miércoles, 7 de abril de 2010

CAPÍTULO 16 (PARTE 3)

- ¿Qué coño te pasa? – dije una vez fuera y alejadas de la entrada de la discoteca que era donde había más gente.
- ¿Estás con ella?
- ¡No!
- ¿Por qué me mientes?
- ¿Y por qué no me crees? ¿Desde cuándo desconfiamos la una de la otra?
- Desde que dejas que las tías tonteen contigo, como Elena, o desde que sin querer cuando acabo de escribir este sms me encuentro con esto – dijo mostrándome un sms de mi móvil que Vero me había mandado el día anterior.
“¿Se lo vas a decir a Brit? Ya sé que no quieres hacerle daño pero tarde o temprano se lo tienes que decir, no quiero ocultarle esto. Al fin y al cabo cuanto más tardemos peor porque más traicionada se sentirá. Te quiero cariño. Besos.”
- ¿Ya está? – dije mirándola y cogiendo mi móvil para guardarlo - ¿Me has montado este número de celos solo por este sms?
Creo que al ver mi reacción se dio cuenta de que la había cagado. Suspiró y se sentó en un muro pequeño que teníamos al lado.
- ¿Me explicas qué es lo que pone en el sms que me ocultáis y por qué te pone “te quiero cariño”?
- Lo único que no te he contado y que no sabía si decirte por si podía hacerte daño o por si te enfadabas es que el día después a que me dijeras que tienes cáncer yo había quedado con Vero, me puse a llorar y se lo conté todo. Tenía miedo a que te pareciera mal porque al fin y al cabo es decisión tuya decirlo o no. Y en el sms Vero me decía que se sentía culpable fingiendo que no lo sabía y que quería decirte la verdad. Nada más.
- No me jodas ¿era eso? – no lo dijo enfadada sino arrepentida o quizás temerosa de mi reacción.
Asentí.
- Y me dijo “te quiero cariño” porque siempre lo hace, no porque ahora esté liada con ella y me trate diferente. Tengo mensajes de ella en el móvil guardados, de hace un año o así y ya me lo ponía.
Hubo unos minutos de silencio absoluto por nuestra parte, solo interrumpido por el ruido de los coches y de las voces de la gente cerca de la discoteca. Me senté en el muro a su lado.
- Creí que confiabas en mí… - No lo dije en absoluto enfadada sino triste o decepcionada. Creo que incluso empezaba a tener ganas de llorar aunque conseguí aguantar - ¿Cómo puedes pensar que te pongo los cuernos?
Ni si quiera esperaba que contestara, era más bien una pregunta hecha al aire. Me di cuenta de que me jodía muchísimo todo lo que había pasado esa noche, de que estaba realmente dolida porque tuviera dudas de mí.
- Britney, creía de verdad que nuestra relación no era como la de los demás, que no teníamos estas discusiones por celos absurdos.
- ¿Y qué querías que pensara cuando lo leí?
- Quería que si tenías alguna duda sobre mí vinieras y lo habláramos tranquilamente, sin montarme un show en plena discoteca. Quería que pensaras en lo mucho que te he cuidado desde que te conozco, en cómo te trato, en la cantidad de euros que me habré gastado en sms solo para decirte de mil formas distintas que te quiero, en que llevo tu anillo y tu colgante a todas partes; quería que pensaras en lo mal que lo he pasado desde que sé que tienes cáncer, en que me encanta hacer el amor contigo, en todos los besos y las caricias y en que te he dicho quinientas veces que me muero por dormirme y despertarme a tu lado otra vez, como en la excursión.
No dijo nada así que seguí:
- Pero desde luego no en que te ponía los cuernos. ¿Me consideras tan fría como para invitarla a cenar contigo y conmigo e irnos las tres de fiesta si te engaño con ella?
Seguía sin contestar a nada y a mí ya no me apetecía seguir hablando.
- Me voy a casa.
- Aún es la una – susurró.
- Me da igual, no me apetece quedarme.
Me levanté del muro pero me agarró la muñeca para que me girara y no me fuera. Más o menos estábamos a la misma altura aunque ella estuviera sentada. Se acercó poco a poco, mirándome a los ojos. Teniéndola a dos centímetros de mí era imposible no fijarme en lo guapa que estaba a pesar de todo. El flequillo le caía sobre los ojos que le brillaban porque había estado a punto de llorar (o aún lo estaba). Se mordió el labio inferior de una forma que me pareció increíblemente sexy. Me soltó la muñeca y empezó a rodearme la cintura, empujándome hacia ella. Me besó, muy suavemente al principio, como esperando mi reacción. Por una parte yo estaba muy enfadada y lo último que me apetecía era besarla, pero por otra parte era tan jodidamente sensual y dulce… No pude resistirme. La besé con más intensidad, intentando olvidarme de todo; lo único que quería era sentir su cuerpo con el mío, oír sus latidos, perderme en sus labios. Cuando conseguí controlarme un poco y a pesar de que una gran parte de mí no quería, me separé de ella.
Volvió a cogerme y a intentar besarme.
- Britney…
- ¿Qué?
- Que sé lo que pretendes pero tarde o temprano vamos a tener que hablar de ello. No podemos hacer como que no ha pasado.
Suspiró, resignada, y me dejó sentarme.
- Dime qué ha pasado, ¿por qué te has puesto así hoy? Porque estoy casi segura de que si hubieras visto ese sms hace un mes no habría pasado nada.
- Tenía miedo – casi no la escuché por el ruido de los coches y lo bajo que hablaba – Y aún lo tengo, Amy.
- ¿A qué?
- A todo. Creo que por eso reaccioné así… porque ahora mismo tú eres lo que me da fuerzas y me dio miedo perderte.
- No vas a perderme, pase lo que pase. Deja de pensar en eso ¿ok? Estoy aquí – le cogí la mano apretándola y noté que esteba temblando.
- Pero en parte eso también me da miedo – dijo al cabo de un rato – Me da miedo que llegue un día en que si ya no sientes lo mismo y yo no he mejorado sigas conmigo por pena o compasión o algo así.
- Te refieres al cáncer en lo de mejorar ¿no?
Asintió.
- Britney yo... – no sabía que decir por mucho que me esforzara, los pensamientos me daban vueltas por la cabeza y parecía que no era capaz de ordenarlos de forma coherente – para mí esto tampoco es nada fácil, pero si estoy contigo es porque te quiero, tanto como cuando empezamos, posiblemente mucho más que entonces. Si también dudas de eso no sé qué haces conmigo…
- No es que lo dude, pero eres tan buena persona que tengo miedo a que si un día ya no me quieres no seas capaz de dejarme porque estoy enferma. Y no quiero que nadie esté conmigo por compasión.
- Shhh – susurré poniendo un dedo en sus labios para que dejara de hablar – No voy a dejarte pero no porque estés enferma sino porque te quiero y porque voy a hacerlo siempre. ¿Recuerdas? Siempre estaremos juntas – dije riendo mientras me acercaba para besarla de nuevo.
- Siento todo lo de esta noche y mis paranoias. Pero es que ese mensaje fue como: ¡está con ella y no es capaz de dejarme por pena!
- ¿Me prometes que vas a dejar de inventarte cosas raras y que vas a volver a ser la chica lista, divertida y dulce de la que me enamoré y no la novia celosa que contrata a un detective para seguir a su chica?
Se rió mientras asentía con la cabeza.
- Lo prometo.
- Más te vale – dije de coña mordiéndole el cuello.

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