lunes, 11 de enero de 2010

CAPÍTULO 3 (PARTE 1)

Volví a casa después de ese fin de semana con mis tíos. Estábamos a mediados de agosto y mi mejor amiga, Verónica, había vuelto ya de sus vacaciones en un campamento. Así que en cuanto llegó, dos días después que yo quedé con ella.
Estábamos en una cafetería que hay delante de su casa. Era el sitio en el que solíamos quedar para hablar o como punto de encuentro antes de ir a cualquier otro lugar. Siempre que estaba libre nos sentábamos en una mesa del piso de arriba, junto a la ventana. Aunque desde allí podíamos ver pasar a la gente, cosa que nos gustaba, lo cierto es que creo que nos sentábamos allí porque se había convertido en una tradición. Una de tantas.
- Bueno, cuéntame, ¿cómo te fue en el campamento? - le dije mientras esperábamos a que vinieran a preguntarnos que queríamos tomar.
- Muy, MUY bien.
Eso significaba que había conocido a un chico. Vero era así, cada dos por tres creía conocer al amor de su vida. Y aunque al poco tiempo se daba cuenta de que probablemente no lo era, al menos se divertía en el intento. Y yo no la culpaba por ello, es más, me parecía genial que tuviera relaciones tan cortas si eso la hacía feliz.
- ¿Es de aquí? - le pregunté.
- Sí y en realidad... ya le conoces.
- Uhh ¿quién es?
- Pablo, el hermano de Diego.
Diego era mi ex y mi mejor amigo.
- ¿Y cómo ha sido? Cuéntame lo todo. ¡Ya!
Vero conocía a Pablo desde siempre y nunca me había parecido que había nada especial entre ellos, así que la noticia me sorprendió bastante. Y aún lo hizo más el hecho de que Vero hablaba de él de una forma especial a la que me había hablado hasta ahora de la mayoría de los chicos. Parecía querer ir en serio con él.
Pasamos bastante rato hablando de Pablo y de todos los demás detalles de cómo se lo había pasado Vero en el campamento.
- Y bueno, ya está bien de hablar de mí - dijo ella de repente - ¿qué tal por aquí?
- Más o menos como siempre. Nada nuevo, creo. Mi hermana se sacó el carnet, por fin, y me prometió que nos llevaría algún finde a Portonovo para que salgamos - le dije con una sonrisa. Sabía que aquello le haría ilusión.
- ¡Genial!
- Y no hay muchas más novedades. Algún rollo nuevo del que ya te enterarás pero ninguno sorprendente. ¡Ah! Y Diego tiene un lío en Ibiza.
- Era de esperar - me dijo sonriendo.
- Pues sí - me quedé un rato callada.
- ¿Y tú has conocido a alguien? ¿O hay alguna novedad?
- Creo que no.
- ¿Crees?
- Ok, no, no hay novedades.
Me miró un poco recelosa.
- ¿Seguro? - dijo al fin.
- ¿A qué viene esto?
- No lo sé. Dímelo tú. Amy te conozco.
- Ya lo sé. ¿Y?
- Que te has puesto nerviosa y tienes esa mirada en los ojos.
- ¿Qué mirada?
- La que tienes cuando me ocultas algo.
A veces odiaba que me conociera tan bien.
- No te oculto nada, no he conocido a ningún chico.
- Vale - dijo ella nada convencida- Pero sabes que tarde o temprano sabré que pasa. Y como sea una chorrada te patearé el culo por no habérmelo contado antes.
Mientras vino el camarero y pagamos las bebidas decidimos ir a dar una vuelta. Salimos a la calle. Tras un principio de verano desastroso el tiempo estaba empezando a cambiar. El cielo estaba despejado y el sol brillaba suavemente. Hacía buen día.
Paseamos un rato mirando escaparates y hablando de todo en general. Me lo estaba pasando realmente bien.
La semana antes de irme a La Coruña había estado bastante triste o perdida. No sé, me sentía rara. Pero con Vero allí y Diego a unos días de llegar, las cosas empezaban a ir mejor.
Era una de las cosas que más me gustaban de Vero, siempre me lo pasaba bien con ella, conseguía hacerme reír. Éramos amigas desde hace mucho, desde que se mudó aquí cuando teníamos ocho años. Aún me acuerdo de su primer día en nuestra clase y de cómo Diego y yo nos acercamos a hablar con ella. Desde entonces los tres nos habíamos hecho inseparables (algo que no cambió ni si quiera cuando Diego y yo empezamos a salir). Durante todos esos años habíamos tenido más amigos evidentemente. Y en el colegio y los primeros años de instituto solíamos salir siempre con una pandillas que incluía además de a nosotros, a cuatro chicos y dos chicas más. Pero con el tiempo aquel grupo se había ido separando. Y de todas formas, nunca tuve esa amistad o esa unión que siempre he tenido con Vero y Diego.

