lunes, 30 de agosto de 2010

CAPÍTULO 30 (PARTE 1)

Cuando por fin llegó a mi lado y se agachó para darme dos besos me pareció lo más raro y antinatural del mundo que no me besara en la boca. Para mí eso se había convertido en lo normal, en lo que siempre debió ser; porque cuando besaba a Britney estaba mostrando la versión más sincera de mí misma. Pareció que ella sentía lo mismo por la cara de incomodidad que puso tras rozar tan solo mi mejilla con sus labios.
Se sentó a mi lado. Y antes de levantar la vista del suelo añadió:
- Ni en un millón de años conseguiré sentirme bien estando a tu lado sin poder besarte.
Le salió casi de carrerilla, casi de forma espontanea… como si no hubiera tenido que pasar por su cerebro antes, como si viniera más bien del corazón.
- No tienes por qué pasar ni un segundo a mi lado sin besarme – contesté casi en un susurro.
Suspiró.
Y durante un tiempo ninguna dijo nada, ninguna hizo ademán de moverse. Ella estaba sumida en su mundo y yo, secretamente, luchaba con todas mis fuerzas para que su mundo y el mío fueran el mismo. Pero en algún momento había que dar el paso porque si lo que Britney tenía que decirme iba a ser doloroso para mí, lo sería igual más tarde o más temprano.
- ¿Y bien? ¿Qué tenías que contarme? – dije clavando la mirada en los árboles lejanos. Preparándome para el golpe. Preparándome para intentar no exteriorizar los efectos que sus palabras pudieran tener en mí.
Esperó un poco antes de contestar. Y se volvió hacia mí en el banco, a pesar de que yo no la mirara.
- La chica de ayer… la que te abrió la puerta…
- La rubia de la toalla ¿no? – dije con el tono más borde que pude conseguir.
- Sí… No es lo que crees, Amy.
- Ya…
- Es Brooke… mi prima. Vive en Nueva york y vino a visitarme unos días.
- ¿De verdad? – seguía sin conseguir creerla del todo.
- Sí. Y no estábamos juntas en la ducha si fue lo que pensaste. Ella ya había salido y yo me metí.
- ¿Entonces ella no es la razón de todo esto?
- No.
¿Me estaba diciendo la verdad? Me sorprendió como, a pesar de todo, yo no concebía el no creerla, el no confiar en ella.
- Entonces… - no sabía cómo decírselo; por primera vez en mi vida las palabras parecían haberme abandonado, tal vez porque nunca había tenido tanto miedo a lo que ella pudiera contestar.
- Dime - ¡Ahg! Era tan jodidamente dulce…
- Entonces ¿qué me ocultas? – fue en ese instante cuando decidí que había llegado el momento de enfrentar la verdad y de volver a mirarla a los ojos.
- ¿Qué te oculto de qué?
- Britney… dijiste que ibas a contarme toda la verdad, así que si no piensas hacerlo me voy ya.
Antes incluso de que me diera tiempo a pensar en levantarme, contestó:
- Espera. Te lo voy a contar todo. Te voy a decir la verdad.
Tuve que contener las ganas de abrazarla.

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