martes, 29 de diciembre de 2009

PRÓLOGO

Nunca creí que un solo día podía cambiarte la vida. O al menos no lo entendí hasta ese momento.
Solo fue un segundo, un instante, pero vi pasar en mi cabeza todos los momentos importantes de mi vida, las personas que he conocido, los sitios en los que he estado... Vi todas las sonrisas, los besos, las decepciones, las miradas significativas, las lágrimas...Lo vi todo en mi mente. Pero incluso los peores momentos o los más difíciles de mi vida no eran nada comparados con aquel segundo eterno.
Nunca había tenido tanto miedo. No sé cuánto tiempo pudo pasar desde que escuché el ruido del disparo hasta que vi su cuerpo en el suelo, pero fueron los peores segundos que podría haberme imaginado.
Aún escucho el sonido de su cuerpo chocando contra el suelo. Aún puedo ver la vida apagándose en sus ojos. Recuerdo perfectamente su mirada. Parecía que la vida estuviera diluida en ella, como la tinta en un papel mojado en el que aún aprecias destellos de las palabras que antes estaban escritas pero ya no es lo mismo; no las lees, no las entiendes. Tenía tanto miedo a que las palabras terminaran de borrarse, a que su vida se apagara y simplemente se fuera que creo que habría preferido irme yo en ese momento que verla marcharse.
Y yo todavía creo sinceramente que de verdad el mundo se paró aquel día. O al menos mi mundo. Porque para bien o para mal nada volvió a ser igual.
Pero para entender lo que significó ese día en mi vida, lo que sucedió o cómo llegué allí debo empezar por el principio de la historia.

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