Vero quería unos zapatos preciosos de uno de los escaparates y entró a verlos. Una vez dentro también se fijó en un vestido negro que le iba bien con los zapatos. Así que decidió entrar a probárselos mientras yo la esperaba mirando algunas camisetas. Estaba en uno de los pasillos de la tienda, de espaldas a la entrada y a la mayoría de la gente, mirando una camiseta blanca con mangas azules (se parecía a una de esas camisetas que utilizan los jugadores de baseball en los entrenamientos). Me encantan esas camisetas.
Sentí una mano en el hombro. Al principio pensé que era alguien que quería pasar y por mi culpa no podía, así que me acerqué más al colgador de las camisetas.
Pero la mano seguía en mi hombro.
- Esa camiseta te quedaría genial - me susurró al oído.
Me giré. No es que me hiciera falta para saber quién era, había reconocido su voz, pero quería asegurarme. Y allí estaba. No la había vuelto a ver desde que nos chocamos en el portal y empezaba a pensar que a lo mejor me lo había imaginado todo, quizás era solo un brote psicótico.
Pero Britney estaba allí.
- A ti sí que te quedaría bien - Una voz en mi cabeza me dijo: "¿Qué? ¿Pero qué haces?"
Lo dije sin pensar fue como si hubiera encendido una radio y no fuera capaz de apagarla. Y no es que no pensara de verdad que le quedaría genial la camiseta sino que normalmente yo no decía las cosas sin pensar. En realidad lo pensaba todo unas mil veces antes de decirlo. Y estoy segura de que en otra situación probablemente por vergüenza o lo que sea, si lo hubiera pensado probablemente no lo habría dicho.
Ella simplemente me sonrió.
Tras un breve instante en silencio dijo:
- ¿Quieres ir a dar una vuelta? Bueno...ya sabes...aún no conozco a nadie aquí y estoy algo perdida. No me vendría mal una guía. - Lo cierto es que a mí nunca me pareció que estaba perdida. Desde el primer momento me dio la sensación de que era una persona fuerte, segura de sí misma y con mucha personalidad.
Antes de que me diera tiempo a contestar Vero salió del probador con su precioso vestido y los zapatos.
- ¡Guau! Te lo tienes que quedar. -le dije mirándola de arriba a abajo.
Entonces se dio cuenta de que yo no estaba sola y las presenté.
- Es mi nueva vecina - dije sonriendo a Britney.
- ¿Desde cuándo? - preguntó Vero.
Britney se me adelantó y le respondió:
- Desde la semana pasada. Nos chocamos en el portal, por eso la conozco.
Vero me echó una breve mirada que no supe interpretar. Luego empezó a charlar con Britney y descubrimos que tenía 16 años y que iba a ir a nuestro instituto.
- Me voy a quitar el vestido y a pagarlo. - dijo Vero sonriendo.
Entonces Britney reaccionó:
- Yo... mejor me voy que además estáis ocupadas. Ya nos veremos otro día - dijo mirándome.
Ya se había girado para irse así que le agarré del brazo suavemente.
- ¡Ey! Espera. ¿No querías ir a dar una vuelta? Ven con nosotras - comenté aún con mi mano en su brazo.
En ese momento un idiota que pasaba por allí como un tren de mercancías la empujó. Como la tenía agarrada no se calló pero se acerco más a mí así que casi chocábamos.
- ¿Ves? El mundo quiere que te quedes. Te manda señales. - le dije riendo.
Ella se apartó un poco también riendo y dijo:
- No creo en las señales.
- ¿De verdad? Pues deberías.
Entonces Vero volvió a decir que se iba a cambiar y la animó a venir con nosotras:
- Será divertido, ya verás.

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