sábado, 13 de marzo de 2010

CAPÍTULO 13 (PARTE 1)

ENERO – FEBRERO 2009:
Cuando volvimos de las vacaciones de Navidad noté que Britney estaba un poco rara, le dolía muchísimo la cabeza y muy a menudo y siempre estaba cansada. Al parecer esas molestias venían de un tiempo atrás pero no había querido quejarse demasiado; el problema es que había empeorado y ahora le costaba hasta concentrarse.
Tras tres semanas luchando con ella todos los días conseguí, finalmente, convencerla de que se lo contara a sus padres para que la llevaran a hacerse una revisión. Le comenté que podían ser migrañas, algo que sería bastante común y que seguramente le darían algo para aliviar el dolor.
Me chantajeó hasta que accedí. Hicimos el trato de que ella iría al médico si yo iba a comer un día a su casa para conocer a sus padres. Ella hacía mucho que quería presentármelos pero a mí me daba mucha vergüenza. Pero bueno, pensé que valdría la pena pasar un mal trago a cambio de que ella fuese de una vez al médico.
Se hizo unas pruebas el tercer sábado de Enero así que el siguiente fin de semana fui a su casa a comer. Me sentía rara porque sospechaba que a Britney le pasaba algo conmigo o con su familia, porque llevaba casi una semana desaparecida; me había llamado un par de veces pero hablamos durante muy poco tiempo y no nos habíamos visto ni una vez. Así que me moría por verla para hablar y preguntarle, por fin, si le había pasado algo.
Me había puesto un vestido negro que no era la típica prenda que te pones a diario pero tampoco era demasiado elegante; no quería parecer pija ni destacar demasiado pero quería causarles una buena impresión a los padres de mi novia. Ya conocía a la hermana de Brit porque me la había presentado hace un tiempo y había quedado con ellas un par de veces; nos llevábamos muy bien y eso me daba un poco más de confianza.
Pasé la primera parte de la cena bastante nerviosa pero luego me relajé y empecé a sentirme como en mi propia casa. Me hablaron de cómo era su vida en Willmington y de por qué se habían mudado, de lo que les parecía Pontevedra y de un montón de cosas más. Me sorprendió que el padre, Brian, hablara tan bien español a pesar de haber nacido en Chicago y de haber vivido casi toda su vida en Willmington. Evidentemente tenía bastante acento estadounidense pero aún así no sería comparable, en el sentido de patético, a si yo intentara hablar en inglés como él lo hace en español. De hecho en un momento determinado de la comida me acordé de una vez en la que Vero y Diego se pusieron a imitar el acento británico en plena calla (y bastante mal por cierto) y tuve que contenerme la risa para que Brian no creyera que me reía de él.
Me empecé a llevar especialmente bien con Mary, la madre de Britney. Cuando, justo antes de traer el postre, empezaron a contar anécdotas de cuando Brit era pequeña noté que el ambiente se había enrarecido un poco pero juro que no sabría decir por qué. Me quedé muy confundida porque lo había notado, pero no entendía nada. Ella se dio cuenta y para intentar disimular le preguntó a su madre si podíamos ir a coger el helado. Mary le dijo que sí así que nos levantamos y nos dirigimos a la cocina.
- ¿Te lo estás pasando bien? – me dijo mientras me cogía de la cintura para besarme.
- ¡Eh! Que están tus padres ahí…
- ¿Y?
- Pues que pueden venir y me moriría de vergüenza.
- Pero te echaba de menos. Tus labios, tu pelo, tu cuerpo – dijo mientras me abrazaba.
- ¿Y por qué llevas desaparecida estos días si me echabas de menos?
Se apartó para ir a sacar el helado del congelador.
- He estado un poco ocupada.
Me sonó completamente a excusa pero no quise ponerme a discutir allí, en la cocina y con sus padres y su hermana en la habitación de al lado.

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