, necesito tiempo para pensar.
No supe qué decir.
- Y tal vez – continuó - para quedar con otra gente.
- ¿Con eso te refieres a salir con otra gente?
- Sí.
Solté una risa irónica mientras me ponía de pie. Aquello era demasiado. Me faltaba poco para romper a llorar pero no quería que me viera así.
- No sé quién eres – susurré antes de irme.

40 horas antes:
- ¡Te suena el móvil! – me gritó mi hermana desde el salón.
Cogí la pepsi que había ido a buscar y fui corriendo hacia allí. Vero, Naira y yo estábamos viendo una de mis películas favoritas, La boda de mi mejor amigo.
- Era un sms – dijo Vero, que supuse que había reconocido la melodía que tengo para los mensajes.
Cogí el móvil de la mesa y lo leí sentándome en el sofá.
“Siento cómo te he tratado hoy. Pero sigo pensando lo que dije. Por favor, no me odies.”
Era contradictorio: por una parte me pedía perdón, pero por otra Britney no se arrepentía de lo que había dicho sobre nuestra relación y sobre salir con otra gente. Contesté lo único que tenía claro en ese momento:
“Jamás podría odiarte”

CAPÍTULO 27 (PARTE 1)

Oí el despertador a lo lejos, amortiguado por algo que debía tener encima. El sonido me retumbó en la cabeza y por instinto me llevé las manos a ésta como si así el dolor se fuera a ir. Volví a meterme debajo de la manta, pensando que tal vez así la alarma pararía de sonar. Y, milagrosamente, dejé de escucharla; aunque más bien porque alguien la apagó. Me costó abrir los ojos, pero cuando lo hice la vi vestida solo con ropa interior negra y con el despertador en la mano. Segundos después volvió a tumbarse en la cama. Y yo volví a cerrar los ojos. Me di cuenta de que esa sensación en el estómago y esa sed eran las consecuencias que siempre padezco cuando tengo resaca. Fue entonces cuando me pregunté por qué la tenía y cuando fui realmente consciente de que acababa de ver a Vero a medio vestir apagando el despertador y tumbándose en la misma cama que yo. ¿En la misma cama? ¡¿sin ropa?! Miré hacia abajo tan solo para confirmar que también estaba semivestida, pero yo ni si quiera tenía el sujetador puesto.
Una luz roja de alarma se encendió inmediatamente en mi cabeza. Quité el edredón de un tirón y me incorporé de golpe.
- ¿Qué coño pasó ayer?
Sin moverse apenas y volviendo a taparse con el edredón, Vero contestó:
- Shhhh. Más bajo por Dios, que me estalla la cabeza.
- Perdona.
¿Qué había pasado? ¿Lo habíamos hecho? ¿Por qué sino estábamos semidesnudas juntas? ¿Se acordaba ella de algo? Porque yo ni siquiera recordaba haber bebido.
Me dispuse a bajar de la cama y, justo como una señal ante ese último pensamiento, pisé una de las muchas botellas de cerveza que había por el suelo. Definitivamente sí, habíamos bebido.