domingo, 6 de febrero de 2011

CAPÍTULO 32 (PARTE 3)

A las cinco quedamos con Vero y Diego. Sin ningún plan concreto, la verdad, con la única intención de compartir nuestra mutua presencian los cuatro, de pasar tiempo con Britney todos juntos. Fuimos paseando por el río hasta la playa fluvial. Recuerdo que brillaba el sol, mientras nos dirigíamos hacia allí. Ya hacía un poco de calor, propio de los buenos días de los meses anteriores al verano. Me cogió la mano de pronto, mientras yo movía el brazo al compás de nuestros pasos. Y sonreí y sin tener que mirarla supe que ella también sonreía. Éramos felices, aunque fuera durante un breve instante, durante un breve parón en esa gran tormenta que suponía su operación, pero durante ese momento mientras nuestros brazos se rozaban y caminábamos todos juntos, supe que nadie nos robaría ese momento, y era más de lo que tenía cinco minutos antes, era un motivo más para dar gracias por haberla encontrado.
Corrimos al llegar a la playa, salpicándonos unos a otros en la orilla, saltando, riendo. Parecía la típica escena de un videoclip o una serie en la que todos parecen felices… pero mejor, aquí los protagonistas éramos nosotros.
Luego nos acomodamos en la arena; hablando un poco de todo y de nada, recordando momentos de hace mucho y otros más cercanos, en los que Britney ya hacía acto de presencia.
- ¿Os acordáis de la excursión a Salamanca? – preguntó Diego mirando hacia el agua, mientras se incorporaba un poco de una de las toallas en las que estábamos los cuatro tumbados.
Era más bien una pregunta retórica a la que, sin embargo, contestamos Vero y yo al unísono:
- ¡Claro!
- ¡Puf! Qué bien lo pasamos… - siguió diciendo él- ¿Y en la de París cuando nos perdimos?
Los cuatro nos echamos a reír, incluida Brit que sabía la historia de sobra gracias a todas las veces que se la había contado. De hecho creo que conocía todos los detalles de esa excursión casi tanto como si ella también hubiera venido, porque se los había relatado mil veces.
- Que patético fue todo – dije mientras miraba hacia Diego – Sobre todo cuando intentaste hablar con el señor y no conseguías entenderle nada.
Hablamos entre risas sobre aquel recuerdo, relatando de nuevo todo lo ocurrido, como si no nos lo supiéramos ya de memoria. Pero es curioso como siempre nos alegramos de volver a hablar sobre esas grandes historias o momentos que vivimos, especialmente con esas personas con las que lo compartimos. Es curioso como incluso años después volvemos a relatar esos instantes con la misma alegría e ilusión con que lo hacíamos el primer día, cuando volvimos de aquel viaje, o llegamos a casa tras ese buen día o mantuvimos aquella conversación por teléfono narrándolo. Es curioso como las personas mayores, incluso cuando están enfermas y su mente ya no se encuentra en plenas facultades, recurren a las mismas historias año tras año, a aquellas que también contaban sin parar años atrás, a aquellas que nunca olvidaron.
Tenía la sensación de que esa tarde, en esa playa, habíamos creado uno de esos recuerdos a los que recurriríamos en el futuro. Y nuevamente una frase de esa canción vino a mi mente:
We were the kings and the Queens

martes, 1 de febrero de 2011

CAPÍTULO 32 (PARTE 2)

Comimos en su casa con sus padres. Intenté fijarme lo menos posible en la tensión y la sensación rara que había en el ambiente, intenté centrarme en ella, como siempre que había algún problema, como siempre que quería evadirme de la realidad; en esos casos lo único que necesitaba era empezar a pensar en nosotras mientras la miraba para soñar despierta y olvidarme del mundo.

Nos sentamos en el sofá después de comer. Todos juntos. Y me imaginé como sería cuando Britney y yo viviéramos solas en nuestra propia casa; me imaginé todas las tardes de domingo que nos pasaríamos tumbadas en el sofá viendo alguna peli abrazadas (película cuya única interrupción posible sería, en alguna ocasión, un arrebato incontrolable de ganas de besarnos). A pesar de las posibles consecuencias de la operación y de la inmediatez de ésta, no podía dejar de pensar en esas pequeñas cosas que me esperaban en mi hipotético futuro a su lado, porque dejar de hacerlo habría supuesto rendirse y eso, indudablemente, iba en contra de todos mis principios. Tal vez también por eso me negaba a empezar esa fase de retroceso por cautela. Sé que mucha gente en mi situación se habría alejado un poco de ella, tal vez incluso inconscientemente, para auto protegerse; para que en el caso de que algo saliera mal el efecto del golpe estuviera un poco más amortiguado. No era mi caso. No era mi estilo. Jamás me habría alejado de ella justo ahora; al contrario, intentaba sentir el máximo tiempo posible esa conexión que nos unía. Y, probablemente, esa fue una de las decisiones más acertadas que he tomado en mi vida: mantenerme fiel a nosotras.