martes, 12 de julio de 2011

EPÍLOGO

Después de llorar durante horas, de derramar una lágrima tras otra como si con cada gota pudieras expulsar de dentro de tu alma una pequeña parte del dolor que estás sintiendo; lo lógico, es que caigas rendido en la cama, abatido, como si toda tu energía se hubiera ido, como si todo lo que te importaba hubiera muerto, y con ello toda esperanza e ilusión. Pero por alguna razón no dormí ese día, ni el siguiente… Y después de dos días, cuando conseguí hacerlo fue únicamente porque tenía los ojos tan hinchados que apenas conseguía abrirlos y me molestaba cualquier débil luz.

Aquella noche en la que no dormí, además de ser la primera desde que sabía que ella había muerto, fue la primera vez desde que la conocía que no me acosté con una sonrisa pensando en que la vería al día siguiente. Si aquella noche fui incapaz de pegar ojo fue porque lo único que podía hacer era revivir cada uno de los recuerdos que tenía de las dos y pensar en lo que ya no podríamos hacer juntas, en los sueños que ella tenía y que nunca pude cumplir, en los planes que habíamos hecho…

Por irracional que pueda parecer, en algún momento de esa noche la odié con todas mis fuerzas y de todas las formas que conocía. La odié por marcharse, por dejarme sola y por hacerme sufrir. También me enfadé con el mundo por habernos hecho eso, por arrebatarme la oportunidad de ser plenamente feliz durante mucho más tiempo, porque una vez más comprendí que la vida de justa tiene poco, porque una persona de nuestra edad, la más valiente que he conocido, había muerto a pesar de haber luchado con todo el esfuerzo del mundo contra ello. Luego comprendí que en el fondo nunca podría odiarla, porque nunca dejaría de quererla, porque en el fondo era ya una parte de mí y por ello yo ya nunca estaría sola.

Pero ya esa noche empecé a echarla de menos. La eché de menos en mi cama, eché de menos la posibilidad de recibir un mensaje suyo, eché de menos la idea de verla al día siguiente, eché de menos su piel, sus palabras, nuestra magia. Y tal vez por ello yo, la persona menos creyente del planeta, empecé a tener fe en otra vida, en otro mundo en el que lo único importante para poder ser feliz era ser buena persona. Me aferro a la esperanza de que Britney sigue viva en alguna parte además de nuestras mentes, me aferro a la idea de que su espíritu carismático e increíblemente único no se ha perdido para siempre. Supongo que necesito pensar que volveré a ver su sonrisa algún día y que seguiré viendo mis emociones reflejadas en sus ojos.

Durante un tiempo esa noche, el miedo paralizó mi mente y no fui capaz de sentir nada más que eso. Me aterró pensar algo tan obvio como que ahora tendría que aprender a vivir sin ella. ¿Cómo iba a vivir sin ella? Si en ese momento alguien hubiera estado sentado a mi lado me habría dicho que, por lógica, si había podido vivir casi dieciséis años sin ella podría seguir haciéndolo. En ese caso yo contestaría que no es lo mismo no ser feliz del todo y resignarte a no serlo nunca sabiendo que algo no encaja, que ver lo feliz que podrías haber sido y no poder hacer nada cuando se te escapa la oportunidad. Y yo había visto con claridad lo felices que podríamos haber sido de seguir como hasta ahora.

También tuve miedo a no volver a amar nunca, a quedarme sola. Porque solo tenía dieciséis años y medio y tenía la sensación de haber dado todo el amor posible a una persona que ya no estaba. Pero en cierto modo también tuve miedo de volver a enamorarme, de estar con otra persona que no fuera ella, de que estuviera donde estuviera pensara que yo no la quería. Esa es una de las cosas que más miedo me daba. En ese momento para mí, era imposible la idea de estar con otra chica, en mi cabeza no tenía ningún sentido, no cabía esa posibilidad. Pero con el tiempo, días después tuve la sensación de que si alguna vez estaba de nuevo con alguien siempre iba preguntarme a mí misma que pasaría si ella siguiera viva, si aquel era tal vez un plan B que nunca quise tener que desarrollar.

