lunes, 1 de marzo de 2010

CAPÍTULO 11 (PARTE 2)

Llegué a la puerta de la habitación y la abrí sin pensarlo, como lo habría hecho en cualquier otro momento. En cuanto crucé la puerta vi una fila de velas en el suelo, con pétalos de rosas en el centro, haciendo un camino hacia la cama. Toda la habitación estaba iluminada con velas. Me giré sorprendida hacia Britney, que estaba mordiéndose el labio inferior, expectante al esperar mi reacción.
- ¿Te gusta? - preguntó.
- ¿Qué si me gusta?
La abracé bajo el umbral de la puerta, aún sin entrar en la habitación.
- Me encanta. Me encanta. Me encanta.
- Me alegro - dijo volviendo a besarme.
- ¿Cómo lo haces?
- ¿El qué?
- Sorprenderme tanto.
- Es... talento natural.
- Hum y modestia natural también.
Le saqué la lengua por haberse puesto tan chulita.
- ¡Ven anda! - dijo dulcemente mientras me cogía la mano y me llevaba a través del sendero de velas y pétalos.
Apoyé la mochila al borde de la cama y me giré para mirarla. Me temblaban las manos por los nervios y ella lo sabía porque tenía una agarrada.
- Tranquila - dijo susurrándomelo al oído.
En ese momento lo supe, supe que íbamos a hacerlo y lo que es más importante, fui realmente consciente de que me moría por acostarme con ella. Estaba preparada. Esa certeza me tranquilizó. Me acerqué a ella y durante un tiempo lo único que hice fue eso, abrazarla.
- Te quiero.
- Yo también te quiero, Britney Spencer.
Se rió sin separarse de mí. La habitación olía fenomenal con una mezcla de olor a nieve, a velas y a su colonia. Nunca había olido un perfume que me gustara tanto como el de Britney, era increíble y me sentía atraída hacia ella al instante de olerlo (lo que a veces, sobre todo en público, podía resultar un problema). Lo curioso es que conocía a otra gente que usaba ese perfume pero no tenía el mismo efecto en mí; lo que lo hacía especial era cómo olía en la piel de Britney.
Cerré los ojos mientras le besaba el cuello y fui bajando las manos, despacio, desde sus hombros hasta la cintura. Agarré la cremallera de su sudadera para abrirla y quitársela.
- ¿Estás segura? - dijo mirándome a los ojos.
Bajé la cremallera y le quité la sudadera, deslizándola por los hombros.
- Segurísima.
Ella hizo lo mismo conmigo y después me saqué también la camiseta que llevaba por debajo. La respiración se me cortó cuando me acarició el vientre, el ombligo, el pecho. Nos tumbamos en la cama. Y simplemente me dejé llevar.
De alguna forma, me sentía segura con Britney y la conocía tan bien que más o menos sabía lo que le iba a gustar; era otra de las ventajas de estar con una chica.
Sin duda siempre recordaré esa noche; cada caricia, cada mirada, cada palabra, cada beso. Suena muy raro pero lo cierto es que me enorgullece haber perdido la virginidad con alguien como Britney. Tuvo muchísimo cuidado toda la noche de que yo estuviera bien, de que no me sintiera incómoda o demasiado nerviosa. Casi no tengo palabras para describir esa primera vez, pero fue en el sitio, el momento y con la persona perfecta; no se podía pedir más. Fue mágico.
Mentiría si dijera que dormimos algo esa noche. Después de hacerlo estuvimos hablando durante mucho tiempo. Y volvimos a hacerlo. Y volvimos a hablar. Todo el proceso varias veces. De hecho creo que cuando sonó el despertador no podía creerme que ya fueran las ocho y tuviéramos que levantarnos. Ese día nos habían despertado temprano para hacer otra excursión a un pueblo cercano.
Aunque estaba totalmente agotada por la falta de sueño (y por otras cosas... pero vamos a dejarlo ahí) cuando me levanté de la cama esa mañana era la chica más feliz del mundo. Me quedé de pie, al lado de la cama, esperando a que ella se levantara y mientras la miraba no podía creerme la suerte que había tenido de encontrarla. Me di cuenta de hasta qué punto había cambiado mi vida en esos tres meses; pasé de estar totalmente perdida a entender por qué lo había estado. No solo había encontrado el camino hacia la felicidad sino que había sido capaz de seguirlo. Creo que fue el primer momento de mi vida en que me sentí plena y feliz conmigo misma y no fue por qué hubiera hecho el amor por primera vez, sino porque amaba a la persona con la que lo había hecho y ahora me sentía más unida a ella que nunca.
Mientras veía a Britney en la cama de ese hotel, con el pelo rubio sobre la almohada y la espalda desnuda; mientras experimentaba por primera vez esa sensación de que podría comerme el mundo, pensé en un texto que había leído alguna vez en algún sitio que ya no recordaba. Ese texto explicaba a la perfección cómo me sentía:

"Felicidad en estado puro, brutal, natural, volcánico, ¡qué gozada! ¡era lo mejor del mundo!... Mejor que la droga, mejor que la heroína, mejor que la coca, chutes, porros, hachís, rallas, petas, hierba, marihuana, cannabis, canutos, anfetas, tripis, ácidos, lsd, éxtasis... Mejor que el sexo, que una felación, que un 69, que una orgía, una paja, el sexo tántrico, el kamasutra, las bolas chinas... Mejor que la nocilla y los batidos de plátano... Mejor que la trilogía de George Lucas, que la serie completa de los Teleñecos, que el fin del Milenium... Mejor que los andares de Ally Mcbeal, Marilyn, la Pitufina, Lara Croft, Naomi Campbell y el lunar de Cindy Crawford... Mejor que el pequeño paso de Amstrong sobre la Luna, el Space Mountain, Papa Noel, la fortuna de Bill Gates, las malas experiencias cercanas a la muerte, la resurrección de Lázaro, todos los chutes de testosterona de Schwarzenegger, el colágenos de los labios de Pamela Anderson, mejor que los excesos de Morrison... Mejor que la libertad... Mejor que la vida".

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