domingo, 30 de mayo de 2010

CAPÍTULO 22 (PARTE 2)

Unos diez o quince minutos después apareció en el salón. Yo había preparado la cena antes y había decorado la mesa con velas y flores. También había comprado un vestido para mí, negro, que dejaba mi espalda al descubierto y que tenía un pequeño lazo en mi nuca, que quedaba oculto tras mi pelo suelto.

- ¡Guau! – dijo al cruzar la puerta.

- He preparado la cena.

Se acercó a mí, puso sus manos por encima del vestido y mirándome provocativamente, dijo:

- ¿Y pretendes que consiga cenar cuando vas así vestida?

- Es algo que tendrás que soportar… - le mordí suavemente el cuello sentándome a la mesa.

- ¿Cómo has conseguido todo esto: organizar todas las pistas, que tengamos esta casa toda la noche para nosotras…?

- Tengo mis recursos. Aunque hay algo que ha fallado.

- ¿El qué?

- Se supone que tendríamos que tomar la cena antes que el postre – mostré una pícara sonrisa, me refería a la hora y media que habíamos pasado en la cama – Pero no aguantaba más sin estar contigo.

- No pasa nada… ¿Sabes? Siempre me ha encantado repetir postre…

- Jeje.



Cuando estábamos acabando los spaghetti que yo había preparado se quedó quieta, mirándome, callada.

- ¿Qué pasa? – dije sonriendo.

Y con la misma sonrisa contestó, pensativa:

- Amanda Spencer.

Entre risas conseguí contestar:

- ¿Qué?

- Cuando era pequeña solía imaginar cómo sería el nombre de mi marido pero con mi apellido. Ya sé que no tiene ningún sentido porque en realidad en Estados Unidos son las mujeres las que cambian de apellido, pero yo ya iba a contracorriente.

- ¿Y ahora imaginas el mío? – pregunté sin dejar de reír.

- Sí, Amanda Spencer.

-Suena bien.

Me senté sobre su regazo besándola suavemente.
- Declaro – dije antes de volver a posar mis labios en los suyos – oficialmente inaugurada la noche internacional del postre – volví a besarla – Puede degustar el menú de la casa tantas veces como quiera, hasta que salga el sol.

Se echó a reír.

- Adoro el buffet libre – Y agarró suavemente mi nuca acercando nuestros labios.

¡Me cuesta tanto describir una milésima parte de todo lo que Britney me hacía sentir! Durante aquella noche que pasamos juntas no recuerdo haber sentido miedo en ningún momento, a pesar del cáncer, a pesar de todo. Aquello era más grande que una enfermedad. Aquello era más grande que el tiempo y el espacio. Aquel día supe que pasara lo que pasase, yo no iba a perder a Britney porque, de alguna forma, siempre estaría conmigo. Ya era parte de mí.

Es el recuerdo más nítido que conservo, esa sensación de unión atemporal, infinita. Su expresión pensativa antes de que yo preguntara. Amanda Spencer. Su risa mezclada con algo de vergüenza y una dulzura indescriptible mientras me lo contaba. Amanda Spencer. Sus dientes mordiendo su labio inferior. Su pelo rubio sobre el vestido azul. Iluminada a pesar de la escasa luz de la noche. Amanda Spencer. Su perfume. Las velas. Sus dedos recorriendo el borde de la copa. Amanda, sí, Amanda Spencer.

1 comentario:

  1. Anónima enganchada30 de mayo de 2010, 21:09

    Creo que a partir de hoy me gustan más Paris y los espaguettis!!! ^^

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