Pero lo que oprimió mi pecho e hizo que me costara respirar fue el miedo a que los recuerdos se fueran borrando. El miedo a que, tal vez, me despertase una mañana y no recordarse el color exacto de sus ojos, el olor de su piel, el sabor de sus labios, su voz… ¡cómo me gustaba su voz! Y sabía que una foto, un video, una carta nunca sería suficiente para recrear las sensaciones que su presencia real me provocaban. Y para revivir esa sensación solo me quedaban los recuerdos.

Siempre había tenido miedo, porque aunque ella hubiera dicho lo contrario, yo era una cobarde. Pero nunca había sentido antes ni he vuelto a sentir un miedo comparable al que provocaba la idea de que tal vez poco a poco me iría olvidando de ella: nuestras conversaciones se irían borrando por fragmentos de mi memoria, al igual que nuestras peleas o grandes momentos. Hasta que solo quedase el recuerdo de una persona con un vago parecido a alguien a quien había conocido y a quien había amado.

Hubo un momento en que lo único que deseaba era que ella no hubiera muerto y hubiese preferido haberme ido yo. Ella era la valiente, yo la cobarde; ella me había ayudado a descubrir quién era yo misma y había hecho que en unos meses viviera más que en toda mi vida; ella era la fuerte, la dinámica, la que habría vuelto sonriendo incluso después de haber estado perdida en el desierto, la persona más especial que he conocido… y era ella quien se había ido. No yo. Yo era la dramática, la romántica y soñadora que se habría echado el mundo a los hombros con tal de hacerla feliz… pero sin ella no veía como podría ser yo feliz.

Como dijo Radiohead en “Creep”: “you are so fucking special”. Ella era eso para mí, lo más inesperado que me había pasado, lo más importante, lo más mágico. Siempre recordaré esas últimas palabras “I had the time of my life fighting dragons with you”. Pero Britney se había ido y aquel día una parte de mí murió también. Es difícil de explicar… pero sentí realmente que una parte de mí se iba con ella; esa parte de mí que inventó mil cosas, incluidos un recorrido con pistas por la ciudad o un viaje imaginario por el mundo, con tal de sorprenderla y hacerla sentir especial; esa parte de mí que le escribía “te amo” en el espejo empañado del baño mientras se duchaba; esa que sonreía cada vez que sonaba el móvil con la melodía que tenía para Britney; esa que soñaba cada día, que creía en esos sueños, que pensaba que nada era imposible; esa parte de mí que conocía cada uno de sus lunares y cicatrices, esa que me convertía en una idealista orgullosa de serlo, esa que sabía ser feliz. Y supongo que, una vez más, eso era lo más importante: ahora no sabía ser feliz.

Ella no había sido solo mi primer amor, había sido especial. Era distinta a todas las personas que había conocido. Cuando me contaba algo sentía como si todo el universo girara en torno a eso, conseguía captar toda mi atención tan solo hablando… era como si sus palabras me abrazaran, las sentía en la piel pero también dentro de mí.

A veces parecía que no tenía defectos, pero por mucho que la idealizara yo en mi mente, sabía que los tenia, era humana. Simplemente había empezado a amar incluso esos defectos y manías. Por ejemplo, siempre dejaba las luces encendidas por toda la casa, aunque estuviera solo en una habitación, y además parecía no darse cuenta de ello. Nunca dejaba que vieras un dibujo hasta que estuviera prácticamente acabado, nunca, creo que sólo una vez en mi habitación hizo una excepción conmigo. Britney era desordena, a veces incluso un poco caótica, pero de una forma graciosa, porque incluso dentro de ese caos ella tenía un orden que solo ella comprendía. Nunca, jamás, te dejaba empezar a comer las palomitas en el cine hasta que la película empezara, y no, no podías empezar con la publicidad. Era ingenua, a veces desesperantemente. Y otras en cambio le daba demasiadas vueltas a algo muy sencillo. Pero la quería, porque en ese caso, lo hacía no con el afán como la mayoría de la gente de complicar las cosas, sino para llegar a entenderlas del todo, hasta lo más mínimo.

