sábado, 20 de febrero de 2010

CAPÍTULO 10 (PARTE 1)

Me levanté el primer día de clase con ganas de ir, por raro que suene. Pero ese año iba a estar con Britney, Diego y Vero en la misma clase, ya que los cuatro habíamos elegido el bachillerato de sociales y nuestro instituto solo formaría una clase con los alumnos que hubieran escogido esa opción. Y además quería despejarme y mantenerme ocupada para no pensar demasiado en lo de mi madre, que era prácticamente lo único que había hecho desde que dos días antes mantuvimos esa conversación.
El ambiente en casa estaba raro. Mamá hacía como si no hubiera pasado nada. Naira al enterarse de lo ocurrido se había revelado y le había echado en cara a mi madre su comportamiento. A Miguel lo único que le preocupaba en esos momentos era que con el inicio del curso su tiempo para jugar a la play se vería reducido. Naira y yo se lo habíamos contado todo el día anterior y le pareció muy bien que Britney fuera mi novia pero no entendía por qué se había creado ese ambiente en casa ni por qué mamá le había dado tanta importancia. Lo que más le fastidió a Miguel, como él mismo dijo para hacerme reír, fue que ahora tendría que competir con una persona más para conseguir chica.

Cuando ese primer día de clase iba con Britney hacia el lugar en el que habíamos quedado con Vero, Diego y Pablo recordé que tenía que empezar a preparar el regalo que iba a darle, ya que tres días más tarde cumplíamos nuestro primer mes (lo contábamos desde el primer beso que nos dimos). No es que lo hubiera olvidado, de hecho ya tenía pensado que quería regalarle, es solo que con todo lo que había pasado aún no lo había acabado. Nos habíamos prometido que no íbamos a gastar mucho dinero porque, al fin y al cabo, solo hacíamos un mes, y pensábamos estar muchos meses juntas. Yo le había grabado un CD con mis canciones favoritas para que me fuera conociendo un poco más. Pareció hacerle mucha ilusión cuando se lo di y dijo en repetidas ocasiones que lo oiría esa misma noche.
Cuando me dio su regalo estaba tan nerviosa que casi se me cae al suelo al intentar abrirlo. Quité el papel de regalo y otro que había dentro de un color plateado. Era un colgante de cuerda negra, suave, con una pequeña figura, de un material que imitaba a la plata, de la estatua de la libertad. Me encantó en cuanto lo vi.
- Lo compré en Nueva York - dijo con una sonrisa.
- ¡Guau! Es perfecto. ¿Pero estás segura de que quieres dármelo a mí? Es un recuerdo tuyo...
- El día que lo compré lo hice por un motivo, ahora te lo doy a ti por el mismo motivo.
- ¿Cuál?
- Bueno, en realidad a ti te lo regalo por dos motivos. El primero porque espero poder ir contigo algún día, al igual que a los otros sitios de mi mural. Y el segundo - dijo mientras me lo ponía - es porque es la estatua de la libertad y quiero que recuerdes siempre, incluso si algún día no estoy a tu lado...
- ¡No digas eso! - la interrumpí.
- Puede pasar ¿no?
- Pero no lo digas.
- Shhh. Escúchame - dijo poniéndome un mechón de pelo detrás de la oreja - Quiero que recuerdes que eres libre, que nadie intente quitarte eso nunca. Eres una gran persona y te mereces poder ser feliz, decidir a quién quieres amar y elegir tu propia vida. No lo olvides - me susurró al oído - Somos libres.

No hay comentarios:

Publicar un comentario