lunes, 30 de agosto de 2010

CAPÍTULO 30 (PARTE 2)

- No te pedí un tiempo porque de verdad quisiera estar con otra – comenzó a explicarse – ni porque no te quisiera como antes, ni porque no tuviera claro ninguna de esas dos cosas.
- ¿Entonces qué pasó?
- Sé que no lo entiendes… pero intentaba protegerte.
- ¡¿De qué?! ¡¿De quién?!
Se echó hacia atrás en el banco, subiendo las piernas y rodeándolas con los brazos.
- De mí – no pude evitar ver como se mordía el labio. Y de hecho, fue lo único que vi – Amy, no estoy mejorando. Fui al médico hará una semana… y el cáncer se ha extendido.
- ¿Por eso quisiste que nos diéramos un tiempo? –dije aún sin entender.
- Sí, solo quería darte espacio…darte no sé…la oportunidad de olvidarme, la oportunidad de vivir una vida normal.
- ¿No lo entiendes? Me has dado la oportunidad de vivir la única vida que querría vivir, la vida a tu lado.
Creo que esa frase es lo más importante que le había dicho a alguien en mi vida. Y tal vez por eso o por la intensidad con que lo dije o por las lágrimas que empezaban a inundar mis ojos por lo que acababa de anunciarme, noté como en dos segundos el muro enorme que Britney había intentado levantar entre las dos se venía abajo.
Me abrazó hundiendo su cara en mi cuello. Y me perdí allí, vagando entre su perfume y su respiración agitada, durante un tiempo indefinido. Rompió a llorar. Y yo no pude contenerme tampoco. Tenerla entre mis brazos era como volver a la vida; aun sabiendo que estaba más cerca de la muerte.
Me separé un poco y junté mis labios con los suyos. La besé… entre sus lágrimas y las mías, entre nuestros miedos compartidos, entre la esperanza y la impotencia. Sin saber cómo sentirme.
Y en lo único en lo que fui capaz de pensar fue en una canción, La cura de Franco Battiato. Y en que aquélla, que era una de mis canciones favoritas, reflejaba a la perfección en cada frase el amor incondicional y protector que quería y necesitaba ofrecerle a ella en ese momento. Cuando esa noche escuché la canción en mi cama, en la soledad de mi habitación, había una frase en concreto que me hacía llorar más que cualquier otra: “E guarirai da tutte le malattie. Perchè sei un essere speciale e io avrò cura di te” (“Y curarte de todas las enfermedades. Porque eres un ser especial y yo cuidaré de ti”). Porque esa frase me hacía sentir la mayor impotencia que había sentido jamás… por no poder curarla…por no poder salvarla; porque solo entonces fui consciente de que, a veces, querer con toda tu alma, no es suficiente. Yo había estado a su lado y la había ayudado en todo lo que había podido pero, inevitablemente, el cáncer seguía su camino y me había arrollado dejándome en la cuneta, llevándose a Britney cada vez más lejos de mí, más lejos de aquí.
Cerró los ojos un instante y apoyé suavemente mis labios en sus párpados. Cuando volvió a abrirlos estábamos tan cerca que nuestras pestañas prácticamente se rozaban.
- Prométeme – susurré sin moverme – que no vas a volver a hacer esto, que no vas a alejarme solo porque creas saber lo que es mejor para mí.
Volvió a besarme. En un determinado momento, entrelazando su mano con mi pelo me susurró al oído.
- Sabes que eres lo que más he querido, ¿verdad?
Y no sé si fue por su forma de decirlo pero estuve a punto de volver a echarme a llorar… pero justo entonces sus labios volvieron a buscar mi boca con ansiedad, mientras con una mano en mi espalda trataba de acercar mi cuerpo aún más al suyo, si eso era posible.
Cuando se menciona la palabra cáncer suele asociarse mentalmente a: quimioterapia, hospitales, calvicie, dolor, muerte. Pero en mi cabeza “muerte” siempre había estado en un segundo plano, muy lejos de la realidad. Incluso el día en que me enteré de que Britney estaba mal o cuando la notaba débil o veía las consecuencias de la quimio… la muerte fue siempre para mí algo imposible, algo demasiado alejado para llegar a tocarnos realmente. Y en ese banco supe que tal vez había llegado el momento de crecer, de madurar, de asumir que en la vida no todo tiene un final feliz. Tal vez me estaban dando la entrada para asistir a nuestro último concierto. Y fui consciente de la importancia de ese momento, de que si ella no se hubiera decidido a decirme la verdad a lo mejor yo no habría asistido a ese posible final. Y si había un final, por doloroso que pudiera ser, quería estar presente, formar parte de él, consumirlo hasta la última calada.
- ¿Y hay algo que se pueda hacer? – pregunté rompiendo lo que sería en el futuro uno de los silencios más dolorosos de mi vida.
- Van a operarme.
- ¿Cuándo?
- El jueves.
Jueves. Eso nos daba tres días y medio. Tres días cuando puedes no volver a ver a la persona a la que amas, no son suficientes. Pero si me paraba a pensarlo… toda una vida no sería suficiente.

2 comentarios:

  1. Jo, has conseguido emocionarme :`( escribes realmente bien, de verdad!
    Veo algo de inspiración en "il Sogno" con esa canción que, por cierto, es preciosa.
    Un saludo!

    ResponderEliminar
  2. muchisimas gracias, porque que te hayas emocionado es lo mejor que podías haberme dicho.Yo también creo que es una canción preciosa...propiedad, eso sí, de "il sogno".
    Besos

    ResponderEliminar