jueves, 31 de diciembre de 2009

CAPÍTULO 1

AGOSTO DE 2008:

¿Alguna vez te has despertado y has pensado para qué deberías levantarte si no tienes ninguna razón para luchar, para salir de la cama ese día?
En ese momento mi vida estaba en esa situación. Tenía bastantes motivos para sonreír y para ser feliz y sin embargo, no lo era. Es como si faltara algo en mi vida, algo que hiciera que los problemas que me impedían ser feliz parecieran más pequeños. Me sentía de alguna forma incompleta.
Pero lo primero que debo decir es mi nombre soy Amanda, aunque mis amigos me llaman Amy. Cuando me levanté esa mañana tenía 15, casi 16 años. Estaba en primero de bachillerato, pero soy de las pequeñas de la clase.
Aquel día me levanté con esa sensación de que no valía la pena seguir intentando ser feliz porque la gente siempre acababa decepcionándome o haciéndome daño. Aquel día recuerdo que me costó mucho levantarme de la cama; pero lo hice. Y probablemente esa sea la mejor decisión que podía haber tomado nunca.
A pesar de ser verano no hacía un día nada bueno, llovía muchísimo, aunque solo en intervalos cortos. De todas formas hacía mucho calor.
No tenía nada interesante que hacer ese día. Aún faltaba más de un mes para que empezaran las clases y la mayoría de mis amigos aún no habían vuelto de su lugar de vacaciones. Así que estaba algo aburrida.
Decidí salir a dar una vuelta. Eran las doce de la mañana pero si no me levantaba ahora de la cama no lo haría hasta las cuatro o así. Y como no había nadie en casa quedarme allí tampoco era una opción muy divertida. Así que cogí unos vaqueros y una camiseta bastante vieja. Me puse una cazadora de verano por encima, por si me pillaba la lluvia. Y finalmente, salí a despejarme un poco.
Paseé por mi ciudad, Pontevedra, y fui a los sitios que me traían mejores recuerdos para ver si conseguía animarme un poco: la plaza delante del colegio al que iba cuando era pequeña, la calle donde me dieron mi primer beso, el lugar apartado al que siempre iba cuando necesitaba pensar y estar sola, el parque junto al río en el que una vez soñé que tendría a aquellos amigos para siempre... Pero por primera vez sentía que aquellos sitios ya no formaban parte de mí. Porque yo ya no era tan inocente ni confiaba tanto en la honestidad de las personas como aquella niña que jugaba en la plaza; porque a penas recordaba aquel primer beso; porque me di cuenta de que casi todas aquellas veces que me fui sola a pensar acabé llorando; y sobre todo, porque aquel sueño del río de que siempre tendría aquellos amigos se había desvanecido.
Cuando todos los sitios que te traían buenos recuerdos ahora te deprimen te das cuenta de que algo importante ha pasado y de que, tal vez, ya no eres aquella persona. Esos momentos siempre formarían parte de mi vida, pero ya no me hacían feliz. Y una vez más descubrí que lo que más necesitaba era encontrarme a mí misma.
Así que dejé de pasear y decidí volver a casa. Cuando aún me faltaban unas tres calles para llegar empezó a llover muchísimo así que llegué al portal empapada. Con las prisas por dejar de mojarme saqué las llaves del bolso rapidísimo y al abrir la puerta entré como un tornado, es decir, sin avisar y arrasando todo lo que encontraba a mi lado. No me molesté en levantar la cabeza pensando que no habría nadie más y no escuché nada porque iba con el MP4 encendido y absorta en mis pensamientos. Nada más entrar en el portal choqué con alguien, que tampoco iba demasiado atento. Fue una situación bastante penosa:

- ¡Uy! Lo siento. - dije yo aún sin levantar la cabeza. Lo único que hice fue agacharme a recoger todo lo que le había tirado a esa persona.
- No pasa nada tranquila.
De pronto esa dulce voz me devolvió al mundo real. Me fijé en que lo que le había tirado eran dibujos, dibujos preciosos. Pero me llamó la atención uno en concreto: era la cara de una chica enfocada sobre todo en los ojos, en los que se veía una lágrima asomando; a su vez en esa mirada se veía reflejada a una chica diciendo adiós con la mano. El dibujo me pareció realmente increíble. Y me di cuenta de que era el último dibujo que me faltaba por darle, así que extendí la mano y por fin levanté la cabeza. Y entonces la vi.
Era una chica más o menos de mi edad, rubia, con una melena a la altura de los hombros, tal vez un poco más larga; tenía los ojos verdes pero de un color poco común, muy intenso, preciosos. Era muy guapa.
- Es muy bueno - le dije dándole el dibujo y tal vez deteniéndome demasiado tiempo mirándola - ¿son tuyos?
- Sí - me contestó con una gran sonrisa.
Las dos nos quedamos mirando el dibujo que acababa de darle, el de los ojos llorosos. Y de pronto me di cuenta de que eran de un color azul grisáceo, casualmente muy parecidos a los míos.
- Es muy bueno - repetí como una idiota.
- Gracias. ¿Te fijaste? Se parecen a tus ojos, son preciosos.
Por alguna razón no pude evitar que se me pusiera una sonrisa tonta en la cara.
No entendía que me estaba pasando. El corazón me golpeaba el pecho con fuerza y las palabras se me atragantaban. Y no sé por qué en ese momento lamenté no haberme puesto otra ropa y no aquella camiseta vieja.
La situación en sí hacía que me muriera de vergüenza. ¿Por qué? ¿Qué me estaba pasando?
Cuando yo ya estaba a punto de irme, al pasar a su lado, me agarró suavemente el brazo y me dijo:
- Soy Britney, Britney Spencer
- Yo soy Amanda, aunque me llaman Amy.
En ese momento se acercó aún más para darme dos besos. Su olor, sus labios en mi piel, su sonrisa, me abrumaron. Me quedé en blanco. Lo único que hice fue apartarme un poco y apoyarme en la pared que tenía detrás.
- ¿Vives aquí?- me dijo.
Y yo solo conseguí decir un simple:
- Sí.
- Nosotros acabamos de mudarnos aquí, así que soy tu nueva vecina.
- ¿Entonces sois los del 3ºA?
- Sí. ¿En cuál vives tú?
- 4ºA. Encima.
Entonces otro vecino entró y me sentí un poco idiota por estar allí parada hablando con alguien a quien no conocía de nada. Me alejé de la pared dirigiéndome hacia las escaleras, pero antes le dije:
- Bueno supongo que te volveré a verte uno de estos días por aquí.
- Claro. Vivo aquí ¿no?- contestó riendo - Encantada de conocerte Amy.
- Igualmente.
Me giré para ir hacia el ascensor mientras ella salía hacia la calle, pero antes de irnos aún nos dirigimos una última sonrisa.
Y por alguna razón que en ese momento aún no entendía, no quería irme ni que Britney saliera a la calle; solo quería quedarme allí, hablando con ella.

martes, 29 de diciembre de 2009

PRÓLOGO

Nunca creí que un solo día podía cambiarte la vida. O al menos no lo entendí hasta ese momento.
Solo fue un segundo, un instante, pero vi pasar en mi cabeza todos los momentos importantes de mi vida, las personas que he conocido, los sitios en los que he estado... Vi todas las sonrisas, los besos, las decepciones, las miradas significativas, las lágrimas...Lo vi todo en mi mente. Pero incluso los peores momentos o los más difíciles de mi vida no eran nada comparados con aquel segundo eterno.
Nunca había tenido tanto miedo. No sé cuánto tiempo pudo pasar desde que escuché el ruido del disparo hasta que vi su cuerpo en el suelo, pero fueron los peores segundos que podría haberme imaginado.
Aún escucho el sonido de su cuerpo chocando contra el suelo. Aún puedo ver la vida apagándose en sus ojos. Recuerdo perfectamente su mirada. Parecía que la vida estuviera diluida en ella, como la tinta en un papel mojado en el que aún aprecias destellos de las palabras que antes estaban escritas pero ya no es lo mismo; no las lees, no las entiendes. Tenía tanto miedo a que las palabras terminaran de borrarse, a que su vida se apagara y simplemente se fuera que creo que habría preferido irme yo en ese momento que verla marcharse.
Y yo todavía creo sinceramente que de verdad el mundo se paró aquel día. O al menos mi mundo. Porque para bien o para mal nada volvió a ser igual.
Pero para entender lo que significó ese día en mi vida, lo que sucedió o cómo llegué allí debo empezar por el principio de la historia.