Desde que se fue tengo flashbacks sobre ella permanentes en mi mente. Su ropa tirada en el suelo. Su olor. Su cara mientras bostezaba al despertarse a mi lado en la cama. Recuerdos de momentos que se habían ido, que ya nunca volverían. Su pelo cayendo sobre mi cara. La lluvia en el mar mientras me abrazaba. Recuerdos. Dolor. El eco de su risa en una habitación. Sus tres estrellas tatuadas. Un “viaje” juntas por el mundo. Noté una lágrima mojando mis labios. Presente y pasado mezclados, unidos para siempre y al mismo tiempo separados, inevitablemente, irrevocablemente. Sus labios suaves envolviendo un primer “te quiero”, besándome con pasión, recorriendo mi cuerpo, naturales, pintados, cantando en la ducha, dibujando una sonrisa o una mueca de tristeza. Melancolía. Ella, la única persona realmente consciente de lo que la ausencia de mi padre durante ciertos momentos importantes había significado en mi carácter. Ella cogiéndome en brazos aquel día, echándome en la cama mientras ambas estallábamos en carcajadas. Ella escuchándome hablar sobre Paris, sobre mi infancia, sobre la vida, sobre el amor. Ella el primer día que la vi cuando chocamos en el portal y sus dibujos se esparcieron por el suelo. Ella dibujando, mordiéndose levemente el labio inferior para concentrarse, con la mirada más intensa que he visto en mi vida. Ella corriendo, nadando, durmiendo, viviendo, amando. Entre todas las personas reales y creadas con mis palabras, ELLA. Y ahora, fugazmente, se había ido.

Y me sentí perdida. Sabía que tenía a más gente en mi vida. Las cosas con mi familia iban mejor, mi madre había aceptado lo que soy y hablaba del tema ya con total naturalidad, me había acercado más a mi padre, y con mis hermanos todo seguía bien. Tenía a Vero, con esa conexión especial que nos uniría siempre y a Diego, que era como el hermano que nunca tuve. Incluso tenía una nueva familia que ya consideraba la mía, pero que sobre el papel ya nunca lo sería, la de Britney. Pero aún así, en su ausencia, comencé a sentirme perdida, con un vacío enorme que sabía que ya nada llenaría.

Sólo me quedaba la esperanza de conseguir que la estela de su recuerdo no se difuminara con el tiempo, de que, de alguna forma, se quedara para siempre a mi lado, muy dentro de mí; en esa parte de mí donde se confunde lo material con lo etéreo, allí donde el infinito se entremezcla con los sueños, en ese mundo paralelo en el que, tal vez, nunca nos habríamos separado. John Lennon imaginó un mundo sin religión, sin posesiones, sin odio, sin guerra. Para algunos era un poeta, para otros el representante de una generación o un movimiento y, para muchos otros, sólo un soñador. Pero un soñador que con una sola canción nos hizo soñar a todos los demás, un soñador que con “Imagine” consiguió que en nuestra mente todos creáramos ese mundo imaginario en el que nos gustaría vivir. En el mío yo seguía viendo a Britney cada día, ella era feliz, las dos lo éramos. Era realmente feliz. Y tal vez la vida no sea un sueño o una canción, pero yo prefiero ese mundo, prefiero vivir para siempre en “Imagine”.

6 comentarios:

  1. increibleee de veras :) me has echoo llorar bonitaa
    voi a echar estooo de menos
    un besete celosilla(L)

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  2. Me alegro de que te haya gustado. Un beso a ti tambien

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  3. Ay, de verdad pensaba que Britney iba a sobrevivir a la operación. ¡Qué triste todo! *_* Odio los finales tristes pero si tu has considerado acabar así la historia hay que respetarlo. He disfrutado mucho leyéndola. Pero para la próxima una con final feliz, ¿vale? :)
    Una pregunta que espero que no te moleste, ¿por qué este final no cuadra del todo con el prólogo? Supuse que alguna de las dos moriría de un disparo :S
    Un beso y sigue escribiendoooo

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  4. Bueno, siento que haya sido un final triste, pero es una historia con la que llevaba en mente años y no quise cambiarla. Aunque estuve tentada jeje.
    Prometido, para la próxima uno con final feliz =)
    Me alegra que hayas disfrutado, me conformaría con que lo hubieras hecho la mitad de lo que lo hice yo escribiéndola.
    El prólogo es un sueño de Amy, el que tiene la primera noche que sabe que Britney tiene cáncer y sueña lo del disparo y empieza a tener miedo de perderla. Lo siento si no se entendió muy bien jeje.
    Un beso. Espero que sigas leyendo mis historias ;D

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