sábado, 16 de octubre de 2010

CAPÍTULO 31

Nos levantamos del banco después de un rato. Yo aún estaba en shock. Ella parecía no haberse recuperado de un shock permanente y, sin embargo, parecía predispuesta a vivir la vida sin miedo y sin rencores. Parecía, pese a todo, feliz.
- ¿Cómo puede ser? – se giró sin saber muy bien a qué me refería yo. Me agarró llevándome hasta el tronco de un árbol, en el que nos apoyamos – No tienes miedo – susurré incrédula.
- ¿Por qué iba a tenerlo?
- ¿Y si pasa algo?
- He vivido.
Entrecerré los ojos con frustración intentando comprenderla.
- No me entiendas mal, Amy. No quiero que pase nada, no me quiero ir. Desearía no dejarte nunca, ni a mi familia, ni a mis amigos. – levantó la mirada poniéndola a la altura de la mía – Pero si pasa algo… he vivido. Es decir, he experimentado y he sentido y soñado y he amado. He intentado darlo todo a quien tenía que dárselo. Quiero seguir haciéndolo en los tres días que quedan para la operación. Y quiero que tengas claro que si he de irme me voy orgullosa, de mi, de ti, de mi vida; y que me habría encantado compartirla para siempre contigo.
- Será para siempre; pase lo que pase siempre estarás conmigo.
Me abrazó besándome el cuello y apoyando las manos en el árbol.
- Y tú conmigo.

Tras dar una vuelta por Pontevedra, fuimos a su casa y después a la mía a pedirle a nuestros padres que nos dejaran dormir juntas las cuatro noches antes de la operación: deseo concedido. ¿Qué padre en esas circunstancias no le habría dicho que sí a su hija?
Esa noche, cuando estuvimos solas planeamos escaparnos juntas el martes, a la casa que sus padres tienen en la playa. Secretamente preparé también una sorpresa que darle ese día.
- Ven – dijo sentándose al borde de la cama.
Me acerqué a ella dejando mis cosas en el suelo. Me quedé de pie justo delante y me abrazó, apoyando su cabeza entre mi pecho y el estómago .Me agaché para besarle la cabeza.
- Siento lo que he hecho – dijo sin separarse.
- Shhh. Lo importante es que lo hemos arreglado. Así que olvídalo, quiero disfrutar estos tres días para que cuando despiertes en el hospital después de la operación pienses en mí y sonrías.
Se levantó, sorprendiéndome. Y me abrazó ahora con más fuerza.
- ¿Vamos a la cama? – susurré después de un rato.
Como única respuesta ella se separó y me besó suavemente. Y sin poder evitarlo sentí que ahí empezaba algo nuevo, una carrera de tres días para llenarla de fuerza y amor antes de la operación, para empaparme de su olor y sus gestos, de su risa y sus besos, del sentimiento que con ella compartía; una carrera hacia lo desconocido y, tal vez, aunque me odié por pensarlo, hacia el adiós.
Cuando ese sentimiento me atravesó la agarré por el cuello y la besé con toda la intensidad que conocía, que mi cuerpo era capaz de transmitir. Y fue un poco como aquellas primeras veces que nuestros labios se juntaron, como aquel primer beso en el ascensor de mi casa. Solo que habían pasado varios meses y ella ya no era aquella chica casi desconocida por la que me sentía atraída. Ella era la chica a la que amaba, la chica con la que quería compartir todo lo que tenía y lo que era, la chica de mis sueños.
- Creo que nunca te lo he dicho – susurré tumbándola en la cama, acariciándola mientras besaba su cuello – conozco de memoria tu cuerpo, cada rasgo, cada lunar, cada cicatriz, cada marca… y cada historia que hay detrás de ellas.
Después de un instante añadí:
- Pero me gustaría ser parte de alguna de esas marcas.
Sabía que era lo más raro que había dicho en mi vida, pero por su forma de mirarme y porque no hizo ningún gesto de incomprensión, ella pareció entenderme.
- ¿Te harías un tatuaje conmigo? – dijo después de unos segundos.
Asentí.
- Mañana compro un permanente y durará unos días, después de la operación lo hacemos de verdad.
Sonreí.
No hizo falta que dijéramos sobre qué íbamos a hacerlo. Ambas lo sabíamos.
Se quedó dormida poco después. Estaba agotada y poco a poco se le fueron cerrando los ojos. Estuve despierta viéndola dormir, abrazándola, tratando de acompasar mi respiración a la suya, como si por eso fuéramos a estar más unidas. Solo entonces comprendí que lo que de verdad une a dos personas es que coincidan en el tiempo, sintiendo lo mismo el uno por el otro; que lo que de verdad me unía a Britney era que compartíamos un sentimiento; era yo la que en ese momento estaba despierta acariciándola con la mirada, pero podría haber sido ella y la escena hubiera sido igual, hubiera significado lo mismo. Nada podría unirnos más que eso.
Y entenderlo, de alguna forma, me reconfortó. Solo entonces me quedé dormida.

5 comentarios:

  1. "que lo que de verdad me unía a Britney era que compartíamos un sentimiento"

    he leído esta frase y me ha llegado como una revelación.
    Qué cuki, águeda.
    (No te olvides de escribir otro mes y pico!)

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  2. realmente precioso cielo ^^

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