lunes, 21 de junio de 2010

CAPÍTULO 25 (PARTE 1)

ABRIL 2009:
Había quedado con Britney en su casa para hacer juntas los deberes. Cuando llegué estaba sola. Llevaba un pijama puesto por la parte de abajo y una camiseta para hacer deporte.
- ¿Estás bien? – dije.
- Sí, solo cansada.
- Si quieres puedo irme y te dejo dormir,
Me agarró del brazo para que me acercase a ella y no me fuera hacia la puerta.
- Me gusta tumbarme en la cama cuando tú también estás en ella. ¿Puedes hacer allí los deberes mientras descanso?
- Claro.
Sonrió dulcemente agarrando mi mano para llevarme a la cama. Me senté apoyada en la cabecera de la cama y tapada con el edredón, mientras ella se tumbaba a mi lado. La dejé dormir unos veinte minutos intentando no hacer ruido o no moverme demasiado, mientras hacía los deberes.
Noté una mano en mi pierna. Miré hacia abajo. La vi sonriendo aún medio dormida. Me agaché para darle un beso en la mejilla, dejando que mi pelo cayera sobre su cara. Y entonces abrió los ojos. Nos quedamos un rato sin decir nada, simplemente mirándonos.
- No lo digas.
- ¿El qué? – preguntó sorprendida.
- Sea lo que sea no lo digas.
- No sabes lo que iba a decir.
- Ya. Pero tienes esa mirada… esa que pones cuando vas a decir algo que sabes que no quiero oír.
- Me conoces demasiado bien – por un momento creí que iba a acabar la frase ahí – pero quiero decirlo, aunque tú no quieras oírlo.
- ¿Por qué?
- Porque a lo mejor aunque ahora no quieras oírlo dentro de un tiempo mirarás atrás y recordarás que lo dije.
Se quedó callada unos instantes y empecé a tener curiosidad.
- ¿Qué era?
- Solo iba a decir que no quiero que nunca olvides este momento, esta sensación, lo que has sentido cuando me has visto despertarme y te has agachado a darme un beso.
Estuve a punto de echarme a llorar. Me levanté de la cama cabreada, sentimentalmente alterada y mientras daba vueltas sin sentido por la habitación empecé a hablar.
- ¿Por qué me haces esto? ¿No entiendes que cada vez que me hablas como si fueras a irte me rompes el alma?
- No puedo evitarlo.
- ¿No entiendes que es como una patada en la conciencia, que me jode un montón oírte decir eso… que el efecto es más fuerte que mil anfetas y trescientos tequilas?
Se levantó de la cama para encontrarse conmigo. Ahora yo ya estaba llorando. Y me contestó casi gritando.
- ¿Y tú no entiendes que necesito hacerlo? ¿Crees que me apetece, que me gusta sentirme así? Tú no sabes lo que es levantarte cada día luchando por vivir. Tú no sabes lo que es levantarte una mañana de la cama y no saber si volverás a acostarte esa misma noche.
Me acerqué un poco intentando agarrarla por el pijama para atraerla hacia mí, pero no me dejó. Siguió hablando:
- ¿No entiendes que nunca me perdonaría a mí misma no haberte dicho todo lo que siento? Para mí tampoco es fácil…
No aguanté más, me abracé a ella llorando y, entre lágrimas, creo que le susurré “lo siento” unas mil veces.

No hay comentarios:

Publicar un comentario